Se nos fue abril, un miércoles, a
mitad de semana, como una cortesía, quizás, luego se fue mayo, un sábado, por
demás. Un mes extenso, intenso, sin consensos, cargado de tristeza y muchos
aprendizajes, porque quienes se van nos dejan sus palabras y sus hazañas, una
memoria que se construye como un cartel publicitario.
Se fueron a quienes admiramos algún vez, grandes amigos que dieron su vida y su conocimiento al servicio de la humanidad, maestros que nos dejaron para continuar con su legado allá donde los rebeldes depositan sus oraciones.
Pensar en el modo en que la vida nos guía es perder el tiempo que no nos corresponde, no es pertinente imaginar una vida que no se ha vivido ni mucho menos querer explicar lo que ocurre alrededor, a veces, la vida simplemente sucede, no hay trampas, no hay ecuaciones, no hay lineamientos predeterminados, solo momentos.
Mayo como mes de cordial rutina fue un espacio de cinco semanas lleno de extrañas coincidencias, desde redefinir los roles en el trabajo, hasta el re plantear las formas de relacionarnos con quien ya no está. Silencios incómodos, tristezas, sonrisas por doquier y la maravillosa compañía de quienes permanecen.
Allí, donde el sol brilla.
Por demás he dedicado mi presente a resolver los menesteres de cada afán, he caído en una hamaca coqueta de buenas ideas y una que otra treta. He sido sensato con el tiempo perdido y durmiendo como león he recuperado la fe en las tareas pendientes.
Ahora debo de procurar dormir más a profundidad, caminar con más calma y abrir la ventana para que el sol siga brillando. Conocemos sonrisas, nuevas personas, re conocemos viejas amistades, vemos partir al mundo en sus caprichos.
Aprender a dar espacio a cada instante, en este prejuicio al que he de llamar junio, como los hijos Júpiter, como a las valkirias, cuando eligen a sus guerreros predilectos.
Como un breve momento que ya no está.
AV.
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