Imagen tomada de: https://fineartamerica.com/profiles/keith-spangle/shop
Ship's Cat revised Painting By: Keith Spangle.
IV.
Harry Manuel despertó con la
preocupación de todos los días, saber qué habría para desayunar, posterior a
averiguar la hora del día. Sintió algo de frío, frío, mucho frío. La almohada
estaba algo robusta, fría incluso como si nadie hubiese dormido sobre ella la
noche anterior.
Esa misma mañana Cecania despertó con
dolores menstruales, posó su mano en la parte baja del abdomen y con una mueca
se levantó de la cama, entró al baño y allí se descubrió como una mujer
desaliñada, cansada, olvidada de sí misma. Entendió que el pacto se había
cumplido, se cubrió con una toalla y espeto una sonrisa similar propia a la de
un mago que acababa de engañar a un niño.
Caminó del baño con la toalla
cubriendo su cuerpo hasta la sala-comedor, saludo a quienes ahora son sus
padres, Don Jaime y doña Marcela quienes estaban desayunando. Se besaron en la
mejilla y se sentaron a comer, como la familia que siempre fue.
Cecania ahora se llamaba Harriet.
En algún lugar de Alemania, en la
provincia de Baja Baviera, Harry Manuel quien a partir de estas líneas pasaría ahora
a responder al nombre de Kaín, se levantó de la cama observando todo a su
alrededor, la habitación había cambiado, era en madera y muy rústica, algunos
cuadros de pinturas muy antiguas, candelabros y un escritorio de madera con una
vasija de cerámica y agua en su interior. Llamaba la atención que no estaba su
escritorio con su computadora que tanto uso le daba las semanas recientes,
tampoco estaba el poster de su película favorita.
Se levantó de la cama y caminó
hasta la puerta encontrando al abrirla unas escaleras que llevaban a alguna
parte, de seguro un lugar delicioso por el fuerte aroma a arándanos y masa de
pan.
Descalzo, comenzó a caminar rumbo
al primer piso hallando en frente de sí a una mujer de muy avanzada edad que en
un alemán bien fluido le saludaba, invitándole a pasar a la mesa. Allí, un
señor de rasgos fuertes le miraba, con una taza de café le saludó y retomó la
lectura de la prensa local, un tabloide con titulares en inmensas letras de
tinta negra, en perfecto alemán.
Harry Manuel se sorprendió y
buscando explicación a todo, subió de regreso a la habitación, buscando el
teléfono móvil encontró su cartera y en su interior un documento de identidad
que rezaba: kaín Klatten.
Buscando un espejo llegó al baño
en medio del pasillo, en el espejo notó a un hombre de pelaje rojo con una
barba incipiente y algo dramática, sin rasgos de masculinidad definida, solo
pelaje revuelto y canas descuidadas.
Kaín se lavó la cara con agua
fría, muy fría y recordó por dos segundos aquel diálogo por chat con la
excéntrica Cecania y sus supuestos deseos de buena fe.
Abrió los ojos marrones con gran
asombro y quedándose con la mirada fija en la pared notó que ahora estaba en
otra vida, cargada de lujos y privilegios, sin memoria del pasado, solo ideas
vagas de quien era y dónde estaba. Volvió en sí, durante la jornada fue
descubriendo que era Ingeniero Mecánico, que heredaba la fortuna de la familia
Klatten y que tenía una novia, diez años más joven que él y que oficiaba como modelo
de trajes de baño y zapatos de la marca Deichmann.
Sin pretender reprochar nada, el
olvido le tomó por prisionero, así, cuando revisó el teléfono móvil, encontró
muchos mensajes en español, un idioma que ahora no entendía.
Se trataba de diálogos extensos con
una dama, de nombre Harriet. Escuchó los audios y le sorprendió notar que eran
en idiomas medianamente conocidos, como el ruso e incluso el japonés.
Le escribió, en alemán por
supuesto, su ahora lengua natal, no recibió respuesta, por el contrario, fue
bloqueado al llegar la noche.
En exacta sincronía con el
universo, siguió indagando de qué iba todo ese chat, sufría de una ligera
jaqueca y la confusión lo dominaba. Bajó nuevamente y comenzó a comer en
familia, proponiendo como tema de conversación el sentido de la vida.
En aquella conversación con sus
padres alemanes, descubrió que en esa misma semana se estaban adelantando
oficios con los abogados de la familia para completar el proceso de sucesión
del patrimonio familiar, que ahora quedaría a su cargo, así como el manejo de
la empresa, una importante corporación de Telecomunicaciones.
Terminaron de comer, se arregló la
barba y se vistió con el traje más elegante y la corbata mas vistosa que pudo
hallar en el clóset; salió de casa y un chofer le esperaba para transportarlo a
su lugar de trabajo, un reconocido edificio en el centro financiero de Baviera.
Llegó a la oficina en un completo
piso de la torre más alta a las afueras de la ciudad, de pie mirando al
horizonte sintió el deseo de tomarse un café, un deseo extraño.
Un mensaje de texto apareció en su teléfono móvil, en perfecto alemán:
“Gracias
Harry, Gracias Kaín. Intenta no sabotear nada”.
Abrió los ojos en completa
confusión, en ese instante sintió que a su cuerpo lo invadía una mano fría, una
sensación de que algo absurdamente malévolo le acariciaba la espalda.
Se giró sobre sí y en el reflejo
de la ventana se cruzó con la imagen de su yo anterior, o de un desconocido,
quizás.
En alguna parte de Colombia una
mujer de treinta años se sentaba junto a sus padres a ver televisión, mientras
en su teléfono móvil escribía un mensaje en perfecto alemán.
AV.
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