8 de julio de 2008

Costumbres del Olvido



Por costumbre mejor me dedico a olvidar, a exagerar si es necesario, a lapidarme en sombras y memorias, me dedico a perderme en esas hojas verdes del parque y mirar alrededor a esos señores que con el desespero del desempleo se sientan en sus bancas a mirar las palomas revolotear por doquier. Sin ánimos de entrar en detalle me siento junto a ellos y con ese olor amargo a chontaduro y ciudad me dibujo en un suspiro, me balanceo entre la muchedumbre de la soledad y la amargura de la nostalgia, como esos boleros de antaño donde las damas dormían enamoradas de hombres que nunca dormían; sigo sin apoyo alguno, la melancolía se estrella en un abrir y cerrar de ojos, todo en el parque es triste.

Olvidar es algo que uno tiende a relacionar con tristezas y desaires, ese acto vandálico de encerrar en una burbuja esos gases de la memoria, en revertir las acciones en invenciones, en sembrar expectativas a cambio de melancolías, en rendir tributo a la pobreza o brindarle copas de vino a la soledad.
Bien saben ustedes que mis temporadas literarias se turnan con mis temporadas laborales, donde el escribir se me vuelve un acto de desfogue y vacilación visceral, donde tiro a la borda esa unidad de pensamientos que me agobian en la intranquila noche, en esa colección de fechas pactadas en insomnios y vagabunderías.

Haciendo de cuenta que el parque es el mundo que contemplamos en el olvido, vibrando al ritmo de conversaciones innecesarias o para colmo, conversaciones profundas e hirientes, temas que son venenosos a ojos de la soledad, que se impregnan en la piel y nos mandan a viajar con las manos vacías, en sandalias y sin agua que beber. Hablar de los mejores tiempos es hacer tarjetas que hablan de clásicos, de héroes, de monumentos llenos de letras y etiquetas; nosotros que bien sabemos caminar en pasos agigantados nos encojemos cuando nos damos cuenta que esa costumbre de olvidar es la que nos hace humanos, la que nos hiere en la piel y nos escupe en el rostro, en esa pared que llamamos sentimientos.

Si bien he querido rastrear ciertas tristezas en sueños y cielos rotos, he vivido lo suficiente para distinguir en la mirada del prójimo esa farsa que llaman experiencia. Aquellos que pretenden mentirme con historias veraniegas y frases poliglotas, pero bien saben en el fondo de su mentira que mi mirada solo capta la derrota de su farsa, me retiro con calma y sigo vagabundeando en parques y callejones, en senderos y escalones de épocas memorables.

Frases hirientes que salen con la velocidad del recuerdo, frases que nos invitan a viajar sin motivos y que en algún punto de retorno desconocido nos embriagan de dolor, nos marean y nos humillan, frases que nos enseñan a olvidar, a bendecir, a huir, frases que solo son útiles en noches lluviosas, frases que nos señalan en miradas de asombro y protesta.

Bien sabes a que me refiero, pero te queda pendiente aprender a conocerme.

AV

2 comentarios:

shanad dijo...

Mi querido gato, como has querido que te llamemos tus amigos y lectores. Quiero expresarte mi admiración por tu blog, pues como tú bien lo dices, no es nada fácil escribir de lo cotidiano inmerso en lo cotidiano, y más cuando esa rutina te absorbe al punto de bloquearte las ideas frescas. Admiro tu blog, tu juicio y espero que sigas alimentándonos con tu prosa, profunda, filosófica. Te quiero, buen viaje a Uruguay!

@julilondono dijo...

Olvidado jamás... siempre se recuerda a un gato que no pierde sus vida aunque a veces se suicida con sus letras... siempre en la Eterna Primavera se evoca su maullido y se lee para sentirlo cerca.

Un abrazo al alma!