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Voy a contarles una historia triste, un recuerdo que me sacude la piel y me aleja de este lado humano que conservamos en el cajón de la mesa de noche.
Cuando estudiaba en el colegio, muchos de mis compañeros que se graduaron en mi promoción (la gran mayoría) iniciaron el colegio en segundo de primaria conmigo, dadas las circunstancias se formaron grandes amistades o grandes costumbrismos, con el paso de los años se fueron formando las infaltables rivalidades y las no menospreciables parejas, parches, grupos, combos, etc.
Cuando estudiaba en el colegio, muchos de mis compañeros que se graduaron en mi promoción (la gran mayoría) iniciaron el colegio en segundo de primaria conmigo, dadas las circunstancias se formaron grandes amistades o grandes costumbrismos, con el paso de los años se fueron formando las infaltables rivalidades y las no menospreciables parejas, parches, grupos, combos, etc.
Entre esas amistades, tuve problemas con un par de personajes, pero nunca pasaron a mayores, simplemente terminaron en rivalidades que sobrepasaron los límites de la ceremonia de grado en cuanto a líneas de tiempo se refiere, asimismo tuve la oportunidad de forjar grandes amistades que poco a poco con el paso de los años en la universidad se fueron debilitando hasta desaparecer en su totalidad, hasta acá todo lo que les he comentado es natural que suceda, inclusive daría mi palabra en asegurar que a ustedes les ha ocurrido algo similar.
Una persona en particular marcó mi vida de estudiante bachiller por razones múltiples, no me refiero evidentemente a la persona más alegre del mundo, ni a la más popular o “recochera” del grupo de clases, simplemente se trataba de un personaje que siempre se caracterizó por ser calmado, nunca discutía con alguien, nunca utilizó malas palabras o gestos obscenos, jamás le vi insultar a alguien o desear el mal, presentaba sin embargo algunos inconvenientes de aprendizaje pero era un buen estudiante, era una oda al esfuerzo y a la superación.
Físicamente era de baja estatura y su rostro toda su vida de estudiante estuvo marcado por el acné, pero su bondad y lealtad le daban ese respeto que uno tiene entre caballeros.
Todo cambió de manera brusca con la llegada de la pubertad y la reserva de la identidad; cuando comenzamos a cursar alrededor de grado 9º y 10º se contaba con nuevos compañeros de curso, personajes que no habían crecido con los demás en el mismo salón y que llegaban con una actitud sobradora y agresiva, así fue que muchas veces el abuso y el maltrato comenzaron a ser constantes sin alguno de nosotros poder defenderle, por un lado por la diferencia física y de fuerza, en ocasiones por el maldito silencio que todo lo aprueba y lo secunda, la indiferencia o el ignorar lo que sucede nos daba esos espacios de tiempo que permitían que nuestro compañero fuese objeto de burla.
Tiempo después de la ceremonia de grado me lo encontraba con frecuencia y seguíamos conversando, por mi parte siempre se le rendía el mismo respeto y buen trato de caballeros, jamás permití que la hipocresía o el engaño (que es un arte muy puro y dañino) se atravesase en nuestra amistad, pero fue entonces la distancia y la individualidad que siempre me caracterizó lo que me dio el cuchillo para matar a esa oveja.
Una persona en particular marcó mi vida de estudiante bachiller por razones múltiples, no me refiero evidentemente a la persona más alegre del mundo, ni a la más popular o “recochera” del grupo de clases, simplemente se trataba de un personaje que siempre se caracterizó por ser calmado, nunca discutía con alguien, nunca utilizó malas palabras o gestos obscenos, jamás le vi insultar a alguien o desear el mal, presentaba sin embargo algunos inconvenientes de aprendizaje pero era un buen estudiante, era una oda al esfuerzo y a la superación.
Físicamente era de baja estatura y su rostro toda su vida de estudiante estuvo marcado por el acné, pero su bondad y lealtad le daban ese respeto que uno tiene entre caballeros.
Todo cambió de manera brusca con la llegada de la pubertad y la reserva de la identidad; cuando comenzamos a cursar alrededor de grado 9º y 10º se contaba con nuevos compañeros de curso, personajes que no habían crecido con los demás en el mismo salón y que llegaban con una actitud sobradora y agresiva, así fue que muchas veces el abuso y el maltrato comenzaron a ser constantes sin alguno de nosotros poder defenderle, por un lado por la diferencia física y de fuerza, en ocasiones por el maldito silencio que todo lo aprueba y lo secunda, la indiferencia o el ignorar lo que sucede nos daba esos espacios de tiempo que permitían que nuestro compañero fuese objeto de burla.
