27 de septiembre de 2022

Preocupaciones

 

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Hay preocupaciones que nos comienzan a perseguir en cada trayecto como una sombra, se impregnan en cada pensamiento y logran hacernos sacudir hasta el más firme de los huesos como si tuviéramos ganas de bailar en un mundo de desesperados.

Estas preocupaciones deambulan por la eternidad, al principio nacen como una idea recurrente y nos acosan como una canción de temporada, luego se van excitando en nuestra mente y cruzan el pabellón de lo inservible para instalarse cómodamente en algún nervio, como un trastorno.

Las rechazamos con esfuerzo, dejamos que todo fluya y ocupamos la mente en las complejas tareas del día a día, despertamos en el hacer de cada actividad. Estamos programados para ejecutar, pensar lo justo y ser suficientemente necesarios. Podemos invertir las ideas en tiempos de ocio, como crear recetas de coctelería, componer canciones o escribir un blog.

Estas ideas recurrentes que ahora son trastornos, se camuflan en la esperanza de otra idea no tan recurrente. Encuentra en la ingenuidad una propuesta algo donde madurar. ¿Queremos programar un viaje? ¡Qué rico sería ir a otra ciudad!

Allá, donde la ingenuidad se combina con los sueños y anhelos, las ideas recurrentes, los trastornos, los pesares y fobias se sientan a conversar en un foro de inquietudes: ¡Hay que crear una preocupación mayor! – concluyen -.

Somos exageradamente humanos pero nuestra esencia es infinitamente emocional, energética, oral. Allí dónde el habla comienza a dar forma a aquello que la mente objeta, es dónde se confronta por igual el quejido de aquello que no hemos dado atención.

Hay preocupaciones que insisten en permanecer a pesar de que de nuestra parte se haya derrumbado una torrencial lluvia de ideas para darle solución, como si el capricho de existir fuese suficiente para no ceder.

Miramos de manera advertida a todas direcciones, buscamos consejo en otros fulanos igual de preocupados, con asuntos personales que atender, con afanes propios y vacíos existenciales prematuros. A esos fulanos les dedicamos una inquieta mueca de comprensión, porque estamos solos, vivimos en un mundo de frecuentes preguntas sin respuesta.

Cuando damos alternativas a todo aquello que nos aqueja, cada alternativa, como una espina en enredadera, va afilando preguntas que a bien puedan desbaratar el propósito de solución o bien pueden dar complejidad a una preocupación emergente. Como un juego de voces donde gana quien más alto habla.

A cada alternativa se le va dando un plan, una hora, un lugar, unos actores válidos y unos favores. Pero qué lástima es la vida y qué oscuro es el mundo cuando debemos de sobrevivir a costa de la voluntad de un tercero.

¡Qué miserable es la existencia de aquel que depende de otros para ejercer su derecho a vivir!

Nos arrojamos de cabeza al agua, como el ave que caza a su pez, sin miedo al impacto y con la certeza de que se atrapará al pez mismo, jamás pensando en el riesgo de un mal movimiento o la frustración de confundir un pez con un alga. En ese intento de decisión firme y constante vamos atacando a las preocupaciones y creamos propósitos.

No podemos caer en desespero, debemos de dar a lo sereno espacio de reflexión, a lo altivo algo de complicidad y mucha adrenalina quizás, a lo íntimo y personal, algo de olvido, quizás.

Quizás.

Podemos soñar a diario y enfrentar diferentes versiones de nosotros mismos, podemos cumplir las labores del día a día de acuerdo a un plan de acción y en ese plan dejar fluir pensamientos recurrentes, podemos incluso, no hacer nada y allí, en la nada, encontrar ideas perturbadores de lo que la nada misma dignifica.

Fantasías.

Como el aire que respiramos y el café que bebemos, no tenemos la conciencia exacta de cómo y cuando ha sido necesario cada suspiro, cada sorbo de oficina, el origen y destino de los pensamientos que se anidan mientras el café hace su efecto en el empleado del mes.

Mientras el oxígeno se convierte en preocupación.

AV


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