Imagen tomada de: https://www.saatchiart.com/en-co/rimmamantika
Women, Black Cat and Flowers Painting
By: Rimma Mantika (Indonesia).
II.
Cerró la puerta del balcón y junto a su perro de apoyo
emocional se quedó esperando alguna represalia de parte del panal caído. Se
miraron a los ojos mutuamente, Charly, el canino, jadeaba con la lengua afuera
en señal de que estaba tenso el ambiente, pero libre de todo riesgo. Renata con
sus ojos cafés, abría su mirada queriendo encontrar todo lo que se moviera en
el recinto. Salió de casa dejando la puerta del balcón cerrada para no tener
encuentros peligrosos con la avispa.
Horas más tarde la madre regresó encontrando la maceta de
coco colgante revuelta, sin su panal. Comenzó a dar giros entre una esquina y
otra, empujaba sus alas como si se tratase de una inmensa aeronave, quería
romper el cristal de la puerta del balcón. Su intenso color amarillo se
convertía en oro puro, en la fuerza de la naturaleza queriendo romper el vidrio
que le dividía de su agresora y su vacío existencial.
Elevó sus alas y recorrió la torre de apartamentos, dando
vueltas de un lado a otro observaba las ventanas, todas cerradas, volaba
buscando una entrada, se imaginaba invencible, eterna, se ardía en dolor por lo
sucedido.
Volaba con furia.
Al caer la tarde Renata llegó al apartamento en compañía
de Charly, el peludo amigo. Se sentó a tomar un Té de jengibre con limón y algo
de miel, estiró sus desnudas piernas sobre el sofá y recostó la espalda dando
la vista a la pantalla de un enorme televisor, a su lado la puerta de vidrio
cerrada del balcón, una ligera grieta se notaba.
Se tomó el Té con la calma necesaria y revisando su
teléfono móvil organizaba algunas tareas del día siguiente, leía correos de
asuntos personales y navegaba de vez en vez en sus redes sociales, resaltando
su belleza en fotografía publicadas a disposición de sus amigos y fanáticos.
Charly se levantó del suelo y ladró en dirección al
balcón, Renata recordó en ese instante lo ocurrido con el panal de avispas en
horas de la mañana, así que asomó la cabeza buscando alguna novedad afuera, no
había nada, solo las luces de la noche que danzaba como cocuyos esperando el
final.
Terminó su bebida y se fue a dar una ducha, estaba
cansada de la jornada, su mascota le acompañaba acostada por fuera del baño y
en el balcón la avispa regresaba inspeccionando el apartamento, insistía en
encontrar alguna ventana por dónde entrar.
Comenzó a volar nuevamente con fuerza intentando romper
el vidrio, un muro implacable para un ser tan diminuto. Rendida de tanto
esfuerzo tomó vuelo en búsqueda de ayuda.
Renata después de una larga ducha se acomodó su ropa de
dormir y encendiendo la televisión en frente de su cama se acostó a dejar que
el arrullo de una serie coreana le diera el sueño preciso para iniciar un nuevo
día. Charly se subió a la cama a dormir a su lado.
Un zumbido les rodeaba, tocaba con ligereza la puerta de
vidrio del balcón de la habitación queriendo encontrar un punto de entrada,
eran dos avispas, luego fueron tres avispas, juntas golpeaban buscando un
acceso a la venganza.
A la mañana siguiente Renata despertó y retomó su rutina
de sana alimentación: una fruta, una granola, algo de yogur griego y claramente
un café especial.
Al terminar su desayuno se vistió con ropa deportiva y
tomó a Charly para iniciar la caminata matutina, aprovechando que aún el sol
está amigable con la piel, notó de reojo una ligera grieta en el vidrio de la
puerta del balcón, ligera por supuesto, esquiva para la vista humana.
Al salir prefirió bajar por las escaleras junto al perro
y un termo de agua mineral.
Afuera en el balcón la avispa de amarillo y negro
construía nuevamente un panal, ahora en compañía de algunas colegas, quizás
como acto de solidaridad.
Cerca de las ocho con cuarenta minutos Renata regresó a
casa, entró directo al baño con el afán de querer orinar el litro de agua que
había consumido en la caminata, Charly hizo lo propio y corriendo fue a tomar
agua de su envase personal, mientras bebía levantó las orejas y giró su mirada
al balcón.
Comenzó a ladrar en señal de alerta, como un grito
desesperado quizás, una especie de alarma. Renata confundida, salió a la sala
del apartamento queriendo saber qué ocurría con su amigo perruno, quería
pedirle que se callara, pero la sorpresa fue más impactante que el ruido en sí
del pequeño Charly.
En el vidrio del balcón de su apartamento, un conjunto de
pequeños panales de avispas se había fijado como si se tratase de una pared o
una cortina, varias avispas volaban rodeando el espacio al mejor estilo de una
marcha militar.
Allí, en la baranda del balcón una avispa rubia con rayas
negras, estaba posada en firme postura, observando fijamente
a los ojos de Renata.
Se alzó en vuelo sobre su propio eje y con
fuerza se lanzó contra el vidrio nuevamente, allí, donde ya se evidenciaba una grieta.
AV.
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