Imagen tomada de:
Estaba sentado con las piernas estiradas sobre una mesa
que tenía en frente, el calor de un miércoles casual traía consigo la libertad
del trabajo como independiente. Tomaba un café recién colado, fumaba un
cigarrillo mentolado y con sus audífonos puestos, escuchaba algunas baladas
románticas de los Tigres del Norte.
Esteban Mellizo se sentía pleno, bajó las piernas de la mesa de madera y se sentó en postura recta, sorbió algo de su café y botó la colilla del cigarrillo junto a una matera de cerámica. Revisó su teléfono y encontró una notificación del servicio de transporte urbano para el que trabaja, estaba la opción de atender una encomienda del otro lado de la ciudad, el dinero a recibir como pago era una buena suma, incluso superior al estándar de la aplicación.
Aceptó el pedido y de inmediato comenzó a revisar de qué trataba la labor. “Muy bien, recoger un paquete en Ciudad Campestre y llevarlo hasta el Cantón Militar… interesante, es de extremo a extremo en la ciudad”.
Tomó su motocicleta y alrededor del mediodía salió en dirección a la zona de Ciudad Campestre a recoger el paquete. Allí le esperaba un señor elegante, de camisa negra y un pantalón de jean negro. Calzaba tenis también de color negro, posaba unas gafas de sol con lente totalmente oscuro y una gorra negra. Una brillante cadena de plata resaltaba en su pecho, a propósito del inclemente sol de mediodía.
Esteban Mellizo se presentó, estacionó la motocicleta y se retiró el casco, allí dejó ver su cabello corto, al ras, una barba más bien en sombra y un bigote pronunciado, como el de sus ídolos mexicanos. Saludó al elegante caballero y preguntó con ahínco si alguien esperaba el paquete en el Cantón Militar. El señor de camisa negra le señaló las indicaciones en una hoja de papel que iba acompañando el paquete, una bolsa plástica negra.
Nuevamente Esteban preguntó si el paquete traía algo delicado en su interior o si requería de algunas especificaciones, el señor de camisa negra sin inmutarse negó con la cabeza.
Esteban agradeció y se subió a la motocicleta, acomodó la bolsa plástica en su brazo izquierdo y se acomodó el casco para arrancar, según la aplicación móvil, el trayecto tomaría unos veinte minutos.
Arrancó directo por la avenida panamericana, el paquete colgando de su brazo no le incomodaba, pero en ciertos momentos sentía que era pesado, una simple impresión de un simple paquete.
Cerca de la avenida Trujillo, se detuvo en un semáforo en señal roja, tomó el paquete y lo cambió de brazo, pues le empezaba a incomodar, casi que con dolor, pues el peso o el movimiento del trayecto le afectaba poco a poco. Al momento de cambiar de brazo sintió la bolsa plástica más pesada, de alguna manera pensó, era solo por el cansancio o el calor del inclemente sol.
Arrancó y dobló por la avenida 38, siguió directo el trayecto que la aplicación le recomendaba, el brazo derecho estaba empezando a sentir el cansancio, o más bien, el dolor de una bolsa pesada.
Se detuvo en una estación de servicio, para no estorbar a nadie en la vía; tomó el paquete y lo ubicó sobre la base de la moto, entre su estómago y el panel de navegación. Arrancó y siguió el camino sintiéndose incomodo en todo momento, incluso con el temor de que se fuera a caer la bolsa durante el trayecto.
Revisó el teléfono y allí vio en el mapa que estaba a cinco minutos de distancia, es decir que muy cerca del destino, intentó levantar la bolsa pero estaba tan pesada que tuvo que tomarla con las dos manos, pesaba en exceso como si en su interior llevase cemento o algo por el estilo. Se la puso sobre las piernas y continuó su recorrido en dirección al Cantón Militar.
La motocicleta avanzaba con bajo ritmo preciso, por el peso increíble
del paquete.
Con el miedo de accidentarse Esteban se detuvo en una esquina, junto a un lote abandonado, apagó la moto y con la impertinencia de un niño necio, abrió la bolsa para ver que pasaba en su interior, estaba tan pesada que sintió el esfuerzo excesivo en su cuerpo para poderla bajar de la moto y ponerla en el suelo.
Allí la abrió y no encontró
nada en su interior, solo había oscuridad, como la boca de un túnel que en su
profundidad solo trae la negritud de la nada.
Se pasó la mano por encima del casco en señal de incomprensión, por un instante quiso dejar allí tirada la bolsa, pero bien sabía que estaba bajo supervisión de la aplicación de transporte.
Se sintió atraído a meter la mano para buscar si había algo extraño pero un ligero temblor por su cuerpo le dio la señal de que era una mala idea, se quitó el casco y se rascó la cabeza como una muestra de inquietud, no sabía preciso que hacer.
Se quedó de pie un rato mirando al interior de la bolsa, en algún momento en medio de su distraída mirada sintió que algo dentro de la bolsa negro le observaba, algo extraño. Se agachó y con ambas manos intentó abrir del todo el paquete, allí se sorprendió con un juego de luces leves, brillantes puntos aparecían como si fuesen pequeñas galaxias.
Se sintió tonto, pensó quizás que estaba demasiado mareado por el calor del día, cerró la bolsa nuevamente y apretó el nudo, intentó levantarla para llevarla en la motocicleta, pero estaba tan pesada que no pudo siquiera levantar un centímetro del suelo. Nuevamente se rascó la cabeza en señal de preocupación.
Se agachó, cansado además, deshizo el nudo y quiso mirar adentro de la bolsa para entender qué ocurría. Una voz ligera, distorsionada, ilegible, inesperada le saludó.
Soltó la bolsa con la reacción de un animal que es sorprendido por su depredador. Abrió los ojos lo suficiente para ver en el fondo de esa oscuridad otros ojos, una mezcla de colores varios, resaltaban el verde, el violeta, el naranja, resaltaba todo y la oscuridad también. Aquellos ojos le miraron fijamente como una corriente de aire que choca con la nada.
Esteban intentó alejarse, sentía miedo y el deseo de gritar, pedir auxilio. Giró su cabeza para buscar a alguien en el camino, pero no vio a nadie, no vio nada.
Todo era oscuro a su alrededor, estaba en otra parte, su motocicleta había desaparecido al igual que todo lo que fuera creado por el ser humano.
Alzó la vista buscando al cielo, simplemente encontró la nada, un agujero de luz se iba empequeñeciendo, como si se tratase de una bolsa plástica que se cierra.
Todo era oscuridad rodeada de pequeños universos.



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