11 de mayo de 2023

Borrador (Ficción)

 


Estaba sentado con la vista hacia el horizonte pensando en cuanta oportunidad perdida se ha coleccionado en el transcurso de lo vivido. Una ventana interviene entre la vista del joven pensador y el paisaje urbano de una ciudad que no da espera a los desesperados.

En alguna oportunidad con las piernas cruzadas y la mente en blanco logró nuestro personaje entablar comunicación con un espectro de alguna dimensión cercana, de esas que nos rozan el alma, comunicación que se daba desde la energía del cuerpo, como una señal telepática de idas y llegadas en dónde las palabras se vestían de emociones, quizás, al grito mudo de esos amores que transmutaron en otra vida.

Durante el misterioso diálogo se logró aprender un poco del silencio de los desesperados, de relatos abandonados en los que miles de vidas pasaron en ruidos de cada época. En alguna oportunidad escuchó el relato de un viejo carpintero que, huyendo de un infiel encuentro sexual, terminó abrazado por el frente de un potente Volvo de 3 ejes. Un silencio más adelante conoció la historia de una inocente fulana que tras sufrir miles de abusos de un par de bellacos, envuelta en pánico y desespero, prefirió destapar su vida a través de una ventana.

La misma ventana que intervenía la vista del joven pensador.

Episodios de terror y tristeza que se desvanecen en la memoria, como un llanto que con la sal sobre la mejilla va limpiando el pecado de la vida después de la vida. Relatos similares que se escudan en el anecdotario de un desconocido. Para algunos en navidad llegan los espíritus de viejas noches pasadas, para otros sea quizás en la semana santa el momento justo para conocer a uno que otro fuego fatuo sobre el camino. Familiares o amigos se desprenden de lo cotidiano de una fiesta y se enmudecen ante el terror de un visitante no esperado, de algún desencarnado que en el reflejo de la cena familiar sigue anhelando lo que en vida nunca supo degustar.

Observa diferentes modos de vida y los traduce en canciones y ritmos, en cuantas fábulas y ritos que surgen de la curiosidad, remedos de vida enfrascados en susurros sin dolientes, solo testigos.

Nuestro personaje sentado sobre el borde de una cama, con las piernas cruzadas y la mirada fijada en el ayer, continúa en silencio soportando quien sabe cuánto, de lo que el universo le es capaz de compartir.

Se desvanece la claridad del cielo con la tarde que cae, pasando del azul reproche al grisáceo momento de la noche. Farolas de diversos colores comienzan a aparecer tenuemente hasta dejar el camino a la vista de los despistados. Con la reflexión sobre la base de la cama se levanta y camina con preocupación a la sala principal, se prepara un pan con manteca y queso y sirve un vaso de yogur de frutos rojos, espeso, pesado, entero.

Mastica sin dejar que sonido algún escape de su cuerpo, como si contuviera todos los esfínteres en un riguroso miedo absoluto, como un rito de silencio perpetuo ante la maldad del universo que nos rodea.

A veces es mejor no pensar.

Con una sensación de ardor en la espalda prefirió seguir caminando de lado a lado cual fiera enjaulada, su bebida láctea poco a poco se iba acabando, pero sus pensamientos al parecer continuaban siendo centro de datos y lamentos.

Un poco de desinterés fue recuperando terreno en su mente y le permitió llevar su memoria a viejas amistades y paseos vacacionales. Algo de nostalgia daba a sus ideas una banda sonora de canciones pasadas de moda, ritmos populares que invocaban a viejos amores.

Como un pensamiento que de madrugada nos paraliza la vida misma.

Intenta conciliar el sueño, pero recuerda su papel en toda esta historia, un rol determinante en un relato de ficciones mal elaboradas. Un fuerte aroma a tabaco se pasea por la habitación, una sombra espesa se escabulle tras las cortinas, un suspiro a modo de reproche se atraganta en búsqueda de un padre nuestro, un joven pensador se escabulle de su mente queriendo volar desde un séptimo piso, como si el aire bajo la luna nueva fuere amable testigo de quienes huyen de todo lo que proviene de abajo.

Un personaje que absorto en sus pensamientos terminó por convertirse en la pesadilla que siempre lo persiguió. Como la balada que adorna la pista de baile y se queda sublime ante el deseo de los desesperados.

Un fuego fatuo se sumerge de modo potente entre la cerámica de los baldosines, deja a su paso la mancha de un cigarrillo que nadie probó, se lleva consigo toda la luz que un humano de bien pudiese conservar.

Una ruta de oscuridad que cual relato de ficción se convierte en anécdota, en mito urbano de quienes en futuras vidas pensarán que esto simplemente fue un paisaje de la dialéctica.

