26 de abril de 2025

SÁBADO (y otros cuentos)

 



Imagen tomada de: https://media.streetartcities.com/4/457db323-0bde-43f0-aaf1-fd33544ea540/orig.jpg

By: Belinda Salazar https://www.instagram.com/p/Caatq6Fl5tR/


Es abril, nos quedamos observando las ventanas mojadas de tanto llover, nos sentamos en el paisaje urbano como un igual, nos dejamos llevar por las ilusiones del amor y otros cuentos cotidianos.

Es sábado, nos levantamos a caminar y conversar, a dictar clase, a leer un libro o a escuchar una grandiosa canción, de esas que siempre terminan mal.

Elevamos la mirada para ver en el sol el cansancio de un universo que busca abrigo en el silencio de los transeúntes. Nos alejamos de todo lo que nos incomoda, buscamos en el mañana el espacio preciso para la tarea pendiente, porque hoy no la vamos a hacer.

Nos encerramos con frecuencia en palabras y excusas humanas, un acertijo cotidiano de lo que podríamos mejorar, es preciso cuestionar todo lo que nos rodea, la presunción de inocencia que tanto anhelamos en medio de promesas incumplidas.

Es justo querer cambiar, mejorar. Es injusto transformarnos en el ritmo diario, ser astutos en cada instante, ser honestos con el sentimiento y un poco, quizás, de mentirosos con el acto puro de sonreír.

La vida es una colección de retos que van forjando el carácter y la música una sinfonía de otras vidas que no hemos vivido, descalzos caminamos para sentir en vida lo que muchos caminaron años atrás.

Hemos visto la tristeza en la edad de los amigos que ya no están, en el complejo e íntimo momento de la enfermedad, aquellos que sufren en silencio el dolor de la soledad, el destierro de la cotidianidad ajustada a una habitación.

Por demás estas letras, con sus canciones adyacentes y sus pasos desorientados son una prueba de lo poco que podemos llegar a concertar con el tiempo, nos vacilamos en palabras y recuerdos, bien lo señalaba mi gran amigo Francisco, hay que recordar sin estancar, sin predicar, es mejor comprender y evocar. De ahí la pertinencia de homenajear y conmemorar, de saludar dejando en la mano estirada, un consuelo benevolente.

Son letras simples, como la marca de un estadero de comida o la nota de una cuenta de cobro, letras que se acomodan en un sábado corriente, soleado, desabrigado, cordial.

Nos alejamos con los pasos marcados en senderos urbanos, tan similares a la onírica vida de los optimistas, de aquellos que, entre seres humanos, vacilan como animales depredadores.

Es sábado, con otros cuentos cotidianos.

AV

20 de abril de 2025

QUIERO

 



Imagen tomada de: https://streetartutopia.com/2021/03/22/street-cat-art-by-swiftmantis-in-papaioea-new-zealand/

Street (cat) Art by SWIFTMANTIS in Papaioea, New Zealand (March 22, 2021)


Después de un largo viaje siempre llega la reflexión en el bolsillo del pantalón, allí se reúne como una asamblea de ideas, la mejor de las intenciones por lograr tejer palabras que sirvan de inspiración o quizás, de llamado de atención, todo como un conjunto de personalidades que quieren dialogar.

Se abre oficialmente la temporada internacional de esta breve estancia en el día a día, una temporada que con altas expectativas me reprende con la intención única de ser una mejor versión de aquel yo que se peina con afecto frente al espejo.

Una temporada que me lleva a recordar los lugares a los que hace mucho tiempo no volvemos, como la casa de los abuelos, el parque de los helados o quizás, alguna avenida que caminamos tomados de la mano con aquellos que ya su ausencia nos grita en la memoria.

Una necesidad de poder sentarme, mirando al cielo sin importar la hora, busco a quienes me olvidaron, la palabra justa para darles las gracias por sus honores y cómo no, sus afectos.

Regalar en el tiempo vacío, un beso por cada herida que insiste en aparecer, cruzar las piernas y en una fotografía estampar el colorido diseño de unas medias que me anclan al niño que quiere crecer, al paisaje que de fondo brinda contexto a una taza de café, a una copa de vino o simplemente a un grupo de caminantes soñadores.

