31 de enero de 2016

Sin Título (Hoja en Blanco)



Cat Portraits by the artist: Gail Bartel (2008-2016)

Hay días en que pasamos el tiempo pensando en los menesteres pendientes, en lo difícil que se hace aterrizar una idea y darle forma en una hoja en blanco, días en que la presión del tiempo es más fuerte que la confianza en uno mismo, momentos en que dejamos que el tiempo se desperdicie en pensamientos etéreos  y no en pensamientos constructivos, en ideas que aporten o acciones que permitan dar forma a lo que solo existe en la mente. Este es de esos días.

Suceden ideas una tras de otra pero ninguna con fines de quedarse en algo concreto, se disipan los temores pero a su vez, se desdibujan las seguridades, caemos en una espiral intermitente de ansiedad y confusión, días en que nos dejamos vencer por la hoja en blanco, no es que sea una aproximación a la literatura o una labor de reflexión, es digamos, un compromiso de crecimiento profesional el que se estanca en esa página desnuda, compromiso que se quiebra en el vacío de las ideas, la nulidad de las voces perdidas.

Las preocupaciones aparecen como telaraña en casa abandonada, se van corrigiendo a sí mismas para alardear de sí, se ubican en cada rincón y van consumiendo cada optimista impulso que exista en el interior. Preocupaciones que se van guardando en tiempos justos hasta estallar en sí, nos corroboran su placer por la hoja en blanco, por la historia no escrita.

Nos frustramos un poco, pero también nos desnudamos ante la insensatez del deber incumplido, nos doblamos en una constante duda, salimos en defensa de nuestro silencio y disimulamos al mundo el sufrimiento que se carga; disipamos las ideas en frascos vacíos, llenamos de tinta la pluma, dejamos en blanco a la hoja.

Cargamos nuestras mentes de culpas y acumulamos los fracasos o pendientes del ayer con el reciente, dejamos que como bola de nieve aumente el sentimiento, como la leche que se riega cuando hierve, como la espuma que sube cuando se calienta, como las mentes que se apagan cuando estallan los dolores y las imperfecciones.

Somos seres de costumbres, la culpa y la indignidad se impregnan, se aprehenden como un imán a la nevera, le damos sentido a lo bello aun a sabiendas que es precisamente lo bello lo que nos deja en muda sincronía; espacios vacíos que se rellenan con sentimientos insensatos, que se acumulan como polvo bajo la alfombra, que se desdibuja como la humedad en las ventanas un día lluvioso de verano.

Duele, pero no se sabe que ocurre.

Nada se escribe. Solo el silencio se percibe, el aroma a cigarrillo ronda por la habitación y sella en ella los recuerdos de la memoria. Difícil es además, cuando de la culpa nace el resentimiento y en él el instintivo deseo de auto-agresión, la complejidad del alma por las oportunidades perdidas o desperdiciadas, por las emociones desechadas y claro, las expectativas frenadas.

Nada se escribe, ni un título o rótulo, queda todo en el vacío dando de sí vueltas y vueltas, como el perro que quiere morderse la cola, dando vueltas en un mismo espacio sin pretender lograr algo. Se convierte tedioso soportarse a uno mismo, pero más tedioso es dar cabida a todos los seres queridos en un mismo silencio y pretender que a todos se les debe de sonreír sin siquiera intentar explicar lo que por dentro ocurre.

El poeta es un mago que descubre la sensibilidad del mundo en un papel sin exponer la suya, un incendiario que construye su propia casa en las ideas para quemar en un escrito sin publicar. 
El poeta a la final no es más que eso, un fabricante de poesía que desdibuja lo que para otros puede ser simplemente una anécdota o un deseo.

Un mundo lleno de letras donde en ocasiones estas no se juntan para dar un final legible, un universo comprendido por miles de historias y experiencias, de ideas finitas, de religiones y canciones, un cosmos que trae dentro de sí la dicha resuelta que los malaventurados buscan en las calles.

Una casa gigante, amarilla, con patio trasero, una reja verde, en otros tiempos de color azul, un recuerdo en la casa grande, la casa amarilla. Las hojas secas cayendo sobre el pavimento, el niño que observa sobre la ventana. Solo estos recuerdos aparecen de manera fugaz, nada y mucho que ver con la necesidad de producir escritos académicos o profesionales, nada que relacionar con poesía o literatura, solo reflexiones.

Solo aflicciones y desencantos.

Palabras vacías;

... hojas en blanco.

AV


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