Nuestro personaje, ahora ausente en el presente, continúa en silencio soportando quien sabe cuánto, de lo que el universo le es capaz de compartir ahora como primera persona.

En el siguiente nivel.

AV.

8 de mayo de 2023

Borrador (Costumbres)

 


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Con el alma muda nos cuestionamos qué vamos a hacer ahora, con la sed recurrente y el pensamiento en los pies nos dirigimos con altas expectativas sobre el mes de abril (estamos en mayo).

Nos alejamos con la costumbre misma de pretender vivir un mundo soñado a base de historias y sonrisas, de cuentos y anécdotas con personajes inexistentes. A lo mejor solo son sueños que se narran en una libreta, o por qué no, la permanente trova de aquel que busca su suerte en un semáforo haciendo malabarismo.

Los días traen su ritmo y sus miedos. Vivimos a cada paso y a cada gota de sudor, nos llenamos de ternura e ilusiones porque en esta labor es que reside el deseo de todos por vivir un mejor mañana, por ser agentes de nuestra propia historia.

Una historia de terror para algunos, una historia de ficción para todos.

Con las palabras encerradas en una botella intentamos comunicarnos con el mundo entero, nos desdibujamos de ese profesional que nos antecede para re convertirnos en ese niño que nos juzga desde el llanto de la memoria.

Estamos orgullosos de cada nota musical que suena, porque de su mística hemos dado la vida, del paraíso de los olvidados es el poder de la palabra y de las acciones, las intenciones de los desconsolados.

Hay almas que hacen ruido, que son un malestar inmenso en donde sea que se paseen. Pueden robar la calma a quienes están cerca, son capaces de destruir lo que años atrás consideraban era sagrado, no les interesa el porvenir sino, el contundente materialismo de la vida. Son vagones llenos de metal.

Son miles de emociones y acciones condensadas en una botella en su punto máximo, intentan que su ruido sea escuchado por todos, se desdibujan permanentemente de toda vida que le haya antecedido, se juzgan a sí mismas, con el ego mismo de no permitirse ser juzgada por algún comensal.

Son agentes de su propia perdición como un espectáculo de comedia en la que el comediante busca hacer reír a todo su auditorio, pero jamás su propia felicidad: Un drama bien intencionado.

Hay almas olvidadas, llenas de expectativas y con el deseo de poder ser útiles a otros que quizás las hayan recordado por un segundo, por un error. Almas que son tranquilas, que se visten de los colores que al tono de cada mañana bien parezca, seres desencarnados que rondan por pasillos sin prisa, rondan solamente.

Son susurros de melancolía que reconociendo su historia se permiten ser juzgadas sin querer mejorar, trascender o perder. Se disfrutan a sí mismas como un actor claro de noble corazón.

Como los perdedores que nunca jugaron a ganar.

Hay almas demasiado humanas. Son peligrosas porque están incompletas, imperfectas.

Hay almas demasiado perfectas, elegantes, únicas, sabias. Son almas que no merecen estar aquí, perecen en el primer contacto humano, lloran un rato, pero después allá a lo lejos, en la eternidad, vuelven a sonreír.

Somos seres con el amor por el tiempo anclado en los tobillos. Seres que tenemos la capacidad inmensa de recordar cuando nos han arrebatado, de desear cuanto nos han prometido y por supuesto, de ignorar cuanto bien nos han abonado.

Seres que llevamos en el bolsillo las ideas necesarias para abrir puertas, sembrar caminos o atropellar consejos, seres que dejamos en el anhelo de la perfección las miles de historias que nos dan vida y calor.

Tenemos el alma muda.

Somos una ficción permanente en un orgánico universo de sentido común.

AV.

4 de mayo de 2023

Canción del Día (SyntCat)

 



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Yo tengo un DJ que por lo general cada mañana (no cumple el 100% de los días, pero se esfuerza) me despierta con una canción aleatoria, de mi amplio espectro musical y me rodeo como un abrazo feroz, toda la jornada laboral hasta sentir que se agota la melodía para otro amanecer.

Hay canciones bienaventuradas que surgen de un clásico como las baladas del ayer de Al Bano y Romina Power, el maestro Raphael o los inconclusos poemarios de Alejandro Sanz.

Hay retos musicales como las novedades del Grupo Niche, las Elegías de Juan Gabriel, las ocurrencias de los Auténticos Decadentes e incluso, las plegarias de Michael Bolton.

No necesariamente son canciones que a todos deban de gustar o que estén dentro del espectro del conocimiento popular, algunas puedan ser muy específicas en su género y ritmo, como es el caso de Big Simon, Los Rebeldes, Taburete o el príncipe Max Torres. Canciones reconocidas y re estudiadas por ociosos y perezosos, por ansiosos y rencorosos, por románticos y ajenos.

