16 de octubre de 2025

El Heredero. (Orgullo Familiar)




Imagen tomada de: https://fineartamerica.com/profiles/keith-spangle/shop

Ship's Cat revised Painting By: Keith Spangle.

 

IV.

Harry Manuel despertó con la preocupación de todos los días, saber qué habría para desayunar, posterior a averiguar la hora del día. Sintió algo de frío, frío, mucho frío. La almohada estaba algo robusta, fría incluso como si nadie hubiese dormido sobre ella la noche anterior.

Esa misma mañana Cecania despertó con dolores menstruales, posó su mano en la parte baja del abdomen y con una mueca se levantó de la cama, entró al baño y allí se descubrió como una mujer desaliñada, cansada, olvidada de sí misma. Entendió que el pacto se había cumplido, se cubrió con una toalla y espeto una sonrisa similar propia a la de un mago que acababa de engañar a un niño.

Caminó del baño con la toalla cubriendo su cuerpo hasta la sala-comedor, saludo a quienes ahora son sus padres, Don Jaime y doña Marcela quienes estaban desayunando. Se besaron en la mejilla y se sentaron a comer, como la familia que siempre fue.

Cecania ahora se llamaba Harriet.

En algún lugar de Alemania, en la provincia de Baja Baviera, Harry Manuel quien a partir de estas líneas pasaría ahora a responder al nombre de Kaín, se levantó de la cama observando todo a su alrededor, la habitación había cambiado, era en madera y muy rústica, algunos cuadros de pinturas muy antiguas, candelabros y un escritorio de madera con una vasija de cerámica y agua en su interior. Llamaba la atención que no estaba su escritorio con su computadora que tanto uso le daba las semanas recientes, tampoco estaba el poster de su película favorita.

Se levantó de la cama y caminó hasta la puerta encontrando al abrirla unas escaleras que llevaban a alguna parte, de seguro un lugar delicioso por el fuerte aroma a arándanos y masa de pan.

Descalzo, comenzó a caminar rumbo al primer piso hallando en frente de sí a una mujer de muy avanzada edad que en un alemán bien fluido le saludaba, invitándole a pasar a la mesa. Allí, un señor de rasgos fuertes le miraba, con una taza de café le saludó y retomó la lectura de la prensa local, un tabloide con titulares en inmensas letras de tinta negra, en perfecto alemán.

Harry Manuel se sorprendió y buscando explicación a todo, subió de regreso a la habitación, buscando el teléfono móvil encontró su cartera y en su interior un documento de identidad que rezaba: kaín Klatten.

Buscando un espejo llegó al baño en medio del pasillo, en el espejo notó a un hombre de pelaje rojo con una barba incipiente y algo dramática, sin rasgos de masculinidad definida, solo pelaje revuelto y canas descuidadas.

Kaín se lavó la cara con agua fría, muy fría y recordó por dos segundos aquel diálogo por chat con la excéntrica Cecania y sus supuestos deseos de buena fe.

Abrió los ojos marrones con gran asombro y quedándose con la mirada fija en la pared notó que ahora estaba en otra vida, cargada de lujos y privilegios, sin memoria del pasado, solo ideas vagas de quien era y dónde estaba. Volvió en sí, durante la jornada fue descubriendo que era Ingeniero Mecánico, que heredaba la fortuna de la familia Klatten y que tenía una novia, diez años más joven que él y que oficiaba como modelo de trajes de baño y zapatos de la marca Deichmann.

Sin pretender reprochar nada, el olvido le tomó por prisionero, así, cuando revisó el teléfono móvil, encontró muchos mensajes en español, un idioma que ahora no entendía.

Se trataba de diálogos extensos con una dama, de nombre Harriet. Escuchó los audios y le sorprendió notar que eran en idiomas medianamente conocidos, como el ruso e incluso el japonés.

Le escribió, en alemán por supuesto, su ahora lengua natal, no recibió respuesta, por el contrario, fue bloqueado al llegar la noche.

En exacta sincronía con el universo, siguió indagando de qué iba todo ese chat, sufría de una ligera jaqueca y la confusión lo dominaba. Bajó nuevamente y comenzó a comer en familia, proponiendo como tema de conversación el sentido de la vida.

En aquella conversación con sus padres alemanes, descubrió que en esa misma semana se estaban adelantando oficios con los abogados de la familia para completar el proceso de sucesión del patrimonio familiar, que ahora quedaría a su cargo, así como el manejo de la empresa, una importante corporación de Telecomunicaciones.

Terminaron de comer, se arregló la barba y se vistió con el traje más elegante y la corbata mas vistosa que pudo hallar en el clóset; salió de casa y un chofer le esperaba para transportarlo a su lugar de trabajo, un reconocido edificio en el centro financiero de Baviera.

Llegó a la oficina en un completo piso de la torre más alta a las afueras de la ciudad, de pie mirando al horizonte sintió el deseo de tomarse un café, un deseo extraño.

Un mensaje de texto apareció en su teléfono móvil, en perfecto alemán: 

“Gracias Harry, Gracias Kaín. Intenta no sabotear nada”.

Abrió los ojos en completa confusión, en ese instante sintió que a su cuerpo lo invadía una mano fría, una sensación de que algo absurdamente malévolo le acariciaba la espalda.

Se giró sobre sí y en el reflejo de la ventana se cruzó con la imagen de su yo anterior, o de un desconocido, quizás.

En alguna parte de Colombia una mujer de treinta años se sentaba junto a sus padres a ver televisión, mientras en su teléfono móvil escribía un mensaje en perfecto alemán.

AV.

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