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Es como romper en llanto después de mucho tiempo,
como si una copa cayera contra el suelo y su ruido dejara más eco que el mismo
canto de las sirenas. Es como si la oscuridad dejara caer su manto sobre el
horizonte, como la nieve cuando se derrite al llegar el calor de los nuevos
tiempos, como si fuera casualidad o mera elegía. Son los tiempos que con sus
grandes cambios llegan para ponernos a reflexionar al paso de los días, es
pues, el silencio que todos tenemos para contar, la cotidianidad que apostamos
por narrar, como si los preciosos momentos de usura y lamentación fueran un
espejismo que afecta solo a los forasteros, como si nosotros los transeúntes no
fuéramos nada sino, un mero detalle decorativo en una fotografía que el tiempo
ha borrado, como si nuestras palabras fueran hechos y no sucesos, noticias y no
recuerdos.
Es como si el tiempo no perdonara a pesar de sus
bruscos aleteos, como las olas del mar cuando en sinfonía van arrastrando
recuerdos, letanías, palabras, canciones y hasta fotografías, como si una
fuerte brisa borrara todo el oleo sobre el lienzo, como si quedara solo una
mancha variopinta llena de pequeñas burbujas, como si el aroma a pintura
abandonara la habitación y dejara tras de sí un fuerte aroma a sudor, como la
sangre, cuando se seca sobre el algodón.
Es como si el amor no fuera algo serio y las
canciones fueran meros formalismos de los dioses, o quizás, fuera el silencio
un mero recuadro de lo que para algunos es o no debe ser el amor. Es como si me
importara, como si fuese yo el actor de un intelecto desarmado, como si valiera
tiempo o recursos el querer saber qué ocurre, qué mensaje trae la mañana o que
palabras se robaron los querubines.
No sé si la melancolía sea poesía viva, no se
inclusive, si sea un réquiem de otras praderas, es como si la otra orilla
dejara de existir, aprender a perder la costumbre de lo que los sueños nos
tratan de decir o interpretar, aprender inclusive a entender las adivinanzas de
las noches sin fortuna, como si toda la vida hubiese un fuego esperando en el
23.
No creo en regresos ni en partidas, pues de eso
hace mucho que se ha vuelto una constante hablar, es por ello que se rompe el
silencio prudencial, es por ello que ahora la vida retoma sus fichas y
reacomoda el tablero. Es por eso que agradezco las decisiones tomadas, las que
se dejaron de tomar, las que se dejaron ir. Porque esto no es un juego, es una aventura que nos va matando, es una
dictadura donde todo pasa y nadie se levanta, donde todos caen en medio de la
nada, en medio del bullicio, en medio de tanto gentilicio.
Es como romper en llanto después de mucho tiempo,
como si una copa cayera contra el suelo y su ruido dejara más eco que el mismo
canto de las sirenas. Es como si la oscuridad dejara caer su manto sobre el
horizonte, como la nieve cuando se derrite al llegar el calor de los nuevos
tiempos, como si fuera casualidad o mera elegía.
Sí, eso es, es mera elegía.
AV
1 comentario:
Tanta vaina para decir: Volví a escribir... probablemente todo sea pura elegía, pero lo cierto es que hacemos mucho menos ruido del que merecemos, únicamente porque hasta el ruido se lo han adueñado otros.
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