Todos en mi interior.

Hay canciones suficientes para salvar vidas y de eso creo, ya he dado suficiente reflexión en este blog. Hay artistas que su patrimonio se acusa a una canción, y también tenemos comunidades enteras que se resignificaron gracias a una canción.

Hoy regresé a los años noventas con la voz de Alejandro Escajadillo, un oriundo feligrés de Mérida (Yucatán), personaje significativo para la historia de la música latina por su esfuerzo (preciso) de traer al español de barrio, el potentoso sonido del Synth Pop y la movida New Wave de los poderosos años setentas europeos. Un artista que a mi criterio es de lo más grande de este lado del planeta, compositor, arreglista, amigo de todos y músico del alma.

Inició con Caifanes, aunque su verdadero origen como el caso de muchos en México, fue en Televisa; pero se dio fuerza con Kenny y los Eléctricos (Tengo roto el corazón), hasta llegar a formar “La Gente Normal”.

Su nombre artístico se remonta a sus años de soñador pero sin dinero, insuficiente para comprar un teclado o piano portable. De ahí su sobrenombre: Syntek. Homenaje a su crisis de momento y a su amor por el pop electrónico del otro lado del atlántico. Alex, como breviario de Alejandro, por supuesto.

En su momento, en el furor de los años noventas una de sus principales baladas llegó en 1994 en su álbum Mas fuerte de lo que pensaba. Proyecto que traería lo más triste que una despedida pueda surgir de labios de un corazón roto: “Mis impulsos sobre ti”.

Este fue el segundo disco como agrupación y quedó como un sello de sangre en las estaciones radiales la frase ”Yo te amo más que a nadie…”  como introducción al dolor mismo que solo un majestuoso compositor pudiese heredar, a nosotros, su pueblo infeliz y despechado.

Sinceramente tomé con mayor postura la obra del señor Escajadillo a partir de su evolución en la década del dos mil. Evidentemente ser ganador de un Óscar y estar detrás de “Sexo, Pudor y Lágrimas” (1999), “We Belong Together”(Toy story 3 - 2010) y “El Futuro es Milenario” en el Bicentenario de México (2010) son credenciales que lo ubican más allá del joven soñador que quería cambiar el techno pop de los 80s en un México que vivía su propia transformación.

Cantar junto a Ana Torroja fue la curva final en aquel 2003 que me daría la batuta para tenerlo en mi radar para toda la vida.

Hoy el DJ de la emisora mental rindió homenaje a su trayectoria desde la base de la pirámide con aquella canción que los olvidados por el amor, insisten en amar.

Alejarse significa un suicidio, pero todo cambia de color.

AV.


3 de mayo de 2023

Máquinas (animales)



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Ayer mientras estaba en modo reflexivo sobre las múltiples visiones que de la vida surge, al borde de una ventana y con la mirada perdida en el punto invisible del horizonte, terminé dando golpes contra el calendario, emulando al multiverso de Hesse mientras me proyectaba en el recuerdo como un galán de ficción local.

Es normal que cuando comenzamos a escribir nos dé vueltas el universo entre renglones al punto máximo de redactar en ciclos vacíos historias que transmutan a perdidas reflexiones.

Recuerdo años atrás, en el lanzamiento de una antología literaria alguna vez escuché a una escritora excusar que al poeta le es imposible mentir: al artista, a pesar de vestirse en su obra, le es imposible retarse a la mentira de la realidad. Bastante razón tiene, porque me es preciso denunciar que en cada escrito una parte personal se escruta, se entrega.

Anoche tuve la oportunidad de conversar con el escritor Alberto Rodríguez, un hombre de sensata sonrisa, de esos que disfruta de la vida y en ella va capturando momentos en prosa, en crónica, en imágenes, en silencios. Alto grado de aprendizaje el que se obtiene al estar a su lado.

Escribir es un acto de rebeldía para quienes temen en la cotidianidad el desagravio de los ignorantes, pero como una sátira de la vida, es a los ignorantes a quienes suplicamos el esfuerzo de leer (de crear).

El mundo no cambia por más lecturas que intentemos promover (imponer).

Anoche tuve la oportunidad de conversar al calor de unas alas de pollo, con viejos amigos, entre ellos la escritora Laura Carolina Cruz, el rotario César Escobar y el filósofo y maestro, Mauricio García, a quienes adeudo un par de salvavidas literarios. Dialogamos (porque eso hacemos los ociosos) sobre la pertinencia de la inteligencia artificial y el arte, porque preciso, nosotros, a los jóvenes del ayer nos surgió la novedad de preguntarnos cómo domar a la bestia.

