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Hay tiempos en los que preferimos hacer una pausa
y revisar nuestros pasos, algunos largos, otros desviados, dar una mirada al
camino recorrido. Pensar en una a una las personas a las que hemos conocido en
la vida, los que nos han aportado y los que nos han hecho daño, igualmente, a
los que hemos hecho daño sea pues, desde lo más profundo de nuestra voluntad y
corazón, o simplemente desde el mero error del descuido y la disculpa.
De eso se trata la vida, de conocer canciones, de
leer libros, de viajar y probar cuanto plato de comida se pueda, de visitar
calles y aprender a recorrerlas, pero el ejercicio más desapercibido de todos
es precisamente el de aprender a conocer personas, identificar el valor que
cada individuo pueda aportar a nuestras vidas, identificar las falencias y
virtudes, compartirlas, exagerarlas, pisotearlas, amarlas, extrañarlas,
despreciarlas, inclusive, hasta darles un nombre.
Aprendemos a ser humanos en medio de lo mundanos
que llegamos a ser a la hora de reconocernos ante el otro, de hecho somos seres
ingratos, justificamos la distancia o el silencio con las ocupaciones laborales
o las crisis económicas que nos golpean, no sabemos valorar el tiempo o interés
que los que nos rodean o dejaron de hacerlo, nos dedican. No sabemos valorar
esas llamadas telefónicas que nos hacen, los reproches que nos dan, las quejas
y reclamos frecuentes por nuestra justificada ingratitud.
Parecemos forasteros en selvas inventadas, nos
quejamos con frecuencia de nuestros problemas, de nuestro modo de vida,
queremos cambiar o que alguien nos haga cambios en la vida, tenemos pereza,
miedo. Somos rencorosos con las enseñanzas de la vida, somos sordos a las
palabras que los amigos o fulanos nos emiten; Vivimos al día de nuestras
preocupaciones sin caer en la cuenta de que debemos ocuparnos más y
preocuparnos menos. Somos nómadas desde la cuna.
Al reflexionar sobre cómo hemos llegado o
conectado cada escenario de nuestra vida, damos cuerda a una máquina de tiempo
que se activa con los dolores de la memoria, sea para enunciar amadas personas
o despreciables ciudadanos, todos a final de cuentas, fueron conectados por la
misma senda y es esa conexión la que a manera de cadena, nos fue orientan
(algunos de manera aleatoria) a lo que hemos llegado a ser en estos tiempos.
Mi caso es particular, porque haciendo
retrospectiva de los personajes importantes (para bien y para mal) he
encontrado en común denominador un juego propio del río Aqueronte, donde cada
cual le fue entregando el remo de la barca a un nuevo pasajero, porque sí, en
la vida todos son pasajeros en el camino de otros y en mi caso en particular,
mi camino al sol de hoy logró de cierta manera desprender algunas hebras de la
cadena principal, pero como todo en la vida, me es inherente dar su lugar en la
memoria a cada ser que ha habitado esta espiral de nobles y despreciables
ciudadanos, cada uno en su lugar de tiempo y espacio.
Aplicando los 6 grados de separación de manera
regresiva y jugando a los viajes de Marty McFly, hallamos en el año 2002 a una
señorita muy particular, a la que gracias a nuestro encuentro casual en los
caminos de la vida es que se derivó una cascada de momentos en los que fui
conociendo personajes muy influyentes en mi vida, como si esa fuera la hebra
principal de la red de mi vida en esa etapa que iniciaba, la etapa más
importante porque definiría mi Yo y mi Ello de manera exponencial.
Más atrás, mirando el pasado con juventud e
infancia la cadena se va desapareciendo tácitamente, pues las conexiones ya se
las debo a las instituciones familiares y escolares y no a las decisiones o
casualidades de la vida, ya se pierde la condición de transeúnte, de forastero.
Ahora el proceso es vigilar con prudencia la
construcción de la nueva cadena, identificar la matriz de esta etapa adulta,
dar prioridad más a la causalidad y a las intenciones, que a las casualidades y
pretensiones, ser un transeúnte y no un forastero.
Ser individuos.
AV
3 comentarios:
un post reflexivo... chévere que reactive el blog
Veo, veo.
Somos transeúntes en el camino de la vida, no somos nada.
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