21 de abril de 2014

Para Olvidar





La Soledad dignifica, también lo hacen los amigos y por supuesto, la fuerza de las palabras. Siempre tendremos motivos para aparentar ante terceros el valor de nuestra felicidad, o la debilidad de nuestras expectativas, incluso, lo temeroso de nuestras tristezas, nuestros fracasos.

Ha sido una semana interesante, de aprendizajes y muchas lecciones. Una semana producto de lo que fue la anterior, y esa claro, producto de lo que fue su antecesora, y así sucesivamente, porque cada semana con sus historias y sus personajes, con sus vacíos y sus melodramas, sus heridas y sus premios, deja en la mesa servida una hoja blanca que quiere ser escrita con el paso de los días y claro, esta no podía ser la excepción.

Ha sido una semana de distanciamientos, de soledades compartidas. 

Una semana de reflexiones que desde la carne y la piel, hasta lo más profundo del miocardio han dejado en la memoria excelentes enseñanzas y aprendizajes.
Es que son semanas que se dejan marcar por la consecuencia de las decisiones tomadas u omitidas, semanas en las que en ocasiones es mejor aprender a perder que, aprender a aceptar las derrotas. 
Un símil interesante, flojo quizás, pero interesante en todo los aspectos. Es que aprender a perder es saberse retirar, saber hacerse a un lado y comprender desde la ética del autocuidado cuándo es nuestro momento en la vida, entendernos en la diferencia y asumirnos como propios, sabernos cuando somos los indicados, cuando somos parte del momento oportuno y cuando no es así. Por el contrario, aprender a aceptar las derrotas es sumergirnos en una actitud desafiante con la vida, es navegar en un mar de contrariedades donde la conformidad y la sumisión son más compañeras de derrotas que muletas para el soldado.

Ha sido una semana como muchas, con sus historias, sus aciertos y desaciertos, sus reflexiones y sus aprendizajes. Quizás lo más fuerte de la semana fue el fallecimiento del Honorable y admirable escritor latinoamericano Gabriel García Márquez, gran hijo de Hispanoamérica, porque claro, él no nos pertenece a los colombianos, ni le pertenece a los mexicanos, compatriotas que lo recibieron cuando su vida estaba en manos de bandidos y bellacos.

Entender la obra de García Márquez se volvió pues en un soliloquio permanente en muchos medios de comunicación, redes sociales, Blogs de opinión y crítica literaria. Su obra literaria ha sido cuestionada desde tiempos “inmencionables”, pues a muchos se les ha escuchado o leído afirmar que “Lo admiro como escritor pero no me gusta su estilo/obra” y así, afines de apreciaciones, como muchos otros que lo idolatran y permean en la historia como “El Gran Colombiano”.

Sea cuales fuere la real Y/o única opinión válida en este loop literario fue pues, de gran presión para esta casa sentarnos a escribir sobre su fallecimiento (1927 - 2014), en primera instancia porque ha sido pues una semana de variopintas situaciones: Desde el amor por la guitarra santafereña (tenía en proceso de fábrica un texto sobre ese tema el cual claro, espero pronto retomarlo y poderlo publicar) producto de una salida familiar que logró removerme las entrañas, transportarme a otros tiempos (años 40s), a otros planos, a otros escenarios y claro, a otras letras; ha sido de igual modo una semana de aprender a conocernos a nosotros mismos, aprender a desafiar nuestros deseos y darle más prioridad a la razón, una semana también de alegrías y tristezas, al final de todo, una semana más al mejor estilo de mi vida.

No me corresponde tomar postura con el fallecimiento del gran escritor de nacionalidad colombiana, ni mucho menos me corresponde juzgar mi vida, cuestionar mis semanas y darle rienda suelta a rencores o frustraciones. Me corresponde ser feliz, por la sencilla razón de que me da la gana ser feliz, me corresponde seguir leyendo y disfrutando de la obra del recién fallecido pero desde el amor propio por la literatura y no, desde el amor por el esnobismo literario.

En ocasiones la soledad dignifica, y es que es allí donde retomo esa dignidad que tanto somos expertos en permear, como el caso aquel donde se sugiere que Macondo se encuentra de luto con la muerte del gran escritor, como el hecho que Aracataca llora la partida del Nobel y con ella, su luto se vuelve un sentir macondiano. Estas y otras muchas perlas propias de la prensa terminan por destruir más que por homenajear o construir el legado de García Márquez, porque el mismo Gabriel lo dejó claro en sus cuentos y novelas: Macondo es producto de un realismo mágico que en ocasiones supera a la ficción, porque se trata de una cultura, una tierra, un pueblo miserable que se destruye a sí mismo, un pueblo que no se respete ni respeta a sus instituciones, un pueblo donde el “Valemierdismo” siempre triunfará por encima del “deber ser”, eso es Macondo, porque así se construyó, porque así es el retrato hablado de la cultura que inspiró a García a escribir, porque él nunca fue universal, fue más local, fue un gran extranjero de su propia patria.

La próxima vez que pensemos en nosotros como Macondo, hagámoslo desde lo miserable de nuestras raíces culturales, no desde el espectro de una fábula de mariposas amarillas, o desde lo incomprensible de nuestros días, nuestras semanas (Para olvidar).

La Soledad dignifica.


AV

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