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By: DonDiLuca
Alguna vez Pedro Conejo se
encontró con un viejo amigo de sus años de infancia, su nombre real es Pedro
Alejandro Coello Miranda, pero sus mas fieles compañeros le apodaron conejo,
por aquello de una traducción mal hecha. Se trataba de Miguel Espitia Laverde,
un amigo que en las calles repletas de incautos se le atravesó aquel sábado de
diciembre y en un saludo familiar, revivieron el recuerdo de tanto tiempo
juntos.
Aquel encuentro por demás cordial,
permitió a Pedro saber que Miguel ahora era padre de familia, ingeniero de
profesión (de esos que arregla computadores y diseña páginas web) entre otros
aspectos superficiales del ser humano.
Miguel se retiró con unos paquetes
de plástico llenos de ropa para regalar, estaba preciso comprando los regalos
de fin de año para sus empleados, era propietario de una pequeña
firma(boutique) de software y vainas por el estilo. Al llegar a casa saludó a
su esposa, una dama de buena apariencia con la que estudió en la universidad, le
informó de su encuentro breve con Conejo, Pedro, le explicó.
Ella soltó una sonrisa amable y
simuló escuchar toda la historia.
Al finalizar se retiró a seguir
organizando los muñecos de felpa con los que pretendía decorar la navidad de su
residencia, en ese instante un mensaje de chat le notificó que Alejandra le
estaba enviando una nota de voz. La escuchó con la simpatía de un carpintero y
allí descubrió que Jesús Manuel había vuelto con Margarita Peña, la muchacha
que conoció aquel día en el club de tenis.
Respondió la nota con otro mensaje
de voz argumentando sorpresa, pues la vez última Margarita había estado saliendo
con Jota (Jose Manuel), el amigo de la universidad. Alejandra respondió que
Jota hace mucho que no le contestaba llamadas a Margarita, que tal vez allí
radicara la intención de acercarse a Jesús (el amigo).
Regresó a donde su esposo, Miguel,
con un beso coqueto en la mejilla y un tono de voz de niña caprichosa, le contó
de la novedad de Margarita y Jesús, él, concentrado organizando los paquetes de
regalo para sus empleados respondió con la misma sonrisa amable que recibió al
llegar a casa.
Margarita escribió un mensaje a su
amiga Alejandra, pidiendo algo de prudencia le informó que las cosas con Jesús
estaban algo inestables, desde un par de noches que venían saliendo siempre
terminaban discutiendo por temas superfluos pero hirientes. Alejandra, que estaba
sentada en la cama de su propia habitación, en pantalón corto y blusa de
pijama, respondió con sorpresa, no esperaba que las cosas entre ellos fueran
tan fugaces.
Tomó el teléfono y con otro
mensaje de audio le notificó a su amiga, la esposa de Miguel, la novedad.
Margarita leyendo las palabras de
consuelo de Alejandra, decidió responderle cambiando de tema. Allí le preguntó
por Boris, el trigueño que conoció días atrás la reunión de trabajo.
Alejandra guardó silencio por un
largo rato, se sentía avergonzada por lo ocurrido y prefería ignorar el tema.
Respondió con un cortante “bien” e intentó cambiar el tema, no
esperaba de Margarita la insistencia.
Evadía cada pregunta al punto de
responder con agresividad.
Pedro Conejo terminó de hacer
memoria de aquel sábado en el que se encontró con su amigo Miguel, tomando nota
de cada detalle, sonrió como un triunfo de la vida el poder ver a sus viejos
amigos crecer y madurar.
Tomó su teléfono móvil y
escribiendo un breve mensaje al grupo de amigos del colegio, comentó de su
encuentro casual con Miguel, deseándole siempre salud y muchos éxitos en su
empresa.
Nadie respondió el mensaje dejando
en visto el intento de socializar, pero las consecuencias de ese encuentro no
fueron esperadas para Pedro, pero sí para Miguel que en un matrimonio frío como
una sala de quirófano, revolvió la vida de su esposa, de Alejandra, de
Margarita y de dos caballeros más a los que no conoce.
Un encuentro casual que terminó por desenredar un nudo complejo.
AV.



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