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Max Sauco 2010 (c) "Two Pussies"
Acostumbrarnos a observar detenidamente las gestualidades de quienes nos rodean es un ejercicio poco aprovechado; Simulamos entenderlo todo y es en ese escenario donde caemos en el error de negar lo que realmente ocurre, bien sabemos que cada persona carga sus propios problemas y tiene una interpretación del mundo diferente. No se trata de ser tolerantes pero sí intentar entender lo que ocurre en el otro.
Muchas veces señalamos a las personas por su conducta y no nos percatamos de su punto de inflexión. Quizás la gente tampoco observa nuestra ruina, ello porque no permitimos que lo hagan. Somos egoístas con nuestro propio dolor, no gustamos que otros se enteren o participen de él, pero sí pretendemos participar del mundo de los demás, buscamos ser héroes para los demás, nuestra vocación de héroes en ocasiones no respeta el silencio o soledad que otros buscan preservar.
Sentarnos en un café e imaginarnos qué sucede en cada mesa llega en cierto punto ser un ejercicio literario interesante, creamos personajes reales en ficciones personales. Darle sentido a cada acto y gozar de de la imaginación, escapar de la rutina hasta convertir en una nueva rutina nuestra imaginación. Ser observador que es observado, ser interlocutor de miradas en espacios abiertos construyendo ficciones aleatorias, el arte de tomarse un buen café.
Esas gestualidades que nos rodean sirven como indicador para dar explicación a los que le sucede a cada personaje. Decidimos crear actores y acompañantes, simular historias y crear participación en diálogos que no son repetitivos, sólo evasivos.
De eso se trata el noticiero de lo cotidiano, de tomarse un buen café.
AV
3 comentarios:
Si, toca tomarse un café de cuando en vez, hace falta... Le dejo entonces esto:
Café.
Me encanta las muestras de empatía literaria que dejas ver en este texto
sakncknc
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