¿Puede el artista delegar a una máquina su obra?

¡Claro que si puede hacerlo!

¿Puede el artista en la inteligencia artificial entramar diálogos propios de humanos y animales?

¡Claro que puede hacerlo!

No se trata de dejar a lo artificial lo imperfecto de lo humano sino, de nosotros desde lo más humano de nuestros errores y nuestros deseos, pretender alcanzar la perfección.

Porque amigos, la perfección es una promesa incumplida que día tras día nos invita a desarrollar atajos y equipos ostentosos para ser mejores.  Para ser animales educados.

¿No es acaso entonces la imperfección lo más humano que podemos tener?

Lo es.

Lo somos.

Nos invitamos permanentemente a reflexionar y a disfrutar de lo ininteligible de una obra artística, de lo imprescindible de un canto o un baile, y claro, lo evaluamos, le damos más aplausos, críticas y artículos de medición a cada producto (acto) que el arte desde lo humano es expuesto hacia lo social.

Somos incapaces de entender que la creación del artista es su banalidad misma, es su visceral creación lo que a pedido previo (costo) o a simple llanura del aburrimiento, surge en ese silencio que para mi caso sentado al borde de una ventana con la mirada perdida en el punto invisible del horizonte me cuestionaba [como un intento de ficción].

Es llamativo pretender desde la estética generar lo perfecto para ser felices y a su vez temerle a la máquina que llega, a esa bestia que nos supera, nos divierte, nos persigue, nos castiga. Debemos aprender a domar a la bestia y dejar a lo imperfecto su privilegiado lugar en este mundo.

Porque de lo perfecto se encargan los animales.

AV. 

2 de mayo de 2023

Casi Humanos (Melodías)

 



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Nos aferramos a la melodía del día a día, a las palabras que brotan en un sonsonete de excusas. Somos presos de una ansiedad que se contrae en cada músculo, que se desliza por entre el tallo de una palmera, sobre el brillante baldosín de cerámica.

Una guitarra suena cuerda por cuerda, surgen notas al mejor de los boleros, como un carnaval de réplicas, de discursos de caudillos, como una tonalidad de aquella bohemia rural, de esas que en el filo de una botella estiman promesas, de esas que al finalizar su desgarrador verbo brotan en promesas de cambio.

Nos excusamos en esa ansiedad que solitaria en el silencio se nos posa en los hombros como un loro que quiere aprender a hablar. Que observa junto a nosotros el panorama, que intentando emular la voz humana se convierte en un loco y extraño sonido de escape, de tensa ignorancia que solo reta al tiempo, a la final aprenderá a hablar más por constancia y disciplina que por mérito divino.

Una melodía loca, egoísta, tan intransigente que se aferra a la espalda y con su peso nos da notas de tristeza, de venganza, de miedo.

De soledad.

Hay días que en la oscuridad de la recién terminada jornada laboral llegan aprendizajes que nos alejan de lo que más deseamos. Jugar a ser felices y en emociones prefabricadas dedicar canciones, susurrar poemas mientras se sube escalones de una muda edificación.

Días en que somos canciones nostálgicas, nos convertimos en un éxito del ayer, en estribillos que otrora mayo del 82 fueron candidatos a un premio Grammy. Una belleza que nos inventa cuentos de mejores días, de amistades cálidas que desde un buen temario hasta un ingrato breviario nos engendran nostalgia y melancolía, como un libro de poemas de la hermosa Belli, o una plegaria de la perfecta Pizarnick.

Noches en que observando a la luna tras las nubes nos sentamos solos en casa y sorbemos un poco de vino con la esperanza de hallar allí un cohete que nos transporte a la locura. Finales que están en cada copa de licor, de esos que donde los distinguidos comensales comparten permanentes abrazos y palmadas, como si de ello dependiese la eternidad de la noche, lo inútil de lo que hoy ya no es eterno.

Solemos creer en muchas cosas, quizás no tanto como lo que alguna vez fue la eternidad del amor recién cosechado, por lo general nos embarcamos en cuentos y ensayos llenos de “ismos” y “logos”,  olvidarlo todo, el inicio de cada día y el perdón de las cuentas que se llevaron.

La poesía misma.

Y es que cada melodía trae su propia rutina, porque de la poesía se hurtan las palabras y de la pintura las esperanzas, porque del silencio el tiempo y de la noche la luna bajo las nubes, como agua que reposa en estribillo de ansiedades.

Melodías que a bien nos pueden devolver las preguntas que nunca recibieron respuesta en golpes de corazón, carcajadas que se desperdiciaron en extasiado estado de escritura, palabras que se tomaron de irresponsable afán, como un tributo a lo conocido, la locura misma del arte o por qué no, la intensa ansiedad del cuerpo.

