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En esas caminatas por las esquinas de la vida, el pasado martes 13 me vi estancado en esas conversaciones que nos unen a los amigos recién conocidos, a los que recién se cruzan por nuestro camino y de manera sorprendente nos aportan más cosas que aquellos a los que conocemos de toda la vida. Brindamos un café y bajo el calor de la tarde iniciamos el recorrido de la intelectualidad con una jarra de vino.
Por su parte comentaban de anécdotas y recuerdos de la juventud y adolescencia, de la redundante sensación de crecimiento personal y maduración. Llenaron mis oídos con historias del pasado y risas espontáneas que con un sol sobre el cenit me declaraban la nostalgia como escudo de armas, dejando el apellido en silla vacía para asumir una actitud más abierta y ajena a predisposiciones sociales.
Hablar nuevamente de historia política colombiana, de las diferenciaciones partidistas entre los fans de Simón Bolívar y los hinchas de Francisco de Paula Santander y concluir con un tema de actualidad política nacional, “rajar” de la gestión administrativa de los mandatarios de moda e inclusive dejar nuestro sello de calidad con comentarios amargos y ácidos (para cada caso) que promueven en la conversación hilos de brindis y amistad, adulaciones y sensaciones de respeto.
Hasta que llegó la literatura, la conversación entre tres individuos residentes en el valle del cauca se dilataba en cigarrillos y opinión política de cafetería tercermundista.
Cada postura se hizo sentir, el inicio de la norma lo dio la opinión del menor de la mesa alabando la pluma y escritura de Jorge Luís Borges, evidentemente ello lo llevaría a un rechazo a la escritura de García Márquez. El segundo en cambio simplemente se limitaba a evidenciar el Premio Nobel de Literatura como un premio desprestigiado y sin fundamentos literarios, un premio sin proyección y basado en mecanismos de trayectoria que chocaban con las obras premiadas en los últimos cinco años; por mi parte el apunte literario se quedó en la casa y escuchando con inquietud rememoraba mi postura de algunos años atrás sobre el fracaso del nuevo “nuevo” Boom latinoamericano, esa caída de los Franco, Rojas, Castro Caicedo, Medina reyes, Guillén y Vargas Llosa.
Las mujeres se retomaron en el tema central de la conversación y desde historias de conquistas y fracasos amorosos, hasta victorias y faenas sexuales, pasando por la descripción crítica y criticona del cuerpo de las musas, imitando en palabras esas sensaciones de burla o repudio hacia ciertas damiselas de baja categoría, cruzando el puente de lo prosaico y lo metafórico hasta caer en el río de lo burdo y grotesco.
Conversaciones que pasando calles quedaron en un cenicero lleno de colillas de Marlboro y Copas Vacías de Moscatel de pasas fueron evacuadas en esos pasos donde enterramos la pasión por lo cotidiano.
Como despedida y como saludo retomé en mi cuaderno de notas mentales la importancia de asumir nuevamente esas conversaciones perdidas, de recuperar esa conciencia social y superficial de la cotidianidad.
Volver a caer en ese sedentario ritmo de café y palabras.
AV.
Por su parte comentaban de anécdotas y recuerdos de la juventud y adolescencia, de la redundante sensación de crecimiento personal y maduración. Llenaron mis oídos con historias del pasado y risas espontáneas que con un sol sobre el cenit me declaraban la nostalgia como escudo de armas, dejando el apellido en silla vacía para asumir una actitud más abierta y ajena a predisposiciones sociales.
Hablar nuevamente de historia política colombiana, de las diferenciaciones partidistas entre los fans de Simón Bolívar y los hinchas de Francisco de Paula Santander y concluir con un tema de actualidad política nacional, “rajar” de la gestión administrativa de los mandatarios de moda e inclusive dejar nuestro sello de calidad con comentarios amargos y ácidos (para cada caso) que promueven en la conversación hilos de brindis y amistad, adulaciones y sensaciones de respeto.
Hasta que llegó la literatura, la conversación entre tres individuos residentes en el valle del cauca se dilataba en cigarrillos y opinión política de cafetería tercermundista.
Cada postura se hizo sentir, el inicio de la norma lo dio la opinión del menor de la mesa alabando la pluma y escritura de Jorge Luís Borges, evidentemente ello lo llevaría a un rechazo a la escritura de García Márquez. El segundo en cambio simplemente se limitaba a evidenciar el Premio Nobel de Literatura como un premio desprestigiado y sin fundamentos literarios, un premio sin proyección y basado en mecanismos de trayectoria que chocaban con las obras premiadas en los últimos cinco años; por mi parte el apunte literario se quedó en la casa y escuchando con inquietud rememoraba mi postura de algunos años atrás sobre el fracaso del nuevo “nuevo” Boom latinoamericano, esa caída de los Franco, Rojas, Castro Caicedo, Medina reyes, Guillén y Vargas Llosa.
Las mujeres se retomaron en el tema central de la conversación y desde historias de conquistas y fracasos amorosos, hasta victorias y faenas sexuales, pasando por la descripción crítica y criticona del cuerpo de las musas, imitando en palabras esas sensaciones de burla o repudio hacia ciertas damiselas de baja categoría, cruzando el puente de lo prosaico y lo metafórico hasta caer en el río de lo burdo y grotesco.
Conversaciones que pasando calles quedaron en un cenicero lleno de colillas de Marlboro y Copas Vacías de Moscatel de pasas fueron evacuadas en esos pasos donde enterramos la pasión por lo cotidiano.
Como despedida y como saludo retomé en mi cuaderno de notas mentales la importancia de asumir nuevamente esas conversaciones perdidas, de recuperar esa conciencia social y superficial de la cotidianidad.
Volver a caer en ese sedentario ritmo de café y palabras.
AV.
4 comentarios:
Yo soy igual de fanática de esas conversaciones, sobre todo de las que se habla de todo y de nada.
Amén de los cafetines, ellos se comportan como un gran crisol de ideas, de soluciones y de vidas cambiadas o por cambiar...
Sería genial tener un rato de esos con vos AV y con Calila, creo que sería muy interesante...
creo que lo interesante de ello sería en la mesa al mejor estilo de los estancos de licor del centro del país, lleno de botellas, pero en vez de cerveza, serían de tazas de café ... y muuuuuchas bolsitas de azucar y colillas de cigarrillos. Para todo lo demás, montemos un Blog. Jajajaja
Ya llegará ese día de sedentarismos a ritmo de palabras y café entre nos ...
Precisamente es que la señorita calila está planeando viaje a Bogotá en fechas cercanas, la idea me viene de ese suceso...
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