5 de febrero de 2015

Disperso: Extrañamente disperso.






Esta semana retomé con debilidad mi bonita costumbre de darle disciplina a este blog, hacer de las letras una constante mejor y de ellas, un historia para contar, sin embargo propiamente dicho en palabras de mi enamorada, se me notó inconcluso, etéreo, variable, ajeno a la esencia de cada cosa y cada lugar, como si las historias no se permitiesen a sí mismas ser verdades encontradas, como si mejor nos retiráramos del álamo y viéramos en un atardecer partir las mejores horas de nuestras vidas sin haber aprendido nada de ellas.

No restan mejores motivos ni más faltaba, es que somos humanos y me declaro verdugo de la humanidad, captor y juez si es necesario, pero nuestra condición de humanidad no puede hacernos perder la cordura, pero somos expertos en ese oficio tan milenario; no me permito ser insensato más allá de lo acostumbrado, pero así se me recibió dentro del espejo de los días.

No me refugio en la costumbre, pero trato de darle a la sensatez un poco de ternura. 

Vengo de una breve semana extensa en la que he dejado caer a sus pies mis desaciertos, un poco de pereza quizás, un poco de hedonismo tal vez, pero a la final se resume en una semana más extensa que las demás a tal punto de llevarme a escribir ante ustedes una entrada algo dispersa, me acuso de recibido y de culpable, pero no vengo a evangelizar mis temores o deudas, mejor a sellar las costumbres.

A estos días ya hemos por empezado otras ociosas actividades, verme en los verdes ojos del amor reflejando sueños y proyectos a mediano plazo, encontrar en mis tardes libres un reflejo de la memoria y dar a las nuevas tardes un oficio con prospectiva regional; Ahora ya no le damos a la disciplina un hábito de año nuevo sino, una excusa demasiado válida del día a día, ese hermoso universo donde guardamos los relojes de la nostalgia.

No es para menos, también encuentro en la mente ocupaciones que no deberían de estar allí pero igual comprendo es la frecuencia de los tiempos, pensarse en deudas de la madurez o en facturas del deber ser, recurrir a los esfuerzos de otros o vernos en ese vacío inerte de la depresión, enlodarnos incluso con el dolor ajeno, sabernos propios de la desidia de la angustia, o del amor propio quizás. 
No es que las cosas estén mal, porque de hecho me encuentro feliz con lo que ocurre actualmente en mi vida, debe ser por el contrario ese afán de bienestar el que me ha sabido acoger que no hallo fórmula alguna para asumir con calma y sin presiones cada reto que el camino me dibuja, aprender a ser.

Se vienen semanas de viaje, emprender una nueva rutina dentro de tierras bordeadas por manglares y cultivos piña, nuevos aprendizajes y retos de interés, sea quizás esa la razón de mi distraída lectura, de ese insomnio que me arropa cada día previo a lunes, incoherente el modo de asumir los retos, pero humano el decir cómo afrontarlos

No saben ustedes lo difícil que es cuando llega ese bloqueo mental, esa idea insensata que se te cruza por la puerta de salida de cada una de las ideas, de esa espera que hace de las noticias cotidianas llanos titulares de bastas vivencias, es como el niño al que el helado se le cae al suelo en un día de invierno, nadie sufre por él, aunque en el fondo todos creen entender su desgracia.

Pueda que encuentre en desbloqueo mental con prontitud o no, se por lo menos que se me vienen cuatro semanas de exigencias varias de carácter laboral, sé también que las presiones del tiempo siguen vigentes y en evidencia dejo mi poesía, porque hasta para escribir se me ha fundido la bombilla.

Esperar otra semana quizás, o un par de días, ojalá horas (de sueño), esperar al mañana, o seguir así,

… disperso, extrañamente disperso.


AV

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