7 de marzo de 2017

Nuestra Aflicción







Los silencios se convierten en esos caminos donde nos dejamos llevar por el pensamiento, los desvirtuamos de toda realidad y allí comenzamos a fraguar todas nuestras preocupaciones y anhelos. Vamos como es costumbre diseñando en cada silencio las excusas necesarias para afrontar el día siguiente.

Se viven etapas que nos ponen en consuelo cada momento de vida, damos de nosotros lo suficiente para que el prójimo tenga en sí su mejor versión de sí, le extendemos confites y uno que otro cumplido siempre con el ánimo de dar apertura a una sonrisa, porque de sonrisas vacías nos hemos llenado en estos últimos meses.

Cuesta mucho imaginarse que todo podría estar diferente, cuesta, porque no somos amigos del futuro paralelo, de esos inciertos pensamientos donde acomodamos la vida a situaciones paradójicas, paralelas a los hechos reales que acontecieron. No servimos para pensar más allá de lo que la inmediatez nos arroja,

No sirvo para llenarme los bolsillos de expectativas andantes cuando de andares es que he alimentado mi cuerpo por muchos años. Quizás es cansancio o rebeldía, no logro cuadrar los pensamientos con los vacíos que cada silencio va dibujando en la pared, como la tiza que en la pizarra va dejando una línea débil y sin sentido. Llevarme las expectativas a la calle y dejarlas allí esperando por una idea feliz, o quizás guardarlas en el equipaje y trastearlas de oficina en oficina hasta cansarse de sí.

Dejar dicha responsabilidad en la música y exigir a las canciones que den sentido a los silencios, que den un significado a las reflexiones que se pierden en la mente, que no trascienden el verbo y el fonema. Dejarme caer en la soledad de una habitación esperando a que sea mi turno de dar declaraciones y justificar un currículo.

Esperar.

Es muy difícil dar a cada silencio su lugar. Toda preocupación tiene su ocupación, su tiempo y directorio. Todos tenemos etiquetas para lo que nos ocurre, pero es que es difícil compañeros, es difícil querer verbalizar lo que el alma ya ha llorado, lo que la voz ya ha gemido y las plegarías han despedido. Es difícil dar el giro que todos sabemos que hay que dar, desanclar las ideas y pretender que el trayecto apenas comienza.

No se trata de creer en agüeros o en excesivas verdades metafísicas, no es interponer la razón a la devoción ni censurar la especulación en manos de la desesperación, es querer dialogar. Se hace injusto no poder hablar, no sentir respuesta, desestimar toda conducta ante una pared que no cede.

No es darle a la costumbre un lugar sagrado para llenar el vacío que las despedidas dejaron, no es darle categorías a cada sentimiento, a la final la mierda es mierda y el oro es oro. A la final el amor es amor no importa desde donde se sienta o hacia dónde se oriente. De un modo u otro no nos debe de importar los colores o etiquetas, la materia misma de las cosas o los dolores escasos de los silencios.

Ya hablábamos en versiones anteriores que estamos rotos por dentro, pero nunca mencionamos qué era lo que se nos colaba por entre las grietas, nos negamos en concordancia con el afán, a darle espacio a páginas leídas de la prensa. Preferimos darle al recuerdo la responsabilidad sobre la nostalgia, ser hipócritas quizás ante los silencios, ser en excesiva razón bullosos con la verborrea, porque para caminar nos han educado, jamás nos hablaron de hacer pausas y reflexionar, de tomar impulso, de caminar en reversa si es el caso.

Quedaron muchas preguntas por responder, se sienten una gran ausencia que en el otro plano se excusa como celebración. Se me cuestiona el don de la vida cuando es esta la que nos da pistas que no me son fáciles descifrar, se me cuestiona el don de la vida cuando es el tiempo el que me quiere hablar pero en su fonética y estética. No soy un traductor de silencios, no soy un lector de horas o momentos, huérfano quizás, pero tampoco guerrero ni portador de luz.

La aflicción puede ser temporal, pero ya se habla de un temporal de casi 8 meses donde el tiempo ha volado más rápido que la misma capacidad de la memoria de darnos un lugar de calma. La aflicción puede ser nula si la acobijamos con abrazos como se ha intentado hacer a pesar de que en el fondo, allí, donde se incuban los sueños sigue estando presente esa sonrisa como una insignia de pequeños exploradores.

Los silencios se convierten en esos caminos donde nos dejamos llevar por el pensamiento, los desvirtuamos de toda realidad y allí comenzamos a fraguar todas nuestras preocupaciones y anhelos. Vamos como es costumbre diseñando en cada silencio las excusas necesarias para afrontar el día siguiente o por qué no, para encerrarnos en esa noche siguiente.

Buscar otros caminos para hablar, para comunicarnos, para responder las preguntas que a la fecha aun quedaron sueltas en el sillón.

Para volver a preguntar.


AV

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