21 de septiembre de 2022

Espectadores (Café)


 Imagen tomada de:

https://dribbble.com/shots/15488442-Night

Night By: Lee Art

Estamos cómodos, nos tomamos un café y pensamos en las tareas del día a día, vamos tejiendo emociones sobre el hilo de humo que huye del envase, bebemos con calma, con la prudencia de un abandonado que llega a la memoria.

Hoy es un día normal para muchos, estamos a mitad de semana y vamos contemplando los deseos de viernes y sábado en la agenda, nos vamos despojando de los afanes que trae el lunes y las exigencias del martes. Nos vamos, diría el rencor de los olvidados.

Es un día de sol para muchos, de fantásticas experiencias para quienes llegan por vez primera al lugar deseado, un día en que el mundo gira por igual para todos, donde la fortuna nos abre puertas y el infortunio cierra cortinas.

Nos envolvemos en las ideas de todo lo que nos identifica, de una taza de café que sirve de testigo a la ansiedad de los jóvenes de siempre, de un cúmulo de imágenes que en pantallas variopintas socaban emociones, suspiran.

Pensarnos en algún momento de incomodidad no necesariamente es una acción por el cambio.

He deseado tanto la comodidad que lucho por ella día tras día. ¿Por qué debo de salir de esa zona de confort por la que tanto he luchado? ¿No es precisamente mi lucha por llegar aquí la que me premia con no hacer nada?

Una taza de café a mitad de la semana, a mitad de la tarde es un premio al esfuerzo de quienes en la noche han entregado sus ideas y mejores cumplidos. No hacer nada quizás sea el mejor regalo para quienes se han puesto la camiseta en nombre de un alto especulador.

Disfrutamos de un buen libro, de una buena conversación con amigos, disfrutamos de cada día que vivimos y de cada año que cumplimos, de cada mirada que se nos cruza en el camino. De unos ojos cafés, una sonrisa o un mensaje de amor en una canción desesperada.

Bebemos de la taza de café, se ha enfriado un poco y el aroma cambia su nota a algo acaramelada, se vislumbra un delgado hilo caoba en el borde, sumergimos pensamientos en la soledad de una cafetería y avivamos el gusto por lo que hacemos y descansamos, por aquello incluso que hemos dejado pendiente.

Desconocidos nos rodean y conversan de temas varios, de proyectos, de sueños, de fiestas pasadas, de familiares que ya no están, de tareas incumplidas, de buenos y malos jefes, algo de romance, algo de política, conversaciones de frustraciones deportivas, de desesperadas búsquedas, de tranquilas emociones. Todos nos rodeamos de desconocidos en un café, todos somos una isla en un archipiélago de comodidades e incomodidades.

Todos tenemos frío.

Me gusta esperar el impacto del paso siguiente, dejar sumergirme en conversaciones taciturnas, ahora todo es escrito, leemos las emociones que nos comparten. Redactamos órdenes y compartimos instrucciones a través de medios digitales, poco a poco vamos dejando de encontrarnos a tomar café, a comer algo de postre.

Nos visitamos en el recuerdo de una caricatura.

Venimos a este mundo a ser espectadores de la democracia, a vigilar las acciones de quienes no conocemos. Venimos a existir y a servir, a dar el apoyo al amigo desventurado o simplemente a dejarnos cómodos en un simple estado de soledad.

Cae la noche en este soleado día, guardamos regalos en la maleta para futuras oportunidades, vamos preparando los argumentos para el equipaje de la mañana siguiente. Nos conformamos con sentirnos libres, con terminar una taza de café sin reproches y llegar a casa a descansar, o preparar la tarea de la correspondiente jornada.

Vivimos a la expectativa anhelando la calma de una zona de comodidad, hablamos con todos de todo y dejamos que se riegue nuestro sentir en el vacío de un día cualquiera. Vivimos, porque para eso hemos nacido.

Se termina la taza de café.

AV


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