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La dinámica de los bares nos antoja esos huecos que la cotidianidad no quiere ofrecer a la luz del sol, nos brinda - literalmente – sensaciones y excusas permitidas por la sociedad que queremos exponer a la luz de una lámpara y el calor de una bebida en buena compañía. Siempre nos acomodamos solos en la barra buscando compañía o en alguna mesa para legitimar la que ya tenemos, creamos conversaciones y rendimos tributo a las sensaciones de la memoria y la sinestesia de la rutina.
Es dejarnos observar por otros y quererlos observar, ser voyeristas de vidas ajenas y tomar nota de esas anécdotas que algún fulano nos comparte mientras bebe su cerveza, nos sentimos identificados con esos licores que tomamos en compañía e inclusive les permitimos ser nuestra real compañía; jugamos a ser honestos y miramos en el entorno ese bosque para salir a cazar y jugar a ser presa fácil. Los Bares nos permiten en estados aleatorios conocer la otra cara de nuestra mirada, nos dejan atónitos de nuestros impulsos y deseos de protagonismo, música, licor y sexo.
Si la cotidianidad que fundamos a base de café y palabras la trasnochamos con ese lenguaje corporal propio de los bares y la mezclamos en ese coctel de rutina sin destino, obtenemos un mensaje claro y convincente de eso que llamamos pasado y que lo tornamos importante en una mesa sin importar la compañía.
Besarnos en el filo de la copa, el color de los cocteles, los bits de la música, el ritmo de los pasos acelerados de la noche, la juventud de las emociones y los juegos de la mirada. Aquello que buscamos mientras bebemos, aquello que tomamos y que no nos pertenece pero que lo convertimos en público de nuestra memoria.
Sorprendernos con el horario, juzgar las acciones del día con las decisiones de la noche, esperar en la cama culminar esa catarsis que tratamos de disimular con el baile o el parafraseo de la noche, movilizarnos en los sueños de otros y tratar de identificarnos en ellos, anhelar el éxito de algunos y tratar de retomar esos impulsos que sólo ofertamos en la intimidad de la soledad.
Los Bares que se equivocan son los que no nos dejan mentir, los mentirosos que se emborrachan son precisamente los que no entienden el valor del Bar y creen que la respuesta está en la medida del licor. Queriendo escapar de nuestros cotidianos dolores apostamos nuestra columna en una silla y rezamos para que la noche nunca termine.
Quiero un Bar en mi boca y un beso en tu copa.
AV
4 comentarios:
Tenemos gustos similares; aunque yo busco el reflejo de mi vida en los ojos ajenos, puesto que me he empezado a sentir vacio, sin rumbo...
Parece que queremos las mismas cosas, al menos a lo que se refiere a bares.
Saludos
Eso es otro motivo de Fuerza Mayor para encontrarnos los 3 a tomar en un buen Bar.
AV
AV, solo faltas vos
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