Nos aferramos en las noches a la promesa del día siguiente porque curiosamente es en ese acto donde reside la esperanza del más humanos de todos, ese deseo de amanecer con la vida resuelta, con la obra culminada. Una promesa que los dioses y que hasta el sol de hoy hemos convertido en plegaria, en una ruta para alcanzar la eternidad.

Hay melodías que nos pueden dar calma, como el niño que sentado sobre el andén observa la vida de todos pasar sin siquiera cuestionar su lugar en el mundo o la disponibilidad del tiempo que le antecede.

Canciones que fueron profanas en la voz de intelectuales y caudillos, aplaudidas eso sí, por los miles de seguidores que cada idea pudiese retratar al tiempo y al progreso.

Nos convertimos en cansados personajes de un cuento de Hesse, pero no en el vértigo de Siddhartha, ni en el grave sonido de un saxofón que deambula en una fiesta de máscaras. Mas bien somos melodías antagónicas, insatisfechas.

Naturaleza y espíritu. 

AV

24 de abril de 2023

Dioses (Abril)

 

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Mucha agua ha pasado por debajo del camino, sobre un viejo puente de madera observo su corriente y en ella el brillo de un día más que trasciende a la sombra. Comienzo a escribir estas líneas y en ellas, a retomar viejas palabras de aliento.

De recordar que los mismos dioses nos observan desde la faz de la tierra, en el iluminado cielo de los sueños. Que la humanidad misma se mezcla entre pasado y presente dejando en el trayecto sombras de distintas intencionalidades. Que la ortodoxa vida nos da ideas de lo que construimos con fe, mientras otros más revolucionarios construyeron con escepticismo esas ideas de cambio.

Que en un mismo punto de encuentro, como un péndulo que con pereza baila entre la esperanza y la frustración, se escribieron las mejores fábulas de lo inhumano.

Que el más miserable de los favores es aquel que abusa del tiempo del prójimo como si fuera un cero recién descubierto. Misterios de la humanidad, descuidos de los dioses, caminos que la vida ha trazado en variopintas telas para en ellas vestirse acorde a lo cotidiano.

Y es que aquí estoy, en la última semana de abril viendo cómo lo dicho desde febrero se quedó en un vacío sin títulos ni subtítulos. Porque a su nombre le dimos un universo mismo de expectativas, porque a mi nombre di los mejores favores a quien ahora es gerente de vagones de desechos. La última semana de abril como coincidencia de una primavera que aparece y un ciclo que empezó con la nobleza de marzo y las flores de febrero.

Hablamos de transformación en el tiempo pasado, de pausas y cambios, de mensajes entre líneas y confesiones de dolores sanados.

Que sentado sobre el borde del puente miro caer el sol en un rosado atardecer, con la corriente del agua arrullar la soledad y dejar en acto de reflexión, un ingenuo suspiro de transformación.

Que a los amigos los recuerdo con la misma bondad con que se sirve un plato en la mesa. Porque comulgar en familia no solo se trata de pedir perdón sino, de alimentar el alma con el consuelo de quien escucha y el amor de las palabras que alimentan.

Bien decía que le tenía fe al mes de abril porque marzo se había puesto caprichoso, pero qué gran lección ha sido aprender de los caprichos porque justo allí, donde la adversidad y las casualidades se hacen fuertes, es que nació el mes de abril.

Mes de piedras en el camino, de saludos y escritos formales, de informes y saturadas reuniones, como una rosa de los vientos que en la navegación desemboca en un norte recién inventado.

Hacía falta reflexionar, porque para pensar tiempo nos hemos llevado en la espalda, desde la crisis que narran los poetas, hasta las luchas que emprenden los obreros. Reflexiones que nos llevan a callar por no querer incomodar, plegarias que nacen urgentes dolores buscando en los dioses consuelo propio de humanos, grave error.

Que en cualquiera que sea el punto de encuentro, un péndulo baila con pereza entre la esperanza y la frustración, como una oración entre el pecador y su verdugo, cual diálogo de perdón que desemboca en reproches y especulaciones.

De lo humano y lo posible, los dioses nos observan y nosotros como humanos los construimos en otras ilustraciones.   De recordar que los mismos dioses nos observan desde la faz de la tierra, en el iluminado cielo de los sueños.

Que la humanidad misma se mezcla entre pasado y presente dejando en el trayecto sombras de distintas intencionalidades.

Sombras de un abril que transforma. 

AV.


14 de febrero de 2023

Palabras (Su Universo)


 

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De acuerdo a muchas vidas nos vamos encontrando en la casualidad de los sueños, en suspiros que pueden ser una cita a tomar café o en la espera eterna de un trámite bancario. Muchas vidas y muchos sueños se entrecruzan en el papeleo de un registro, en la intención misma de querer terminar todo a tiempo, por supuesto para llegar a descansar a casa.

