22 de enero de 2016

De Momentos y Personajes.




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Llega un momento en la vida en que sabemos qué queremos y como lo queremos, momento en que damos el paso a tomar decisiones importantes y le damos cabida cada vez a menos personas en nuestras emociones y acciones. Momentos donde no siempre la felicidad se comparte con los amigos sino que se guarda para sí, momentos donde el silencio nos marca la pauta y la duda, porque también se aprende a dudar y a fallar ¿quién dijo que para madurar hay que dar muestra de sabérselas todas?

Llegan días en la vida en que dejamos que todo ocurra sin dar parte alguno, situaciones donde vamos mejorando con el tiempo hasta convertirnos en mejores personas, soñadoras, encantadoras, llenas de vitalidad y ganas de abrazar al planeta entero, días en que aunamos fuerzas y mordemos en silencio nuestros labios, dejamos que el cuerpo aguante las presiones de la cotidianidad y seguimos sonrientes ante quienes nos observan, por dentro, de manera casi que natural, vamos quemando calorías con el pensamiento, con las preocupaciones mismas de la vida.

Llegan personajes a nuestras vidas que nos van marcando el paso y nos van dejando enseñanzas. Grandes amigos a los que vamos dando el rótulo de familiar al ganarse con los días y los años nuestro corazón, nos van encantando con sus favores y sonrisas, su naturalidad e interés por nuestras condiciones. Personajes que se hacen llamar amigos pero que a la hora de avanzar solo son pocos los que realmente cargan la responsabilidad de la permanencia.

Llegan momentos en que al día día sabemos lo que queremos, cómo lo queremos, con quién lo queremos. Momentos en que nos vamos dando cuenta de lo importantes que son los sueños y el esfuerzo, de igual manera las caídas y las puertas cerradas. Importantes situaciones que nos ponen en reflexión constante, casi que de manera taciturna nos llevan a la nostalgia de los días pasados; vernos envueltos en grupos y reuniones de toda índole, aprendemos a sacar prioridades y a decidir con quién queremos compartir cada momento y con quién queremos compartir cada pensamiento.

Ha llegado el momento – una vez más – en que se aprende a decir “no”, en que se aprende a hacer el quite  a las malas intenciones, a los malos amigos, a las malas noticias y claro, al mal trato. Etapas de la vida donde se decide con quién no se quiere estar, es más fácil de lo que se cree, querer decirnos a nosotros mismos NO, alejarnos de aquellos fulanos que nos comparten falsa empatía, rechazar esas reuniones o lugares que nos dan incomodidad, ¿por qué debemos de soportar tales personajes o situaciones?

Quizás para algunos su condición laboral le lleva a permear sonrisas por escaramuzas, a soportar malas compañías a cambio de esa estabilidad que se busca para el hogar, allí es de total comprensión – y apoyo – pero en esta oportunidad lo que convoca la reflexión es el entorno social o familiar, nada tiene que ver con las incómodas reuniones o “amistades” que se construyen en la vida laboral, por el contrario, mucho y todo tiene que ver en nuestros espacios íntimos, nuestra cotidianidad, pero ¡ah vida miserable!, aquella que se ha construido si las únicas amistades con las que se cuenta, son las del entorno laboral.

Aprendemos a enamorarnos y a trascender más allá del amor, a encontrar que amor es construcción constante, que escogemos a las personas que escogemos porque son precisamente aquellas las que nos alimentan el alma día a día, pero que así como se ama, se castiga también. Se construye y el sencillo ejercicio de construir trae consigo esfuerzos y sacrificios, entrega, disposición, madurez y mucha seriedad para asumir el control de cada paso que se da – ahora en pareja – ser consultores uno del otro, consejeros, reguladores, amigos y claro, enamorados.

Llegan tiempos en que reflexionamos más allá de lo que nos permite la filosofía, le damos rienda suelta a las emociones y desde ellas es que salimos a la vida a dejar en claro nuestras posturas, dejamos que las intenciones aparezcan desde la pausa del momento y no desde a constancia de las ideas. Somos impulsivos, efusivos, evasivos, egoístas, narcisistas. Somos humanos ¿qué más se puede esperar?

Hemos convertido a la naturaleza en nuestro nuevo universo cultural eliminando de ella toda condición natural, producto de ello, hemos convertido pues a nuestra humanidad en un total conjunto de toma de decisiones que poco o nada se tienen que basar en la intuición, hemos dejado de lado la supervivencia del territorio por el ahora discurso y metodología. Hemos hecho de nuestra condición humana un abanico de métodos y reflexiones, de momentos y personajes.

Hemos olvidado ser recolectores para convertirnos en pensadores.

AV

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