Tiempo después de la ceremonia de grado me lo encontraba con frecuencia y seguíamos conversando, por mi parte siempre se le rendía el mismo respeto y buen trato de caballeros, jamás permití que la hipocresía o el engaño (que es un arte muy puro y dañino) se atravesase en nuestra amistad, pero fue entonces la distancia y la individualidad que siempre me caracterizó lo que me dio el cuchillo para matar a esa oveja.
Recibí una llamada alrededor del año 2002 de parte de mi compañero, yo me encontraba de vacaciones en la ciudad de Cali y mi mente estaba en otra parte y con otros asuntos propios de esa cotidianidad que construía titulares; se trataba de mi amigo de toda la escuela, hablamos un rato y con tal naturalidad de la frialdad lo traté y lo saludé, desconociendo lo que ocurría al otro lado del teléfono no mostraba interés en la llamada, pero fueron esas palabras las que clavaron la oportunidad para cometer quizás ese error que cargo como un puñal en la conciencia.
Me informaba que se encontraba en proceso de recuperación de una crisis nerviosa, que había estado internado un par de semanas o quizás menos en una clínica de reposo esperando poder calmarse.
Jamás en mi vida sabía a qué se refería tal situación, pero ofrecí mi apoyo como palabras de borracho, continuaba comentándome de su inconveniente y que era probable que se retirase de sus estudios universitarios por recomendación del médico (yo continuaba sin darle importancia), terminó por pedirme el favor de que le acompañase a tomar algo y conversáramos, pues demandaba la necesidad de hablar con alguien. Me negué y con una excusa netamente estúpida deje pasar el momento y simplemente dije adiós prometiendo devolverle la llamada.
Hoy casi 7 años después del incidente no he retornado esa llamada, pero sí me enteré de lo que ocurrió posterior a nuestra conversación. Mi amigo que creció en el mismo colegio terminó encerrado en el Hospital Psiquiátrico al serle diagnosticada una Esquizofrenia incurable, sólo medicable con medicamentos anti psicóticos.
Para mi dolor de conciencia me lo encontré en un par de ocasiones en la calle (en ambas ocasiones estaba acompañado de dos personas con perfil de Enfermeros), sin inmutar palabra alguna y sin entender el por qué, le di la espalda sin siquiera iniciar un intercambio de miradas.
Con los sentidos arrojados me siento pues como los gatos: largos de cola y tristes de cabeza.
AV.
Me informaba que se encontraba en proceso de recuperación de una crisis nerviosa, que había estado internado un par de semanas o quizás menos en una clínica de reposo esperando poder calmarse.
Jamás en mi vida sabía a qué se refería tal situación, pero ofrecí mi apoyo como palabras de borracho, continuaba comentándome de su inconveniente y que era probable que se retirase de sus estudios universitarios por recomendación del médico (yo continuaba sin darle importancia), terminó por pedirme el favor de que le acompañase a tomar algo y conversáramos, pues demandaba la necesidad de hablar con alguien. Me negué y con una excusa netamente estúpida deje pasar el momento y simplemente dije adiós prometiendo devolverle la llamada.
Hoy casi 7 años después del incidente no he retornado esa llamada, pero sí me enteré de lo que ocurrió posterior a nuestra conversación. Mi amigo que creció en el mismo colegio terminó encerrado en el Hospital Psiquiátrico al serle diagnosticada una Esquizofrenia incurable, sólo medicable con medicamentos anti psicóticos.
Para mi dolor de conciencia me lo encontré en un par de ocasiones en la calle (en ambas ocasiones estaba acompañado de dos personas con perfil de Enfermeros), sin inmutar palabra alguna y sin entender el por qué, le di la espalda sin siquiera iniciar un intercambio de miradas.
Con los sentidos arrojados me siento pues como los gatos: largos de cola y tristes de cabeza.
AV.
6 comentarios:
Y que saca uno con la culpa?
Buenas Historias
Hoy solo puedo decir,
que triste.
Hmmm, por un lado...
MIENTRAS LEIA ESTO MI MENTE SE ADELANTABA AL FINAL
QUE LE ABRA PASADO AL MAN??
SE SUICIDO DESPUES DE UNA ULTIMA LLAMADA A SU AMIGO DEL COLEGIO???
HASTA EL FIN DEL POST PENSE QUE ASI SUCEDERIA... PERO LO HEAVY ES QUE NO MURIO Y UD MUCHO PERRO NI SIQUIERA SALUDARLE Y DARLE LA ESPALDA NO JODAAAAA, pero ese es el reflejo de lo que nos pasa a muchos
por que al final la gente que apreciamos nos deja de importar???
cual es su teoria caballero?
pd--> es la primera vez que paso por su blog, asi que tratare de seguirlo...
saludos
Supongo es el alto y caro precio de aprender a vivir....
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