4 de agosto de 2008

Preludio y Apertura



Me siento con ese Jazz de fondo, esa mezcla de guitarras y teclados, sin voces, sin sombras, me siento y me despierto. Me duermo en un sonido mundano y propio de la urbe, de la vida universitaria después de mi, de esas calles que nos dan música y motivos, que nos dejan a la espectativa de un paseo o de algún viaje, de esos encuentros donde las palabras dicen más que los monumentos visitados. De esos lugares donde muere la nostalgia y las colinas donan ese añejo aroma a boñiga que de manera extraña nos lapida con recuerdos y juegos, rondas infantiles y estrellas en el cielo oscuro.


Hoy por hoy me dibujo con la yema de los dedos, le sonrío al tacto y busco esos suspiros ahogados en placeres ajenos, nombres de mujeres que han logrado atrapar mi pasado y poner a dudar la existencia de mi presente, de suelos y sueños, de fortalezas amarradas en pensamientos ajenos, de casas que se construyen en la soledad, de callejones que nos conducen a noches de desvelo y a miedos devoradores de niños. Hace mucho que no se redactan ni componen canciones o versos en melodías animadas, hace bastante que la letra se quedó negra en el papel y no logró trascender en la memoria colectiva, sin embargo y pensando en ello que nos une me amarro a la esperanza de regresar y quedarme allí, donde el miedo es el símil de la vergüenza, pero de ese miedo que no es necesario abortarlo sino más bien añejarlo, cultivarlo en el corazón de transeúntes propios y ajenos, en esa mezcla de idiomas y necesidades.


Vivimos al ritmo de lo que nos exigen, al ritmo de una noche de copas, con flautas y guitarras, con botellas vacías y premios robados. Tapas de gaseosa que ofrecen felicidad en premios, premios que aplican condiciones a los usuarios, usuarios que nos desvelan en noticias, noticias que sobrepasan lo cotidianamente posible, posibilidades que se esfuman en un abrir y cerrar de ojos, ojos que nos observan con lástima, lástima que todo sea en vano.

Pensarme esa pereza cultural me ha servido como mecanismo de defensa frente a las demandas del mercado de hoy, se ha vivido con demasiada preocupación en un ambiente de relajo total y sed esporádica, si en este cielo llueve hambre es precisamente porque en los espacios del tiempo comenzamos a venerar auxilios que son propios de dioses y demonios, no de mortales ni de duendes, ni de hadas ni de reyes. Somos hijos de tela, dormimos en pesadas posturas e ideologías, inclusive nos dejamos vencer en la caída del amanecer.

Anoche dejé servida la cena, me abracé en un sueño profundo y no quise despertar, hoy, despierto y cansado reflexiono sobre esa soledad ambigua y amarga, y pienso que apenas es el comienzo.


AV

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