29 de septiembre de 2025

El Hombre que llegaba tarde (Escaleras abajo)

 



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“Line drawing of a cat tripping his owner down the stairs”


Alguna vez un caballero de aquellos que no suelen saludar en las mañanas, tropezó con un escalón cayendo de frente ante el infortunio de una vida no vivida, aquel tropiezo le llevó a golpearse con fuerza en el rostro, afectando su nariz y labios, mucha sangre brotaba de allí mientras sus manos sentían el ardor de la piel raspada contra el pavimento.

Fue una caída amplia, “de altura” dirían los filósofos de la fuente de soda adyacente. Ernesto pasaba cerca, viendo al caballero caer desde el primer tropiezo, en aquel primer escalón, en aquella mañana de lunes, en aquel primer día del mes. Ernesto, sorprendido y con ganas de emprender la ayuda necesaria se quedó estático en su lugar, abrió los ojos con tanto asombro que tuvo que acercarse para ver mejor, allí, en el suelo rodeado de sangre habitaba un fulano con traje de elegante telar, gemidos leves, como de arrepentimiento, susurros de querellas vencidas, palabras de ayuda y ligeros intentos de levantarse ante el dolor, todo a su vez como un segundo de vida que se robaba el espectáculo de los aburridos.

Dio algunos pasos, cruzó la avenida y se arrodilló para tomar de las manos al caído caballero, detrás suyo dos intelectuales quisieron opinar abiertamente, intentar dar consejos sobre cómo se debe de proceder para atender tales casos, intentaron, dije, porque una señora de avanzada edad interpuso sus intenciones previamente, logrando que ambos intelectuales cayeran en silencio, como dos niños regañados.

La señora de modesta presencia y años en evidencia, tiene un puesto de confites y cigarrillos junto a aquel pasaje donde las escaleras dieron sorpresa al caballero de traje elegante, suele vender también café en un termo, con algo de comida ligera que su hija mayor le ayuda a preparar cada madrugada.

Con su mano gruesa y llena de callos, tomó al hombre de su brazo derecho, el izquierdo era levantado por Ernesto, ambos en un esfuerzo inútil pero bien intencionado, liberaron al caballero del dolor de la caída, pero no de la vergüenza de caído.

Le levantaron con tanta suavidad que todos los transeúntes llegaron a pensar que estaba otra vez en decadencia. Apoyó su cuerpo sobre un escalón y allí sentado, con la nariz roja de tanta sangre prestaba sus manos también heridas, a cubrirse la boca, que también estaba rota.

Le hicieron preguntas, muchas obvias y otras de falsa cortesía.

El caballero evitaba hablar por el dolor, pareciera que se había lastimado la lengua también con los dientes apretados de tanta vergüenza. Ernesto con algo de ingenuidad tomó su teléfono y llamó al servicio médico de urgencias, tuvo que mentir para que le confirmaran el servicio, dijo, en voz de mentiroso, que un señor había sido atropellado por una motocicleta, quedando desvalido ante la avenida y sus testigos.

La señora, de nombre Maricela, le brindó al caballero herido un poco de agua caliente en un pañuelo húmedo, a decir verdad, un dulce abrigo. Frotó las partes heridas, con la cautela de una artesana, la prudencia de una bruja y la suavidad de una meretriz.

Llegaron en una ambulancia, recibieron con cautela al herido señor, le subieron en una camilla y con algunos paños limpiaron su rostro, le empezaron a atender las heridas y algunas inyecciones para evitar efectos contaminantes en el organismo.

Maricela retomó su labor de ventas en el puesto ambulante cercano a las escalinatas, los testigos y curiosos siguieron su rumbo en la vía peatonal de la gran avenida.

Ernesto, con algo de suciedad siguió su camino llegando tarde a su casa, al ser cuestionado por el motivo de su retraso, explicó con lujo de detalles cómo vio a un elegante señor tropezar en las escalinatas de la carrera séptima, de cómo caía rebotando su rostro en cada escalón y finalmente sus manos intentar frenar una caída tan perfecta como el aroma a hierro a su alrededor. Explicó además, que posterior a la caída pudo retirar algunas pertenencias del sujeto, descubriendo que era un ejecutivo de ventas de la empresa de automóviles que quedaba al finalizar el pasaje.

Sin ninguna otra pregunta, sus colegas y familiares agradecieron el amable gesto de Ernesto, que con el dinero recaudado en el suceso, compraba dos canastas de pan y algunas almojábanas.

AV.

24 de septiembre de 2025

Respuestas (Días de septiembre)

 

Imagen tomada de: https://www.instagram.com/fantuzura/

“Fashion Cat in a cap, scarf and glasses.” By: FANTUZURA.

