Imagen tomada de: https://www.etsy.com/es/listing/843590150/arte-de-gato-espacial-arte-de-pared-de
Space
Cat By: CodyVrosh
II.
Algo en Harry Manuel no daba con
nada que fuese corriente, nada extraordinario o prometedor, como si su vida
dependiera de la voluntad no querer vivir.
Siguió viviendo en casa de padre y
madre, soltero, con un ingreso mínimo en labores de prestación de servicios en
comunicaciones y protocolo, algo de lo que se había vuelto experto, pero sin
ánimos de ser exitoso.
Sin contrato estable ni un salario
digno de recibir extras al final de cada año, cerca de los treinta años de edad
insistía en culpar a sus allegados de su frustración, porque en palabras de su
madre, nada era considerado como fracaso, solo aprendizajes (permanentes).
Recién superada la crisis de la
cuarentena y ver sus ideas crecer de modo virtual, intentó en crear una empresa
unipersonal de asesoría en comunicaciones, manejo de redes sociales y algo de
impacto cultural. Tuvo éxito, relativo, pero algo de éxito, insisto.
Aquella tarde de noviembre de 2023,
sentado en su escritorio, con el cabello largo y algo de sudor por el clima de
la jornada, recibió un mensaje a su cuenta personal de Instagram, una red
social que despertaba amores y odios en su dignidad.
Fue un mensaje que buscaba cotizar
sus servicios como asesor en comunicación corporativa. Una empresa italiana, de
esas que querían abrir sus mercados a Latinoamérica, porque así lo sugería el
mundo post-pandémico.
Aceptó reunirse con el contacto,
un tal Luca Georgiano Ferro, en resumen, un tal “Luca Ferro”. Al inició pensó
que se trataba del cantante italiano de una de sus bandas favoritas, pero
descubrió rápidamente que era un homónimo, nada más.
Se citaron en videollamada y allí,
en un español mal hablado pactaron revisar el caso. A la mañana siguiente,
Harry Manuel recibió otra solicitud en su cuenta de Instagram, ahora de una
empresa en Portugal, que al igual que el señor Ferro, quería expandir sus
servicios financieros en Colombia, un tal Amorim Azevedo era el contacto de
enlace.
Para el fin de semana ya estaba
preparando ambas cotizaciones, con dificultades de idioma, pero el gran apoyo
de la aplicación de traducción de Google no le deja desfallecer.
El lunes era día feriado, pero no
en Europa, por lo tanto ambas sesiones se llevaron una justo después de la
otra, pareciera que llegarían sus primeros contratos millonarios y estables,
suficiente como para llevar a padre y madre a conocer Italia y Portugal, el
sueño de todos en temporada post-pandémica.
Aquella noche de lunes feriado
otro mensaje apareció, también en la cuenta de Instagram, ahora una dama de
origen desconocido le proponía una oportunidad de negocio para invertir en
Europa, al parecer, algo relacionado a Islandia. Se sintió ilustre y aceptó
reunirse con la fulana, después de varias horas de chat se conocieron y dieron
fe de la veracidad de cada contacto, cada propuesta, cada treta.
A la medianoche de aquel lunes, Cecania
Klatten, la dama del chat, explicaba a Harry Manuel, un colombiano tan
corriente como cualquiera en América Latina, que ella le podría conceder un
deseo, uno solo, a cambio de él ceder esa vida presente a ella.
Harry por supuesto no entendió la
propuesta, acusándole de estafadora y demás; Cecania insistió, le tuvo
paciencia y así transcurrieron quizás dos semanas, el tiempo justo para cumplir
con la entrega al primer cliente, el italiano de apellido Ferro, un sencillo
plan de monetización en redes sociales.
Tiempo justo, además, para pretender
aprender un nuevo idioma, Harry sentía a sus adentros que no era suficiente con
el traductor de Google, se hacía importante alguna base idiomática que le diera
las herramientas para crecer en ese pequeño gran negocio que la vida le estaba
brindando.
Inició con aplicaciones de idiomas
en su teléfono móvil, jugaba a responder cuestionarios y escuchar canciones en
otras lenguas, de preferencia el italiano, por aquello del cliente reciente.
Harry Manuel pensaba en algunas
ocasiones en el mensaje que la fulana de origen alemán le había enviado. ¿Una
propuesta de una vida mejor? ¿Un deseo?
Durante esas dos semanas cumplió
con cada parte de su cliente italiano y su cliente portugués, dos acciones
diferentes en contenido, pero afines en el qué hacer: un plan de medios y una
estrategia de marca. Nada raro.
Leía por encima el mensaje, lo
acariciaba con su dedo pulgar en la pantalla del teléfono móvil, como si fuera
una estampa o la medalla del santo de su devoción.
En ciertos momentos la dama le
escribía, le invitaba a considerar la propuesta. En ciertos momentos mientras
la leía en el silencio de las confusiones, Harry Manuel imaginaba una vida
mejor, algo que superara la miseria y frustración de no alcanzar siempre la
meta trazada.
Quiso responder de inmediato que sí,
que aceptaba el trato, pero frenaba el deseo con el ímpetu de quien espera la brisa
siguiente para navegar.
Quería ir más lejos, esperar quizás, una oferta mejor.
AV.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario