11 de diciembre de 2025

Amor y decepción (Tiempo).

 


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¿Podemos pedirle al amor algo de comprensión y ternura para quien lo sufre?  ¿Podemos, incluso, exigir algo de cordura a quien cae en el ansioso ritmo de la incertidumbre?

Somos testigos de muchas historias donde el amor triunfa, donde se dejan lecciones y hasta rencores, sabemos que en el camino las reflexiones van madurando con la edad, llegando casi siempre al extremo de la decepción.

Un péndulo que se mueve con la suavidad de una llovizna, de un lado encontramos la fuerza de un sentimiento capaz de derrumbar imperios y cruzar océanos, de otro, en el extremo opuesto, está la silla vacía de una esperanza que se ha evaporado frente a todo el mundo.

En ese péndulo el trayecto nos va llevando acorde la edad nos permita pensar, sentir quizás, creer que todo está listo. Que hemos vivido suficiente o que estamos ante la oportunidad de volver a creer, a la final todo se resume en la esperanza y la decepción.

Algunos sujetos, de pragmática vocación, sugieren vivir en el estado pleno de la decepción y la desconfianza, por aquello de evitar heridas o frustraciones. Se enfundan una secuela de pensamientos que no dan cabida a un amor o alguna ilusión de esas que conlleva a comprar perfumes o flores. Esos sujetos, que con el caparazón de los años han construido un refugio para la nobleza de sus emociones son preciso, quienes nos han guiado en anteriores historias por las más bellas canciones y poemas del mundo.

No se trata pues de juzgar al amor como aquel acto sagrado de pretender a una pareja o cortejar a algún personaje desconocido. No es navegar en el ocio de la sexualidad y los vacíos emocionales, es más bien, escalar una pared que tiene un inmenso letrero de “Salida de emergencia”. Es querer expresar en diferentes letras y experiencias todo aquello que el acto mismo del amor nos puede enseñar, desde el respeto y admiración por un amigo, el afecto por el trabajo, por el conocimiento, la revolución incansable del tiempo libre, el amar la soledad, el amor por la madre.

Siempre que se pretende ubicar al amor en un segmento se nos escapan esos detalles que no son propiamente amorosos, sino, razonables. Porque el amor es constancia, disciplina, confianza y claro, mucha pero mucha fe.

Amar es un acto de fe ciega, de excesiva confianza y de mucha, pero mucha vulnerabilidad, por eso nos duele cuando un amigo nos falla, cuando un proyecto no triunfa, cuando el silencio nos fastidia, cuando la pareja nos falla.

Hoy en estas letras me siento con la tranquilidad de quienes nos han fallado son parte de algo más grande, de un proceso o un aprendizaje del que ahora se hace parte, quizás como mensaje, quizás como abrigo, quizás como cualquier personaje itinerante, quizás, incluso, como algo innecesario.

¿Podemos exigir algo de cordura a quien cae en el ansioso ritmo de la incertidumbre?

No, pero si podemos abrazar a esa incertidumbre y brindar una buena taza de café.

Es justo y necesario conversar. 

AV.


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