Hay días en que amanecemos con muchas voces en un solo suspiro, con intenciones de toda índole para dar respuesta a las preguntas que en lo cotidiano de lo absurdo solemos cortejar. Muchas inquietudes se disculpan con actos tan sencillos como seleccionar café o chocolate, medias blancas o de color café, zapatos deportivos o formales y elegantes.

El color de una corbata, tal vez.

Muchas voces en un solo suspiro, dije, porque en la mente divagamos con los recuerdos satisfactorios de vidas recorridas, de semanas atrás, incluso, pensamientos que se enredan en las preocupaciones del presente como es costumbre al iniciar cada mañana, o de aquellas simulaciones de vidas futuras que necesitamos comprender.

Algo breve, como un escrito sonoro que busca repercutir en lo ingrato de una pared.

Algo complejo, como las relaciones humanas donde el amor y el odio se pueden encontrar en una misma sala, exigiendo cordura a quien lo ha perdido todo en el afán.

Algo novedoso, como el amor de quien deseamos siempre saludar, de esas experiencias místicas donde lo absurdo es tan maravilloso como la sonrisa bajo palabra.

Días en que nos dejamos sorprender por el aburrimiento, quizás como un tono de llamada, neutral, único, insensible, que en lo corriente de su función advierte lo obvio, alguien nos busca.

Hay días sospechosamente light que pueden tomar color en un vaso de jugo de maracuyá, en la espuma misma de una fría bebida natural, que nos transporta al pasado, a ese hogar en que el aroma a maracuyá inundaba la cocina junto a una radio encendida sintonizada en la emisora local, por lo general alguna balada romántica.

Hay ocasiones en que personajes de buenas intenciones hacen daño, porque eso saben hacer los seres humanos, ocasiones además, en que el inesperado saludo de un buen fulano nos pueda dar la sonrisa maravillosa que una mañana requiera, con premura, con sentido.

Hay ocasiones estimados lectores, en que escribir es pues, un acto de supervivencia.

Una decisión en un solo suspiro.

AV.

16 de septiembre de 2025

La fortaleza de los débiles (Ética del amor)

 


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By: Andreas Magnusson.

En ocasiones elevamos la mirada buscando en el cielo esa palabra que a bien deseamos nos de consuelo o respuestas ante la insistente presión que cada tarea o asunto pendiente nos obliga a cumplir, nos preocupamos en un exceso de pensamientos que por lo general nos llevan a una autopista de emociones incontrolables al punto de quiebre del cansancio y la inoperancia intelectual. Eso no está mal, es parte de esa hermosa naturaleza que nos reseña como seres humanos.

Caminamos con las manos en los bolsillos y los puños apretados dentro de estos, los pensamientos fugaces con ideas incompletas que quieren darle sentido a la confusión de una coyuntura que fue planificada con mucho tiempo de antelación.

¿Pero para qué planificamos tanto si la vida es un ligero puente de cáscara de huevo que se puede romper como un capricho mismo de los dioses?

Se rompe, porque la fragilidad es algo permanente, constante, es algo que hace parte de la naturaleza misma que nos rodea.

Somos fuertes cuando la mente y la disciplina se juntan en un trabajo de completo compromiso y sensata dedicación a los detalles, pero al unísono de un canto de sirena aparecen luces en el vacío que materializándose en una llamada telefónica, un mensaje de chat o un simple correo electrónico nos advierte que las cosas ya no son como deben de ser.

Es ahí que la debilidad de los fuertes supera con creces lo ético del acuerdo previamente pactado. Nace la justificación de ese inevitable mal menor, del entender que a pesar de un plan o una estructura, la disciplina pierde ante la ausencia de quien prometió cumplir. Un mal menor, dirían los expertos en ciencia política o relaciones públicas. Y es que al hablar de la debilidad de los fuertes nace el dilema ético y sacro de todo aquello que hemos obrado con antelación ¿Hemos fallado? ¿Ha sido insuficiente o irresponsable la gestión? ¿Se ha perdido la confianza o el valor mismo de la institucionalidad? ¿Fue mi culpa?

Es un dilema que en casos de emergencia – el afán de la planificación – termina por degradar la naturaleza misma de lo deseado, porque siempre la buena intención ha antecedido cualquier acción o relación.

Hay que continuar, no podemos quedarnos en la misma piedra observando al cielo en búsqueda de señales.

Incluso, la señal precisamente fue aquella llamada, aquel mensaje de cancelación, aquel adiós que nunca tuvo bienvenida.