Recordar en el silencio lo que prometimos al niño interior, a ese joven entusiasta que busca ser escritor, a ese adolescente rebelde que quiere fortalecer los espacios culturales, al profesor que quiere enseñar lo que se hace presente en el mundo real, al esposo que amó cada día, que tomado de la mano su enamorada soñaba con un universo de grandes cosas que ahora, como todo en la vida, son aprendizajes, olvidos que nos hacen orar.

Caminar, porque eso hago con frecuencia cuando el nido de pensamientos quiere poblar a cada insensata palabra que se me escapa.

Escuchar mi canción favorita, pero qué cantidad de canciones las que he sembrado en vida, desde las fábulas de Milanés y Rodríguez, hasta las plegarias anglosajonas del rock.

Sin necesidad de sentirme desarraigado, dedicado mi día a día a la contemplación de lo cotidiano, descubriendo en cada ocaso, el atardecer justo que el tráfico suele interrumpir, besar en la lluvia el sonido coqueto de una espera, en el inclemente llanto de una cafetera o la sabia sonrisa de dos cubos de hielo en un vaso de whisky, en cada caso, darle a la normalidad de las acciones un protagonista permanente: mi mirada del todo.

No ser de un lugar específico, porque como bien mentaba, se abre la temporada internacional de este año retador.

Le prometí al soñador pos-pandémico, que celebraría mi cumpleaños siguiendo las estrellas en las cuatro estaciones, el otoño permanente de cada octubre. Desde Santiago, Salta y Río de Janeiro, hasta las paradisiacas playas del caribe o golfo mexicano. Una receta de ideas que deben siempre, caer en una taza de café, en una promesa convertida en proyecto.

Querer que las cosas sucedan, intentar siempre que lo que no es posible sea una propuesta y no una querella.

No puedo olvidarme de todo lo vivido sin pretenderme ser quien no soy, no puedo reflejarme en el agua de un río o en la ola de una marea insensata, me debo pues, a lo cotidiano del aire que acompaña a cada corriente de agua.

Me debo a mi madre, y en ella, a cada esfuerzo que el tiempo ha dado.

Quiero, porque puedo.

AV

14 de abril de 2025

Tiempo de Fe (Recordar)

 


Imagen tomada de: https://i.pinimg.com/1200x/04/dc/31/04dc31b41dcfc31e5fa6c256e6c83fbb.jpg


Siempre los momentos de compañía en familia son suficientes para re descubrirnos en el paso de los días, de sabernos siempre que estamos unos junto a otros, de esas anécdotas que la prisa nos entrega vamos creando nuevas historias, algunas más alegres que otras.

Nos reconocemos en cada acto, del nombre familiar a la memoria de los desprevenidos. Dedicarnos a firmar nuevos relatos mientras sopesamos las palabras advertidas de un tiempo que ya no nos pertenece.

Quienes viajan entre el ayer y el hoy, meneando su conciencia en un péndulo que dibuja el beso del primer amor junto a la despedida de aquella noche de lluvia, son preciso, quienes han visto la vida pasar en todos sus colores y facetas, son pues, aquellos seres que se han entregado en varios nombres y meses hasta terminar en el presente, en un letargo de incomodidad.

No saber, no entender, no estar en mente a pesar de presenciarlo todo con el cuerpo, de ser parte de un lugar con el poder de incomodar y asustar, de proceder del tiempo donde el respeto emanaba palabras y la autoridad preparaba la cena.

Quienes en la fe del día a día agradecen no poder entender nada, con la necesidad misma de sentirse comprendidos, quienes al tiempo han proclamado luchas internas esperando al amanecer poderlas resolver con un saludo cordial.

A estos amables ciudadanos es a quienes el sol ilumina con la misma necedad que a los que aun no han aprendido a hablar.

Es necesario, para nosotros, para todos, poder reinventar un mundo mejor, porque sabemos que a quienes viven olvidando cada minuto, nos van a olvidar también, y en ese doloroso momento un acto de fe nos une en reconciliación.

Siempre los momentos de compañía en familia son suficientes para re crear nuevas historias.

Algunas más alegres que otras.

AV.

9 de abril de 2025

Insomnio

 


Imagen tomada de: https://co.pinterest.com/sasseptember/ivan-glock/


Afuera la noche, adentro el cansancio. Dormía en su cama con el afán de recuperar las fuerzas de una jornada laboral, abrazaba la almohada y emanaba un calor corporal propio de un buen ciudadano, afuera, el frío de la noche viajaba entre corrientes de aire, algunas gotas de agua rebotaban en la ventana.