Muchas vidas nos tienen en común de aceptar en el otro la diferencia, de colorearnos en mil modos de pensar y aprender de cada persona como un manual de supervivencia. Nos encontramos en el sentimiento mismo de la fraternidad, construimos placeres en una taza de café o un helado de ciruelas.

Nos dibujamos en la sonrisa del otro (otra), nos borramos en los miedos propios.

Conectamos con la naturaleza de los desesperados, a ellos a quienes el mundo tantas veces ha dado la espalda les saludamos con la intención de desearles otro día de amable espera. Nos refugiamos en constante torbellino de preguntas, damos fechas y cifras a cada pensamiento, como si fuésemos un calendario de castigos y prohibiciones.

De acuerdo a muchos sueños nos proyectamos en los cuentos y fábulas de otros universos. Ardemos en deseo con cada mirada, proponemos amar con la misma intriga con que nos escapamos de la cotidianidad, porque es que amar es un acto de transformación personal que se revela en las palabras que nos dan en correspondencia.

Algunas palabras de aliento siembran en un “te quiero” la capacidad de poseer, aprehender sobre lo advertido. Aquel te quiero que se reparte entre la obsesión de una canción eterna y el desespero de un olvidado poeta.

Palabras que nos definen desde la costumbre misma de los hogares que nos forjaron como personas. Palabras que ahora nos dan enseñanza en una copa de vino, en los ojos cafés de un alma noble, o quizás en el crudo universo de una oficina con vocación de poder.

Demasiado amor para este mundo, demasiado amor para uno mismo. Demasiado real para quien sueña con algo tan básico como lo es la sonrisa de la persona deseada.

Demasiado humano.

De acuerdo a muchos proyectos nos encasillamos en formatos y estilos de vida, crecemos y reproducimos el modelo nuclear de una familia entregada al santísimo sacramento. Nos reproducimos en poemas y canciones de occidente, nos deslumbramos con la magia de oriente y sus inciensos eternos.

Vemos en la comida un canal de conexión internacional. Tan internacional como la pizza italiana que se consume con fervor en las calles de américa latina. Tan internacional como el Café que se vende en los mostradores de cada panadería. Una cotidianidad tan sorprendente como el mundo conocido, donde la comida, los sueños, los proyectos, las canciones, las oraciones, los amigos, los vacíos, los miedos, los deseos, la humanidad misma es una reiterada invención de lo ya vivido.

Una pirámide de expectativas.

Amamos porque es un acto de supervivencia. Queremos ser amados, porque somos sobrevivientes de nuestro propio pasado. Queremos ser premiados, una medalla que nos recuerde el nuevo lugar que ocupamos en el viejo mundo.

Una canción de Arjona, un poema de Dylan o un murmullo de Michael Bublé.

Se nos hace preciso vivir en la expectativa del “te quiero”, porque todos queremos poseer. Se es necesario empezar a construir en el amar, porque amamos lo que verdaderamente se nos hace sagrado.

Demasiado amor para este mundo, demasiado amor para uno mismo. Demasiado real para quien sueña con algo tan básico como lo es la sonrisa de la persona idealizada. 

Fe.

De acuerdo a muchos sueños nos proyectamos en los cuentos y fábulas de otros universos.

Su universo.

AV

8 de febrero de 2023

Transformación (agradecimiento)



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Me gusta el reflejo en el espejo. La mirada decidida que ha virado con precisión hacia donde incuban los sueños. Me gustan las palabras que se anteceden en cada pensamiento, con la exclusividad de saber que se empieza un día maravilloso, un día más.

Me gustan los procesos porque de ellos se aprende la calma y se engendra la paciencia que nos convierte en lo que somos. La prudencia de una idea, del temor de tomar la decisión siguiente, de darle nombre a lo que antes nos invadía en razonamientos.

Me gusta lo que ha llegado, el color de las ilusiones, el modo mismo en que desde afuera se ha logrado dar forma a muchas inseguridades, que con la bendición del cielo, ahora tienen lugar en la historia que ahora narramos en el corazón.

Han sido meses de caminar bajo la lluvia, el sol, ante la incertidumbre de muchas decisiones que opacadas por el temor no se tomaron ni fueron llevadas al verbo mismo. Meses de encerrarse en los pensamientos y con el aire asfixiando las lágrimas, quedar en silencio ante la pantalla de un computador. Sin nada que decir ni avanzar.

Nada.