La fortaleza de los débiles nace preciso, en otro dilema, en la defensa, en el acto de amor de poder avanzar contra corriente, un breviario de intenciones que quiere surgir ante la desconfianza y la falta de razón. Es un callejón angosto que exige igualdad de pensamientos y recursos, como antes se obraba en las grandes autopistas de la zona de conformidad.

El último medio o recurso, como acto de defensa, sin mediar en el desespero, nos guía con una dosis más densa de paciencia para no tentar al egoísmo en los fines, siempre debemos de tener claridad en el ejercicio natural de la cooperación y el feroz egoísmo del tiempo caducado, es allí que el amor y las santas compañías pueden tomarnos de la mano y con palabras simples darnos un poco de aliento que en el transcurso del caos hemos perdido, porque siempre compañeros, lo que recae en el puente de cáscara de huevo, son los incentivos a querer continuar, la confianza propia y el devenir de quienes nos observan a la distancia, quizás como jueces, quizás como aliados, quizás como desconocidos que solo señalan sin entender que en el fondo del agua también hay tierra firme.

La ética preventiva del mal menor nos llena de argumentos y allí en mi caso puntual, es que siempre logro entender que cada evento, cada suceso trae consigo las falencias que el reto en su nivel más alto nos pueda desafiar, tiempo y recursos como tendencia de supervivencia requieren en profundidad amor y confianza, cada ciclo termina en una conclusión posible: nuevos argumentos para superar aquel mal menor, aquella ética de lo cotidiano.

Amor y confianza, por encima de tiempo y recursos.

Ahora es posible mirar al cielo y saber que en su abstracto conjunto de luces y nubes recibimos las gracias del trabajo cumplido, que el tiempo en su inmisericorde paso, nos ha apoyado con el susurro de aquellas palabras que el viento pasea: Todo va a estar bien.

Gracias a quienes acompañaron a este joven soñador, y miles de agradecimientos a quienes sostuvieron mis manos durante los silencios densos en que la debilidad de los fuertes fue un plato frío de almuerzo.

Hoy como siempre, seguimos caminando en puentes de cáscara de huevo, porque ello amigos míos, es la naturaleza de lo cotidiano.

Quizás sea esa la principal enseñanza.

 

AV.

8 de septiembre de 2025

Conversaciones (Nahuel)

 


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Hoy inicia una semana de esas, en las que la vida ha transitado tantos afanes que el calendario señala que es el momento de dejar todo en evidencia, los logros de cada esfuerzo, los olvidos de cada llamada y claramente el cansancio de los meses predecesores de esta semana, tiempos de acción.

Dentro de las múltiples ideas para solventar el esfuerzo de estos días de previa locura, un modo sano de poder dejar que la paz fluya por este cuerpo post adolescente, ha sido compartir tiempo de calidad en espacios de grata compañía.

Conocí a Nahuel en dos oportunidades, de esas casuales donde la vida nos muestra una pequeña parte de un todo. Finalmente el día de ayer, como señales del séptimo día, nos encontramos y en un amable abrazo nos dimos los saludos cordiales como corresponde entre dos caballeros. Cargaba en sus manos un muñeco de felpa, un juego de cartas y muchas ilusiones de una tarde digamos, diferente.

A su lado, una bella dama de ojos cafés, de ese café que se impregna en los sentidos, le acompañaba.

Conversamos un poco, porque eso hacen los caballeros.

Estuvimos compartiendo un rato en la piscina y allí intentamos nadar para superar uno al otro en velocidad, hicimos carreras e intentamos dar saltos curiosos, distintos a los tradicionales clavados de los juegos olímpicos.

Almorzamos una hamburguesa, porque eso hacen los caballeros por supuesto.

Dimos intentos vanos de re crear alguna especie de campamento oculto para ver algo de cine, pero caprichosa es la vida que ni el campamento pudo elevarse, ni la señal de la televisora pudo funcionar, incluso, posterior a un extenso tiempo de intentar poner a funcionar un par de pilas viejas, viejas y caprichosas.

Aquella dama de ojos cafés, de ese café que lleva en su interior el brillo del universo, caminaba siempre de nuestro lado, incluso nos acompañó al supermercado a recaudar provisiones, se nos hacía importante tener algo de comida chatarra y bebidas azucaradas como menú oficial del entretenimiento de la tarde, ella, con su sonrisa mágica, aprobaba la idea de mejor comprar frutas para comer en vez de chocolatinas.

Conseguimos frutas y preparamos batidos, dejamos de lado la idea de las bebidas azucaradas, de hecho el joven Nahuel, con ese brillo que tienen los ángeles en sus ojos, sugirió llevar una chocolatina, quizás de contrabando frente al plan que había inicialmente, pero ella, tan inteligente y conciliadora, logró convencerle de que fuese para compartir entre todos.