Escuchó el llanto del bebé, otra vez. Despertó con la incomodidad de quien debe atender a quien no está.

Se dio vuelta sobre la propia cama queriendo ignorar a quien lloraba, quizás de hambre, porque para un bebé es perentorio alimentarse sin importar la noche o el día. El llanto era tenue, quizás conciliador, por momentos emanaba potencia y se escuchaba en todo el recinto.

Afuera en dónde la noche abriga a los olvidados, seguía lloviendo, con fuerza, con rabia, con la potencia misma de quienes escapan. Adentro, sobre la calma de una residencia genérica, el llanto del bebé despertaba a nuestro buen ciudadano.

Sintiendo la incomodidad de siempre, se levantó de la cama y caminó por la habitación, buscando, observando, intentando entender. Salió a la habitación contigua, encendió la luz y tomó por sorpresa la soledad de quien lo ha perdido todo.

Siguió su curso hasta la cocina, calentó un poco de leche y con algo de miel la endulzó, una galleta de soda, un poco de dulce de mora sobre la galleta.

Se sentó por un instante mientras preparaba la bebida de leche, el llanto del bebé había cesado, una oportunidad ligera para volver a dormir. El sonido del horno microondas daba la señal de que el envase de leche estaba caliente y listo para su consumo, en la temperatura recomendada.

Regresó a la habitación y sentado en el borde de la cama, tomó con calma cada sorbo de la bebida, comió las galletas y elevó dos oraciones a sus santos de devoción, el llanto del bebé reiniciaba.

Desde ya tres noches consecutivas, el llanto se hacía presente siempre sobre las dos con treinta minutos de la mañana, interrumpiendo el descanso de aquel buen ciudadano que anhela madrugar en paz para ir a trabajar.

Cada noche, aquel llanto desesperaba a quien le escuchara, el buen ciudadano, sin entender el origen del mismo, insistía en buscar en las habitaciones de su residencia, a sabiendas pues, que no había vecinos en su entorno. No lograba comprender por qué le aquejaba un neonato a altas horas de la mañana, ni mucho menos, de dónde provenía.

Terminó de beber el vaso de leche como método para combatir el insomnio, volvió a la cama y en un intento por dormir escuchó una ligera sonrisa, de bebé por supuesto, que le susurraba desde debajo de la cama, un rasguño leve y un poco de compañía.

Abrió los ojos, esperando no encontrar nada.

AV

8 de abril de 2025

Tareas (la mañana puede esperar)

 


Imagen tomada de: https://www.ukposters.co.uk/canvas-print-f992127589


Con la ferviente lluvia de los tiempos de abril me acomodo en el caprichoso momento de querer madrugar a trabajar. Madrugué porque debía de atender una importante reunión, de esas que se convierten en compromisos de mediana complejidad.

Me serví un café y con el sabor dulce del deber cumplido procedí a preparar el material de resto de labores, todo como debe de ser en el menester desempeño de un joven de cuarenta y un octubres de vigencia. 

Con el ferviente calor de los años me dejo atrapar por la maraña de pensamientos que adornan mi tiempo, esas ocurrencias que una a una se van decantando en forma de tarea, informe, correo o explicación, todo junto como un trueque de formalismos y espejismos de la vida adulta.

Quizás incluso, en el devenir de los buenos tiempos, una balada acompaña en el parlante de una oficina a quien con juicio busca dar la mejor versión sí mismo, por demás la mañana puede esperar, aunque la lluvia no se detenga del otro lado de la ventana.

Siempre tenemos una intención y un buen mensaje que compartir a quien en la distancia extrañamos, damos plegarias por su bienestar. Intenciones que repetimos siempre, porque no es otro el propósito que esperar lo mejor de los demás.

Sentado sobre un escritorio atendiendo los pormenores de cada asunto, un silencio abordó con prematura frialdad la mente de este, su buen amigo y escritor. El vacío de las ideas, el frío de un insensato momento que abraza la espalda, la mirada que se cruza con la pared de enfrente para hacer simbiosis de lo innecesario.

