3 de febrero de 2012

Una Carta para Muriel




Imagen Tomada de:  http://bit.ly/9qzzml
Susan-Herbert: Vincent-Van-Cat

Te pasa que te quedas escuchando la misma canción en repetidas ocasiones porque sabes que te gusta, la disfrutas en ese silencio que a menudo sueles guardar para dormir, la dejas fluir en esos miles de recuerdos que ajenos a la guerra das para la vida, dejas reproducir mil veces la misma melodía, ese sonsonete que te inspira, te permite reflexionar, te aleja de las aflicciones, te ahuyenta el temor.

Te pasa que disfrutas de una obra de arte cuando aprecias realmente el esfuerzo del artista, la calidad de ese misterio que cubre como un halo la inspiración de lo más humano de la terquedad, la capacidad creación.

Ocurre a menudo, lejos de ocasiones especiales, por el contrario, te refiere a momentos únicos e invisibles, dádivas que la cotidianidad deja en la mesa para que consumas en silencio, te sorprende, te inspira, te sientes agradecido con el artista que ha dejado para ti su mejor esfuerzo. No necesariamente debe ser una pintura o alguna canción, hay artistas que te heredan tus mejores historias, las plasman en el papel bajo un cuento o una novela de interés, otros  prefieren admirar el bullicio de las calles y en un performance loco y desventajado te envuelven en su puesta en escena, sea teatro, sea narración, sea la vida misma expresada en una hoja seca que cae del árbol de la esquina.

En la vida encontramos personajes que a la distancia de un saludo formal el tiempo nos permite conocer con mejor detalle, personas normales que logran brillar por su especial sentido de vida, seres que admiramos y personificamos en sentimientos que para el caso del reloj, los disecamos como recuerdos. Estos personajes son artistas, son escultores de buenas ideas, maestros de enseñanzas, pequeños mentores de especulaciones que ni el más letrado de los sabios es capaz de infundirnos.
Somos producto del amor, hijos de la naturaleza, inquilinos en un maravilloso paraíso que llamamos hogar, un mundo donde vale la pena vivir el día a día acompañados siempre del arte y el amor.

La de ayer fue una noche en que tuve la valiosa oportunidad de reencontrarme con el maravilloso talento de un amigo que la historia de lo  cotidiano ha sabido darle brillo. Un personaje de esos que no valen por lo que habla sino por lo que sus actos promueven, una sensatez que logra en los más simples detalles y silencios dar magia y color a la invisibilidad de la palabra, un narrador oral que desde la reflexión del pensamiento y la constante construcción de conocimiento se permite disfrutar de la ciudad y del silencio, del valor de la soledad, del éxito de una noche de meditación, un ser complejo lleno de luz.

Aplaudo su trabajo, su arte, su herramienta de dar vida a lo que la cotidianidad constantemente nos mata, la capacidad de asombro y darle ensoñaciones a los frutos de las preocupaciones y las frustraciones. Un personaje que no se referencia en macondianas escrituras, no se ubica en las guitarras y gaitas del Caribe, es complejo vuelvo y recito. Es un personaje de aquellos que apegado al más ocurrente de los libros es fiel a su feliz iniciativa de vivir en calma cada esquina de su entorno sea aquí o allá.

Los viajes del tiempo refuerzan la memoria, estoy convencido que la memoria fue su musa perfecta para reencontrarse con ese periplo de anécdotas y argumentos. Una nostalgia alimentada por el valor a tomar decisiones que en ocasiones, parecen ser más consecuencias que causas, una nostalgia metódica bien podría llamarle sin ser osado con su conocimiento y pedagogía.

Agradezco su arte, porque al artista hay que agradecerle la existencia. Agradezco su pundonor que lleno de calmadas palabras me permitió dar reflexión a una serie de acontecimientos recibidos en los últimos meses, desde el detalle mínimo de salir a tomar una taza de café, leer un libro, caminar por el parque o reencontrarse con viejas amistades, darle sentido académico a lo que la nostalgia no es capaz de esculpir.

Serenidad y gallardía para agradecer, dejar caer las hojas secas de cada árbol y admirar en ellas el simple acto de adornar un escenario mucho más amplio como lo es el paisaje de la vida, un rutinario argumento de amores y amistades, debernos el uno al otro el amor por el trabajo, el amor por lo que se construye, por el arte que se obsequia a este mundo.

Vienen en camino más funciones, nuevas historias, nuevas producciones, nuevas anécdotas, quizás, un nuevo aire a la musa que tanto nos regaña y nos ama, un poco de descanso para el alma, un poco de cerámica para el reencuentro.

Gracias, porque la vida sin arte, vida no sería.

AV

No hay comentarios.: