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Tomada de:
De alguna manera permitimos con nuestros amigos
realizar encuentros que marcan la distancia de la nostalgia en un grato abrazo
que pasado el tiempo, es más un acto de reafirmar el cariño y el apego por la
amistad construida por los años que por la misma ausencia o ingratitud como
tal.
Amistades que se van demarcando en la vida por el
perfil con el que las vamos construyendo, perfiles laborales, amistades
producto de la casualidad o de algún error, amistades escolares o de estudio,
amistades de la vida como dirían los poetas, amistades al fin y al cabo.
En oportunidades diversas, siempre acompañamos la
risa y la camaradería con bromas que no sabemos qué tan infantiles o inocentes
puedan llegar a ser a oídos de quién las corresponde, y es en estos casos, como
el mío en particular, dónde uno toma la decisión de reprochar la broma o darle
un sentido inocente y darle vida al juego con el azar de un nuevo comentario.
Pasa pues con esas amistades productos de la
casualidad que vamos forjando con los años la visita de un nuevo comentario,
vamos avistando nuevas experiencias, nuevos relatos, hasta inventamos u
omitimos experiencias de vida, todo con tal de complacer a nuestros
interlocutores en charlas que se amenizan, al mejor estilo de la vendimia, que
se orientan al recuerdo de años pasados, de días olvidados, conversaciones que
se profundizan con análisis políticos o económicos con relación a la situación
de la nación. Conversaciones que ambientamos con relatos de viejos o nuevos
amores, amistades que nos dan cuerda para elevar hasta el cielo la más
inoperante de las cometas, pero que sirven como polo a tierra para reforzar
lazos que el tiempo ha cedido a la nostalgia.
No encuentro quizás la palabra idónea para cada
situación, por más incómoda que ésta pueda llegar a presentarse, pero todos
estamos expuestos a la madurez de quien calla y a la insolencia de quien
prefiera arrebatar la palabra con un silencio más incómodo que el anterior, y
es que aunque nos parezca una ofensa, es un acto natural de la nostalgia. Vemos
en los ojos de quien nos habla la misma confianza de ese amigo que fue otrora
tiempo, pero las cosas cambian, las personas cambian, el mismo lenguaje cambia.
No me es grato saber que invitando a alguien a la
casa pueda encontrar en ese alguien a un extraño que llega por primera vez a
nuestro hogar. No es grato tampoco saber que ese fulano con quien se brindan
las mejores intenciones, se entrecrucen comentarios a modo de broma que para
quien los escucha puedan ser hirientes, a pesar que años atrás algunos de esos
comentarios hayan sido una mera broma de la insolente juventud. No es grato para nadie, recibir a quien no ves
hace un buen tiempo y encontrar en sus observaciones, frases que se escapan por
cada tema de conversación, como si se tratase de una espiral, que con el
viento, lleva de lado a lado al ritmo de la charla bromas y palabras hirientes,
pero inocentes al fin y al cabo, pues quien habla no es quien escucha,
simplemente, es quien intercede entre el ayer y el hoy.
La gratitud por supuesto, se lleva en el silencio,
porque el herido no es el que está en combate, pues las palabras no son una
guerra cuando de dos viejos se unen a retomar historias de otros pasajes de la
vida. La gratitud se lleva por dentro y se conserva, pero oh sorpresa la que se
estampa cuando pasado el tiempo se sigue sintiendo la molestia de aquel
encuentro, como una semilla de rabia que se acumula, que se siempre, como una
humillante conversación en vez de ser pues, una agradable charla de un par de
viejos amigos.
La gratitud se lleva por dentro.
AV
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