Un vacío tan grande que en la quietud de una nube caprichosa, se ha perdido cualquier idea o tarea que se estaba ejecutando. Un inesperado estado catatónico que resumido en pánico nos ha engendrado el miedo mismo, al mañana pendiente.

Ahora que se retoma actividad cotidiana pero con algo de cautela, queda en el escritorio la frase extinta: Hay que dejarse atrapar por la maraña de pensamientos que adornan al tiempo libre.

Aun cuando sea tiempo perdido.

AV

1 de abril de 2025

EL OPTIMISTA

 




Imagen tomada de: https://c4.wallpaperflare.com/wallpaper/685/1012/918/cat-smoke-drawing-line-wallpaper-preview.jpg


Tenía la cabeza llena de artimañas y seres rastreros de muchos colores y texturas, la órbita de sus ojos vitoreaba palabras, como un calamar atrapado en una red de pesca. Se sentía incómodo, golpeaba el brazo del sillón con premura, su mente viajaba a una velocidad que hace años luz no hacía, era una especie de renacer mental o incluso, de un posible malestar existencial.

Se levantó con toda seguridad y tomó el teléfono, ubicado a una distancia sin importancia se desplazó como una sombra en la arena. Levanto el auricular y marcó sobre el disco, un número de siete dígitos, necesitaba conversar con alguien antes de que su mente estallara en una sinfonía de dudas.

-     ¿Alo? –

-     Si, aló. Buenos días. -

-     Buenos días, comuníqueme por favor con Melquisedeck. –

-  Se ha comunicado usted con Melquisedeck. –

-    Hola Melquisedeck, está usted en comunicación telefónica con Alirio. –

-   Hola Alirio, he notado en su voz un tono amistoso y familiar, sospeché que se trataba de usted. –

-   Mi amigo Melquisedeck, permítame si su tiempo es favorable, extenderle un espacio de diálogo, presencial por supuesto, y que sea con una bebida fría, me es perentorio hablarle, así como usted, escucharme. –

-    Alirio, mi tiempo es valioso y escaso, así que no veo problema en podernos saludar y beber alguna cortesía de su parte. –

-  Gracias Melquisedeck, nos vemos si está de acuerdo, a las en punto, sobre la salida del sol. – 

-      Si Alirio, estoy de acuerdo, Entonces nos vemos allá, a las en punto, sobre la salida del sol. Sugiero, además, llevar abrigo, Doña Clementina nos ha informado al grupo de mensajería de la comunidad, que por hoy habrá clima templado. –

-     Gracias Melquisedeck, procuraré llevar abrigo. –

-  Antes de finalizar estimado Alirio permítame elevarle consulta: ¿Sobre qué temática en específico me convoca con tal premura y ansiosa cordialidad? –

-   Oh excúseme Melquisedeck, ha sido una total afrenta de mi parte convocarle a una cita sin darle primero los puntos de atención. –

-  No se preocupe Alirio, lo noto en desacostumbrada preocupación, es usual fallar en esas nimiedades. – 

-  Gracias Melquisedeck por entenderme, ahora para dar respuesta a su consulta, debo de señalar que ha ocurrido algo extraordinario, por ello mi interés en convocarle. –

-    Claro cómo no. ¿De que asunto va esto? –

-    He visto a un ser humano, Melquisedeck. –

-     ¿Un ser humano? –

-       Un ser humano. –

-     ¿En dónde has visto a un ser humano? –

-     Allá, al fondo de la posada, cerca de la residencia de Emilia y su hermana, Apolonia. –

-     ¿Están ellas enteradas de tu avistamiento? –

-   No Melquisedeck, he guardado silencio, pero me es imposible olvidar la desagradable apariencia de sus extremidades, ver esas falanges en cada miembro me hace sentir vértigo, incluso, devolver intenciones. –

-   No es para menos amigo Alirio. ¿Prefieres exponerme el caso en detalle allá a las en punto, sobre la salida del sol? –

-     Prefiero, Melquisedeck. –

Colgó el auricular y mirando un punto fijo en la pared, entró nuevamente en reflexión, su mente tomaba vuelo nuevamente, ahora su afán era llegar a las en punto, pues su deseo de hablar con alguien había sido cumplido.

Se puso un sombrero de ala ancha y cerrando la puerta de su elevador, se retiro para encontrarse con su cordial amigo, sobre la salida del sol.

AV