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Hoy
amanecimos con esta canción en el corazón, una hermosa balada de
los Fabulosos Cadillacs que su vocalista, Vicentico, hizo nuevamente famosa
hace pocos años en uno de sus discos como solista. Esta canción en particular
creo ya la había mentado en anteriores entradas de este ya olvidadizo pero muy
afectuoso Blog, sin embargo esta oportunidad quizás es de más reflexión que
otra cosa (como todas en este Blog), pues su razón y sentimiento provienen de
allá, de dónde nos llaman y no escuchamos las voces pero si las palabras.
A
estos años siempre nos llegan las preguntas y temores que el tiempo libre y la
falta de tiempo, en sus paralelas proporciones siempre nos aguantan, nuestras cuestiones
y temores, a veces parte del olvido nos consume, nos aleja de esa sazón de ser
niños y nos arremete con un fuerte suspiro como grito de auxilio.
Guardar
silencio puede ser la peor de las decisiones en ciertos temas, pero en otros es
quizás la más prudente de las acciones, siempre hallamos la manera de dejar que
la prudencia, con más vistos de miedo que de valentía, nos permita identificar
el camino para dejar fluir las palabras o emociones de cada caso,
lastimosamente seguimos siendo humanos, más humanos que siempre, seguimos
siendo niños buscando el abrigo de mamá.
Uno
en la vida aprende con el tiempo que no todo lo que nos duele o confronta son
problemas sino, dilemas. Aprender a tomar decisiones, asumirlas, delegarlas y
guiarlas, ser parte del proceso, ser creadores del proceso, ser fugitivos del
proceso, ser presos dentro del miedo. Tengo miedo, y mucho, pero soy consciente
de mis acciones y retos, tengo a mi lado los mejores amigos que quizás la vida
escogió para mí en esta etapa de mi vida, tengo las mejores de las intenciones
y con ellas, la más bonita voluntad para atender el llamado (llamados) de cada
dilema de la vida, esos que precisamente cada noche voy guardando en la
almohada.
En
esta oportunidad hablamos con el corazón, no con el alma.
Dormir
con pensamientos que invocan al insomnio, o que nos llevan a viajar en pasajes
incomprensibles de la memoria, aprender a reconocernos en el Hipnos, ser
pasajeros en el Thánatos, dejar de ser; luego de dar vueltas en la cama más
veces de las debidas y de ir a tomar agua para la sed, con más frecuencia que
la costumbre logré conciliar el sueño alrededor de las 4am, extrañamente hacía
más calor en mi habitación que en el resto del vecindario, llovía inclusive.
Fui
cayendo profundamente en esa espiral sin fin del descanso, en ese relámpago inconsciente
donde Arjona compone sus canciones, en
ese universo inmaterial dónde Coelho escribe sus recomendaciones para la vida.
Allí, sin ubicación ni exilio estaba con mis compañeros de clase, esos
generosos y hermosos amigos que el Posgrado me ha permitido conocer, místicamente
cada uno representa a un arquetipo o deidad, de esas conjeturas propias de Carl
Jung. No
estaban todos presentes, pero sí quizás los que en ese momento, en ese sueño o
proyección necesitaba que estuvieran, uno a uno comenzamos a conversar como es
nuestra costumbre hasta que al final, como si se tratase de una reunión de
despedida tomé la voz de mando y a manera de discurso comencé a dar mis
palabras finales.
Comencé
por cada uno expresándole mis afectos y ofreciendo mis excusas por mí actitud
en los últimos meses, luego, dirigiéndome al aforo en general empecé a
desahogar mis penas y temores, a explicarles el por qué de mi comportamiento,
mis actitudes, mis silencios y mis distancias. Empecé a dejar fluir la palabra
y con ella las emociones, las lágrimas y la rabia hasta finalizar con un
tranquilizador “gracias” y sus sugerentes palabras de agradecimiento a cada uno
de los contertulios.
Recuerdo
que comenzamos en el salón de clase, pero a medida que avanzaba el, digamos, “sueño”,
iban cambiando los escenarios o telón de fondo, en el momento más álgido del
discurso estábamos ubicados sobre la entrada del túnel de la avenida Colombia o
Boulevard del Río, al terminar, nuevamente estábamos en el salón de clase.
Me
desperté a las 6 de la mañana y estaba más descansado que nunca, finalmente
desde hace semanas estaba buscando alguien para conversar, alguien objetivo o
por lo menos neutral, que tomara distancia pero todos mis intentos eran
fallidos y quizás por ese motivo es que el silencio era el mejor ya su vez, el
peor camino.
Gracias
a usted, porque no se finalmente quién fue, pero allí llegó cuando le
necesitaba; no sé si era El Buki o Morgan Freeman, si era Saori o Jesús, pero
ahí apareció y allí me escuchó, me dejó hablar.
Tanto
mi novia como yo logramos sentir en la noche presiones y hasta incomodidades,
como si se tratase de la llegada de algún transeúnte que no había sido
invitado, estábamos incómodos, sin embargo, fue ese invitado el que se sentó
conmigo, me llevó de la mano a ese macrocosmos y a manera de sueños y
personajes estratégicamente escogidos se sentó a escucharme. Realmente no se
qué o quién fue, no sé si quizás fui yo mismo en un acto de supervivencia, esos
hermosos encuentros del yo real con el yo personal.
No
sé realmente a quien adeudo la ternura de esta noche recién, lo bonito de todo
es que aún no se qué hacer, pero por lo menos me he quitado una carga emocional
de encima, el paso a seguir pues, es ocuparme para así dejar de preocuparme.
A
usted, muchas gracias.
AV
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