Una chocolatina para tres.

Vimos IT, una de mis películas favoritas junto al frecuente calor de una tarde de domingo.

Tomamos batido de frutos rojos preparado en casa y le ajustamos una noble guarnición de comida chatarra, noble y justa. Fuimos al parque, el sol comenzaba a ser aliado de esa tarde de distracción y descanso.

Con una manta de colores nos ubicamos donde mejor pudimos, esquivando las hormigas que transitan en lo que supongo es su territorio, esquivando algunas pocas heces de caninos locales que suelen dejarlas allí, supongo de descuido, esquivando, además, el bullicio de lo imperceptible.

Leímos a H.P. Lovecraft, porque eso hacen los caballeros, porque eso hace la bella dama de ojos cafés. Nos sumergimos en un picnic íntimo de buenas letras, comida casual y un buen granizado de frutos rojos, insisto, me quedó delicioso.

También jugamos cartas, “Italian Brainrot”, las favoritas de Nahuel, allí aprendí que el Bombardiro Cocodrilo es mejor que el Tralalero Tralala.

Cerrando el día un grupo de niños pasó por el parque, él con el deseo de quien quiere salir a conocer intentó acercarse, lamentablemente el grupo de niños ya tenía otra agenda por fuera del sector, así que nuestro caballero tuvo que dejar en sí la frustración del saludo desperdiciado.

Hay días sospechosamente light y en ellos muchas veces se nos siembran dudas o malestares y ante eso, al estimado Nahuel solo le extiendo mi abrazo de regreso, el mismo que recibí con su llegada, para hacerle saber que ya habrá otro día, otro picnic y nuevos amigos.

Nos despedimos y prometimos volvernos a saludar, porque eso hacen los caballeros.

AV.

5 de septiembre de 2025

Conversaciones (Sergio)



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Ayer tuve la oportunidad de conversar con Sergio Adrián, algunas palabras nobles, ligeras, de esas que terminan las frases con sonrisas, en un par de momentos frunció el ceño, de seguro, en reproche a mi insistente sugerencia de que inicie el curso virtual de Excel, es que insisto, es algo que todo ser humano debe de saber similar a nadar, por ejemplo.

En aquella conversación también estaban presentes otros importantes comensales, no tanto como Sergio Adrián, pero si grandes invitados de esta casa de letras.

Tuvimos la oportunidad de conversar, porque eso hacen los amigos, conversar. Profundizamos en las importantes reflexiones del ayer, de los logros de unos, de los retos a los que nos enfrentamos a diario, de lo que hemos dejado y de aquello que tanto nos ha costado.

Nos acompañó Richi, un joven gestor de soluciones que vino desde otras tierras a complacernos con su sonrisa, su amable compañía y los inmensos retos de su trabajo son cuento de muchas palabras para aprehender, pero siempre noble como su forma de hablar. Estuvo ausente Leo, pero es que la distancia es en ocasiones, un cruel admirador de las causas perdidas.

Hubo diálogo entre pares, tomamos coca-cola, estaba con antojo de una pizza así que procedí a comer como un niño, porque eso hacen los niños, admirar la pizza, manjar que espero prontamente Sergio Adrián aprenda a valorar.

Durante el tiempo que nos reunimos pudimos poner al día asuntos como los nuevos avances laborales de cada quien y las delgadas líneas del amor, tema en el que por supuesto la novedad está sobre la entrada de esta casa, porque si bien Sergio llegó en compañía de sus padres, los demás presentes en la mesa ya tienen establecida su situación sentimental desde unos años hasta hoy. En cambio este insensato que escribe presentó a los comensales algunos datos interesantes sobre la señorita de ojos cafés, una dama que ha llegado para ocupar un importante y esencial lugar en este cotidiano corazón.

Seguimos conversando y despejamos dudas de lo que el presente suele corregir, nos cuestionamos un par de escenarios futuros, o como dice la señorita de ojos cafés, de pensamientos utópicos.

Terminamos de comer y descartamos cualquier posibilidad de postre, Sergio Adrián debía de llegar a casa con prontitud y sus padres, cómo no, avanzar en la tarea de comprar con urgencia otra dotación de pañales, los viernes siempre hay bajo nivel de provisiones.

Richi de regreso a su hospedaje, al otro lado de la ciudad y yo camino a mi casa por igual.

Habrá una próxima cita, quizás, pero es grato saber que encontrarnos con la casualidad del tiempo ajeno es un desafío que nos proponemos superar para seguir construyendo esta relación de amistad que ya supera los diez años, como mínimo, salvo Sergio Adrián, que apenas llegó hace siete meses para imponernos su voluntad.

Por favor.

AV.