Meses de dedicación a las labores contractuales con tal esfuerzo que se enmudecía el desesperado grito de un niño que quería resurgir en el alma. Porque eso hacemos los adultos, opacamos lo que nos desafía en tiempos de crisis, porque tememos soñar, porque tememos avanzar en la locura, porque somos carne de la cotidianidad.

Una cotidianidad mal vivida, pero necesaria.

Me gusta la transformación porque nos quita lo que pesa, lo que arde, lo que acostumbra. Nos mueve de un cielo a otro, quizás del mismo color pero de otro aroma, de otra dimensión inclusive.

Ha sido un tiempo de agradecer la presencia y amor de mi madre, su coraje, fuerza, acento en lo propio ha sido fundamental para que, en el menor de los silencios haya podido con a cabeza baja, observar todo lo que hay que caminar, porque de la cotidianidad no somos presos sino, arquitectos.

Agradecer con esperanza y un poco de banalidad la ausencia de quienes vieron en la distancia un modo de enseñar. Con total convicción de lo vivido estrechar la mano de aquellos que con su presencia dieron a este cachorro tres lecciones, que cuando fueron atendidas, desaparecieron para seguir en sus asuntos: Salazar, Hernández, Guerrero.

Porque de mis asuntos me encargo yo, siempre.

Me gusta el reflejo en el espejo de quien escribe, porque es allí en el reflejo donde nacen las dudas y los retos. Es en la interpretación del tiempo donde vamos dando nombre a lo que nos incomoda, a lo que nos agrada, a lo que necesitamos, a lo que nos daña.

Lo que amamos.

Me gusta la transformación que desde diferentes colores aparece aún si no la hemos invocado. Inevitablemente la vida nos transforma y con sus idas y vueltas nos deja en otro lugar. Nos enseña a no preocuparnos, nos obliga es a ocuparnos.

Me gusta el momento en que nacen estas palabras, porque ahora siento total agradecimiento por cada lágrima, por cada gota de sudor, por cada llamada negada y cada noche de desconexión. Palabras que si bien no tienen destinatario específico van al cielo, porque allá, es de donde emergen las dudas y las certezas, anidan también la misericordia y el perdón, florecen los versos del día a día, esos sonetos con los que saludamos a quienes nos rodean.

Me gusta estar aquí, ahora.

Me gusta lo que me rodea, quienes me rodean. Doy gracias por quienes llegaron y me dan de su amor, de su sincera puntualidad.

Me gusta el silencio, porque en sus ojos observo el amor por vivir, allí, a su lado.

Transformación.


AV


5 de febrero de 2023

Espacios Vacíos (Vida)


Cat Abstract Art Print by: Stonechatter

Vivimos el día a día con la tranquilidad del deber cumplido, de saber que hemos actuado en sincronía con todo aquello en lo que creemos y damos por correcto. Vamos andando entre tareas y descuidos nuestros roles de la vida adulta, donde el pensar es un ejercicio de supervivencia y el soñar un acto de rebeldía.

Vivimos como lo dice mi amigo el profesor Salazar, ante el afán de cada segundo e incertidumbre de momento. Nos exponemos al constante ritmo de la inmediatez, de la premura de un jefe que quiere una información o la intensidad de un aprendiz que quiere una oportunidad.

Estamos aquí observando la montaña que nos recorre la ciudad, la percibimos tranquila, como un muro inmenso que dialogando con el cielo se extraña de nuestro afán.

Nos acomodamos a cada tarea y su acción pendiente, llegamos a casa en ánimo de descanso y olvido. Queremos estar quietos, en silencio, en lo oscuro de una soledad amistosa que nos pide algo de comer.

Se vive entonces porque de otro modo no tendríamos canciones o poemas que recordar en soledad.

Nos encontramos en la memoria como una caja de resonancia que nos silba melodías de canciones que habíamos dejado de escuchar hace mucho: “cruz de navajas por una mujer, brillos mortales que despuntan al alba (…)”

Esa misma memoria que en un itinerario de labores pendientes en el hogar nos atrapa en el aroma de un familiar que ya no está. Lágrimas.

Intensidad que damos al vivir que en la soledad encontramos un placer tan personal e inocuo que damos identidad a sus lugares comunes. Se comienza a entender que no se trata de llenar espacios vacíos sino, de construir la calma en donde antes había ansiedad.

Vivimos porque para eso hemos nacido, nos reconocemos en el espejo cada mañana. Sonreímos y prometemos que será un gran día. Bueno, en mi caso, vengo de una temporada de buenos días y sus buenas tardes, agradecido siempre con el amor de El Buki y cada uno de sus santos, porque en la soledad y el hambre aprendemos también a diferenciar a la luz de la ilusión.

Sigue la música y sus letras “Sobre Mario de bruces, tres cruces. Una en la frente, la que más dolió, otra en el pecho, la que le mató (…)” y allí en el devenir de las frases de los hermanos Cano y la voz de Ana, surge una idea feliz.

