Imagen tomada de: https://www.instagram.com/p/C8-TV81yl2S/
@Vrboii
Esta semana tuve la oportunidad de
presenciar el modo como nosotros, los más subnormales seres del planeta,
compartimos intenciones y tomamos decisiones sobre las pasiones que tanto nos
adornan.
Hay pasiones que desde la promesa
del placer invaden la calma del empresario que quiere ser amado. Pasiones que dejan
en evidencia el pensar de algunos sobre lo que consideran importante y
prioritario.
Hay días que pueden ser normales
como cualquiera del calendario, pero sucesos “bisagra” pueden surgir, eventos
canónicos que en una decisión temperamental pueden cambiar el curso de una vida
o una relación.
Nuestro invitado, un andariego
conejo de pelaje magro solía disfrutar de sus noches de miel y zanahoria en
compañía de su amada, la coneja de ojos marrones y pelaje amarillo.
Juntos viajaron por cuanta villa
daba a la pareja un lugar para saciar el alma en el cansancio de la semana
laboral.
Otro personaje, de pelaje oscuro y
mirada coqueta se logró relacionar íntimamente con la pareja, tan íntimas que
comenzaba a convertirse en un bisagra para la pareja de conejos enamorados.
Un día, cualquiera, el señor
conejo encontró a la coneja tomando vino con el personaje de mirada coqueta,
todo, absolutamente todo se fue al traste.
Estas fábulas que trascienden lo
corriente de la ciudad, suelen estar llenas de lágrimas y algunas, de sangre, donde el dolor y la rabia
se conjugan para buscar culpables, y es que claro que los hay. Siempre habrá
culpables en las rupturas o pecados cometidos alrededor de una relación, de un
proyecto fallido o de un tarro de miel desperdiciado.
No se trata de enfrentar a los
culpables, porque estos en su místico vocabulario van a expresar en defensa,
que no hicieron nada, que nada tuvieron que ver en esa situación o, incluso,
que fueron víctimas de uno de otro.
Una dignidad transparente, pero no
por lo oportuna sino, por que es invisible, tonta, distante, corrupta.
Así como la narrativa del señor
conejo y su coneja perdida, podemos reseñar la historia de alguna elegante
gaviota que pueda ver su vuelo interrumpido por la coqueta sonrisa de un manatí
que busca su afecto, alejándole de su círculo natural.
La historia de quienes volviendo
del pasado pretenden que el mundo sirva sobre la mesa una taza caliente de café
y una apertura de oraciones de bienvenida, como si todo aquello que fue
consumido en el llanto y el oscuro agujero del rencor, no haya sido importante.
Una dignidad tonta, de quien con
la frente en alto espera escribir un perdón a la ligera, mientras otros sufren,
otros buscan explicación, sinceras excusas, en medio de llamadas perdidas.
Esto claramente es un ejercicio de
reflexión que adorna a una historia real con personajes reales que juntos, como
una comunidad de tontos, siguen persiguiendo la ilusión de la excusa.
Ya habrá un relato real de cada
suceso, porque la realidad siempre será más incomprensible que la ficción.
Que la dignidad.
AV.
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