8 de septiembre de 2025

Conversaciones (Nahuel)

 


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Hoy inicia una semana de esas, en las que la vida ha transitado tantos afanes que el calendario señala que es el momento de dejar todo en evidencia, los logros de cada esfuerzo, los olvidos de cada llamada y claramente el cansancio de los meses predecesores de esta semana, tiempos de acción.

Dentro de las múltiples ideas para solventar el esfuerzo de estos días de previa locura, un modo sano de poder dejar que la paz fluya por este cuerpo post adolescente, ha sido compartir tiempo de calidad en espacios de grata compañía.

Conocí a Nahuel en dos oportunidades, de esas casuales donde la vida nos muestra una pequeña parte de un todo. Finalmente el día de ayer, como señales del séptimo día, nos encontramos y en un amable abrazo nos dimos los saludos cordiales como corresponde entre dos caballeros. Cargaba en sus manos un muñeco de felpa, un juego de cartas y muchas ilusiones de una tarde digamos, diferente.

A su lado, una bella dama de ojos cafés, de ese café que se impregna en los sentidos, le acompañaba.

Conversamos un poco, porque eso hacen los caballeros.

Estuvimos compartiendo un rato en la piscina y allí intentamos nadar para superar uno al otro en velocidad, hicimos carreras e intentamos dar saltos curiosos, distintos a los tradicionales clavados de los juegos olímpicos.

Almorzamos una hamburguesa, porque eso hacen los caballeros por supuesto.

Dimos intentos vanos de re crear alguna especie de campamento oculto para ver algo de cine, pero caprichosa es la vida que ni el campamento pudo elevarse, ni la señal de la televisora pudo funcionar, incluso, posterior a un extenso tiempo de intentar poner a funcionar un par de pilas viejas, viejas y caprichosas.

Aquella dama de ojos cafés, de ese café que lleva en su interior el brillo del universo, caminaba siempre de nuestro lado, incluso nos acompañó al supermercado a recaudar provisiones, se nos hacía importante tener algo de comida chatarra y bebidas azucaradas como menú oficial del entretenimiento de la tarde, ella, con su sonrisa mágica, aprobaba la idea de mejor comprar frutas para comer en vez de chocolatinas.

Conseguimos frutas y preparamos batidos, dejamos de lado la idea de las bebidas azucaradas, de hecho el joven Nahuel, con ese brillo que tienen los ángeles en sus ojos, sugirió llevar una chocolatina, quizás de contrabando frente al plan que había inicialmente, pero ella, tan inteligente y conciliadora, logró convencerle de que fuese para compartir entre todos.

Una chocolatina para tres.

Vimos IT, una de mis películas favoritas junto al frecuente calor de una tarde de domingo.

Tomamos batido de frutos rojos preparado en casa y le ajustamos una noble guarnición de comida chatarra, noble y justa. Fuimos al parque, el sol comenzaba a ser aliado de esa tarde de distracción y descanso.

Con una manta de colores nos ubicamos donde mejor pudimos, esquivando las hormigas que transitan en lo que supongo es su territorio, esquivando algunas pocas heces de caninos locales que suelen dejarlas allí, supongo de descuido, esquivando, además, el bullicio de lo imperceptible.

Leímos a H.P. Lovecraft, porque eso hacen los caballeros, porque eso hace la bella dama de ojos cafés. Nos sumergimos en un picnic íntimo de buenas letras, comida casual y un buen granizado de frutos rojos, insisto, me quedó delicioso.

También jugamos cartas, “Italian Brainrot”, las favoritas de Nahuel, allí aprendí que el Bombardiro Cocodrilo es mejor que el Tralalero Tralala.

Cerrando el día un grupo de niños pasó por el parque, él con el deseo de quien quiere salir a conocer intentó acercarse, lamentablemente el grupo de niños ya tenía otra agenda por fuera del sector, así que nuestro caballero tuvo que dejar en sí la frustración del saludo desperdiciado.

Hay días sospechosamente light y en ellos muchas veces se nos siembran dudas o malestares y ante eso, al estimado Nahuel solo le extiendo mi abrazo de regreso, el mismo que recibí con su llegada, para hacerle saber que ya habrá otro día, otro picnic y nuevos amigos.

Nos despedimos y prometimos volvernos a saludar, porque eso hacen los caballeros.

AV.

5 de septiembre de 2025

Conversaciones (Sergio)



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Ayer tuve la oportunidad de conversar con Sergio Adrián, algunas palabras nobles, ligeras, de esas que terminan las frases con sonrisas, en un par de momentos frunció el ceño, de seguro, en reproche a mi insistente sugerencia de que inicie el curso virtual de Excel, es que insisto, es algo que todo ser humano debe de saber similar a nadar, por ejemplo.

En aquella conversación también estaban presentes otros importantes comensales, no tanto como Sergio Adrián, pero si grandes invitados de esta casa de letras.

Tuvimos la oportunidad de conversar, porque eso hacen los amigos, conversar. Profundizamos en las importantes reflexiones del ayer, de los logros de unos, de los retos a los que nos enfrentamos a diario, de lo que hemos dejado y de aquello que tanto nos ha costado.

Nos acompañó Richi, un joven gestor de soluciones que vino desde otras tierras a complacernos con su sonrisa, su amable compañía y los inmensos retos de su trabajo son cuento de muchas palabras para aprehender, pero siempre noble como su forma de hablar. Estuvo ausente Leo, pero es que la distancia es en ocasiones, un cruel admirador de las causas perdidas.

Hubo diálogo entre pares, tomamos coca-cola, estaba con antojo de una pizza así que procedí a comer como un niño, porque eso hacen los niños, admirar la pizza, manjar que espero prontamente Sergio Adrián aprenda a valorar.

Durante el tiempo que nos reunimos pudimos poner al día asuntos como los nuevos avances laborales de cada quien y las delgadas líneas del amor, tema en el que por supuesto la novedad está sobre la entrada de esta casa, porque si bien Sergio llegó en compañía de sus padres, los demás presentes en la mesa ya tienen establecida su situación sentimental desde unos años hasta hoy. En cambio este insensato que escribe presentó a los comensales algunos datos interesantes sobre la señorita de ojos cafés, una dama que ha llegado para ocupar un importante y esencial lugar en este cotidiano corazón.

Seguimos conversando y despejamos dudas de lo que el presente suele corregir, nos cuestionamos un par de escenarios futuros, o como dice la señorita de ojos cafés, de pensamientos utópicos.

Terminamos de comer y descartamos cualquier posibilidad de postre, Sergio Adrián debía de llegar a casa con prontitud y sus padres, cómo no, avanzar en la tarea de comprar con urgencia otra dotación de pañales, los viernes siempre hay bajo nivel de provisiones.

Richi de regreso a su hospedaje, al otro lado de la ciudad y yo camino a mi casa por igual.

Habrá una próxima cita, quizás, pero es grato saber que encontrarnos con la casualidad del tiempo ajeno es un desafío que nos proponemos superar para seguir construyendo esta relación de amistad que ya supera los diez años, como mínimo, salvo Sergio Adrián, que apenas llegó hace siete meses para imponernos su voluntad.

Por favor.

AV.