4 de marzo de 2025

Fragilidad (Agua)

 


Imagen tomada de: https://www.tokyoweekender.com/tw-community/tw-creatives/tw-creatives-chaykov-giant-cat/

Giant City Cat. By: Chaykov.


Una gota de agua cae, se desliza sobre la corrugada superficie de una palmera, mojada y sin orientación deja en desilusión sus hojas rígidas producto de un fuerte temporal, de una permanente soledad, acompañando una avenida.

Un grupo de hormigas se refugia bajo el castillo de arena, una infraestructura estéril, libre de violencia, cargada de expectativas y agua, mucha agua.

A la distancia, sobre una ventana cerrada, una paloma se equilibra en el borde de un edificio olvidado por la modernidad, paloma que con su grisáceo plumaje, gorgorea con la cabeza ladeada buscando una oportunidad sobre el cableado urbano, esas cuerdas de paz que conectan a la ciudad.

Abajo, en la entrada del edificio, está Ernesto, un saludable canino de pelaje rubio, largo, lacio. Con la lengua afuera deja notar que su cuerpo pide agua, tiene sed, pero el agua está llegando desde arriba, las profundidades del cielo ingrato de la ciudad.

Abajo, otra vez abajo, aparece Marcelo, un ingrato estudiante de posgrado, quien con una bufanda tejida por su madre, pretende evadir el frío de una ciudad atravesada por sueños ajenos. 

Quizás Marcelo espera que su peludo amigo, Ernesto, proceda a orinar con prontitud, pues el clima no permite salir hasta el parque, pero allá, en el olvido de los callejones, hay muchos colegas de Ernesto que escondidos con miedo como abrigo, esperan que la lluvia deje vivir.

La vida pues, como un presagio del tiempo, se estremece ante un nubarrón que proveyendo a las calles de riachuelos, juega coquetamente con el tiempo de los enamorados, aquellos jóvenes que en el pasar del tiempo se quedaron a la espera de cruzar la ciudad para encontrarse en un beso cordial.

No se trata de que el tiempo sea un enemigo, porque en el ciclo de los hechos, no hay bandos ni perfiles, solo agua y a veces, sed.

Lejos, en alguna casa habitada por tres generaciones, una gotera invade la paz de una mujer mayor. Mujer que hoy la reconocen sus vecinos como líder comunitaria, liderazgos bajo una permanente gotera. En aquella casa, cuando el agua invade la rutina, las palabras obscenas invocan la gestión del gobernante de turno, pero el agua sigue su curso, viajando por un lado se encuentra con los riachuelos ya mencionados, se une como una danza arcana y viaja buscando al río.

Una balada romántica se escucha en el radio de la cocina, la mujer de edad avanzada, cierra los ojos recordando otros tiempos, de igual ingratitud con el agua, pero de mejores compañías, porque en esos tiempos el amor era más fuerte que el cambio climático.

Canciones que juegan con la memoria, goteras que crean canciones en los tejados, palomas que gorgorean haciendo el coro de un bullicio cotidiano.

Una palmera que en un acto de ternura se sacuda ante el insistente coqueteo del viento.

Una ciudad que con sus ojos marrones, carga el universo en suspiros permanentes. Ernesto ya encontró donde orinar, pero Marcelo no sabe hacia dónde voló su bufanda. Sigue pensando si realmente valía la pena salir a perseguir aquellos sueños ajenos.

Tan frágil, como una gota de agua.

AV


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