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Cat
in Box By: Robert Phelps.
I
Harry Manuel nació en una familia
convencional, clase trabajadora siendo el hijo menor, su hermano mayor,
Mauricio, le aventajaba quizás unos doce agostos de distancia, cosas del
tiempo, de los amores fallidos y recuperados entre papá y mamá.
Jaime Alonso, su padre, se enamoró
de Marcela Elvira, muy jóvenes. Tan pronto terminaron sus estudios
universitarios, se fueron a vivir juntos y allí fecundaron a Mauricio, en una
entrega entusiasta de principios de años ochenta. Con el paso de los años, el
amor se fue menguando como una vela que cae ante el viento, hasta que el furor
de la salsa romántica, años noventa, el amor retomó los cuerpos de Jaime y
Marcela, fecundando a Harry, o Manuel, como prefiere decirle su padre.
Creció con las comodidades suficientes para no pasar
hambre ni ver la navidad desde la barrera, no recibió la bicicleta que tanto
soñaba ni la consola de videojuegos que solicitaba en reiteradas cartas al
divino niño nacido del pesebre de la casa, sin embargo jamás le hizo falta
zapatos ni pijamas, incluso, llegó a coleccionar muñecos de su serie de
televisión favorita, no en calidad original ni en edición de lujo, solo los
corrientes que las jugueterías locales fabricaban.
Terminó de estudiar en un colegio privado de clase
trabajadora, nada de lujos ni apellidos ostentosos. No había abolengo en la
fila de pupitres ni marca de ropa lujosa en los uniformes de diario o deportes.
Harry era una persona normal.
Fue tan normal que decidió
estudiar periodismo, igual que su padre, Jaime Alonso, ya reconocido cronista
del diario local. Su madre Marcela se recibió de Psicóloga en la Universidad
Católica, sin lujos ni compañeros de grado importantes, en cambio su hermano
mayor, Mauricio, estudió en la universidad pública, pero graduándose a honores,
con una beca en los bolsillos y muchos amigos de distintas clases sociales,
quizás algo que para sí era motivo de envidia.
La vida es una espiral de
emociones donde se administran las tentaciones, si bien Harry no pretendía ser
becario o aunque sea un reconocido estudiante en la universidad, sí anhelaba la
capacidad de socializar de su hermano mayor que ya en edad madura, lideraba una
empresa de empaques que daba buenos réditos al final de cada año.
Harry no tuvo novia sino hasta
avanzados sus estudios en la universidad privada, finalmente entró a cursar
comunicación y periodismo en la Autónoma, una universidad de buen prestigio
pero no de élite si se le compara con otras de la misma ciudad. María Fernanda,
tan corriente como Laura o Patricia, nombres que para la época detonaban la
memoria de las tías de antaño, estudiante por igual de comunicación pero sin los
dones de la belleza vallecaucana, más bien corriente, como las damas del centro
del departamento.
Al momento de graduarse, ella, la
novia, logró una oportunidad en Bogotá para servir de auxiliar en un reconocido
medio de comunicación nacional, sin dudarlo inició su camino que hoy, muchos
años después la premiaría la vida con ser la más importante periodista de un
medio de comunicación audiovisual.
Harry no prosperó como periodista ni
mucho menos como programador de televisión o cronista de la prensa local, si
quiera pudo acceder a trabajar en la radio. A pesar de los intentos de su padre
de mover influencias y promesas, no se lograba ubicar en algún puesto de
importancia profesional.
No se lograba ubicar porque sentía en el fondo, que no pertenecía a ninguna parte.
Fin de la primera parte.
AV.
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