17 de junio de 2013

Tiempo sin Fortuna




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Es como romper en llanto después de mucho tiempo, como si una copa cayera contra el suelo y su ruido dejara más eco que el mismo canto de las sirenas. Es como si la oscuridad dejara caer su manto sobre el horizonte, como la nieve cuando se derrite al llegar el calor de los nuevos tiempos, como si fuera casualidad o mera elegía. Son los tiempos que con sus grandes cambios llegan para ponernos a reflexionar al paso de los días, es pues, el silencio que todos tenemos para contar, la cotidianidad que apostamos por narrar, como si los preciosos momentos de usura y lamentación fueran un espejismo que afecta solo a los forasteros, como si nosotros los transeúntes no fuéramos nada sino, un mero detalle decorativo en una fotografía que el tiempo ha borrado, como si nuestras palabras fueran hechos y no sucesos, noticias y no recuerdos.

Es como si el tiempo no perdonara a pesar de sus bruscos aleteos, como las olas del mar cuando en sinfonía van arrastrando recuerdos, letanías, palabras, canciones y hasta fotografías, como si una fuerte brisa borrara todo el oleo sobre el lienzo, como si quedara solo una mancha variopinta llena de pequeñas burbujas, como si el aroma a pintura abandonara la habitación y dejara tras de sí un fuerte aroma a sudor, como la sangre, cuando se seca sobre el algodón.

Es como si el amor no fuera algo serio y las canciones fueran meros formalismos de los dioses, o quizás, fuera el silencio un mero recuadro de lo que para algunos es o no debe ser el amor. Es como si me importara, como si fuese yo el actor de un intelecto desarmado, como si valiera tiempo o recursos el querer saber qué ocurre, qué mensaje trae la mañana o que palabras se robaron los querubines.

No sé si la melancolía sea poesía viva, no se inclusive, si sea un réquiem de otras praderas, es como si la otra orilla dejara de existir, aprender a perder la costumbre de lo que los sueños nos tratan de decir o interpretar, aprender inclusive a entender las adivinanzas de las noches sin fortuna, como si toda la vida hubiese un fuego esperando en el 23.

No creo en regresos ni en partidas, pues de eso hace mucho que se ha vuelto una constante hablar, es por ello que se rompe el silencio prudencial, es por ello que ahora la vida retoma sus fichas y reacomoda el tablero. Es por eso que agradezco las decisiones tomadas, las que se dejaron de tomar, las que se dejaron ir. Porque esto no es un juego,  es una aventura que nos va matando, es una dictadura donde todo pasa y nadie se levanta, donde todos caen en medio de la nada, en medio del bullicio, en medio de tanto gentilicio.

Es como romper en llanto después de mucho tiempo, como si una copa cayera contra el suelo y su ruido dejara más eco que el mismo canto de las sirenas. Es como si la oscuridad dejara caer su manto sobre el horizonte, como la nieve cuando se derrite al llegar el calor de los nuevos tiempos, como si fuera casualidad o mera elegía.

Sí, eso es, es mera elegía.


AV

1 comentario:

Iván R. Sánchez dijo...

Tanta vaina para decir: Volví a escribir... probablemente todo sea pura elegía, pero lo cierto es que hacemos mucho menos ruido del que merecemos, únicamente porque hasta el ruido se lo han adueñado otros.