Vivimos porque los tiempos nos permiten estar allí, acompañarnos y elegirnos unos a otros, convencernos que de la vida estamos llenos por dentro y de sus deseos y frustraciones es que tejemos las palabras, pero son nuestras, no de los demás.

Mis palabras quizás den aliento o pesen en frustración, no es mejorar la intención o el verbo adecuado, es conocer a fondo lo que desde el corazón se pueda delegar al corazón de quien nos escucha.

Vivimos porque nos cansamos de persuadir a las ideas en vacías estancias de la edad. Nos ahogamos en varias oportunidades en insensatas reflexiones, como si estar enojados con lo que nos rodea fuera un acto de necesaria rebeldía, y no.

Soñar es un acto de rebeldía.

Con la tranquilidad del deber cumplido y saber que hemos actuado en sincronía con todo aquello en lo que creemos y damos por correcto, compartimos esto que merecemos en vida y ya no nos pesa en la insulsa reflexión del ayer.

Sentirnos vivos, con nombres propios.

AV

2 de febrero de 2023

Pausas (Cambios)

Imagen tomada de: https://streetartutopia.com/2021/09/16/meow-meow/

Street art cat by: Tianooo The Cat (Manchester, England)


Hay caminos que se recorren con la tranquilidad de saber que hay tiempo a nuestro favor, trayectos que se viven en el variopinto museo de la cotidianidad, sin afanes, alejados de cualquier preocupación.

Divisamos las vitrinas de locales comerciales con ofertas de toda índole, ropa para dama, artesanías de la región, telas y telas, joyería y relojes, tecnología de media punta y alguna sin punta. Siempre a su entrada en pasillos de amplio desdén, una respetada dama vendiendo fritos de gran atractivo culinario, cerca quizás otro que venda arepas con o sin relleno, chorizos de pronto.

Observamos un cielo juguetón que se esconde tras los inmensos ventanales de edificaciones de antaño, cuadradas, rústicas, mudas.

Recorremos la vida con la misma impertinencia con la que la soñamos. Esas calles que atrás fueron patio de juegos hoy son la pasarela del adulto que se apresura a llegar a tiempo a una cita. Recorremos las calles con el mismo impulso con el que las recordamos, incluso, si se nos hace urgente olvidarlas.

Somos seres de costumbres y vamos creando rutinas en específicos lugares de la ciudad, sin importar su tamaño nos identificamos en trayectos o sectores que nos van marcando identidad. Si llegamos a una nueva zona por la razón que la vida nos empuje, allí estableceremos una base de operaciones para nuestras costumbres ciudadanas: Un café, una panadería, un parque, una esquina, un lugar.

De estas costumbres es que fuimos emergiendo como ciudadanos, nos aprendimos las reglas de convivencia que fuimos observando en los adultos, nos esforzamos por llegar a lugares que se nos daban prohibidos por la edad, nos escapábamos de las diligencias para llegar a casa, refugiarnos en ese único lugar del mundo que consideramos perfecto.

De estas ciudades nos fuimos volviendo responsables, crecimos, engordamos, desafiamos a la autoridad, obedecimos a la soledad, abnegación profunda ante la ansiedad. Ciudadanos que queremos conocer el mundo y hacernos globales, incapaces de adornar la rutina de expectativa, mas bien, expertos en desdibujar las razones y argumentos en precisos silencios, incómodas sonrisas.

Una responsabilidad que se construye con valores y datos aprendidos en casa, de consejos y hematomas adquiridos en la escuela, de muchas monedas y sillas perdidas en la calle, en el amor, en el entusiasmo de un mundo mejor. Responsabilidad que nos invita por supuesto a soñar, a ser capaces de proyectar una vida mejor a la que se tiene en el presente, algunos románticos quizás pretenderán retomar la vida que en su ayer disfrutaron, como si estancarse en la memoria diera caminos y tranquilidad.

Amantes de los atardeceres, cielos rosados, anaranjados, cielos azules que se mezclan en la profundidad de la noche, depredadores del cambio. Coherentes claro con lo deseado pero cobardes con el riesgo y el cambio.

Deseos que no llegan por temor a vivir el peso de la vida, porque todo tiene peso, un canje. Coherencia que se nos escapa en las palabras de terceros, nos dejamos influenciar en la perspectiva de otros deseos, aunque estemos en la misma calle, con el mismo afán, con el hambre intacta.

Hay caminos que se deben de recorrer con tranquilidad, sin afanes, con la coherencia del pensamiento y el tiempo, con los colores de la cotidianidad en el bolsillo, alejados de cualquier preocupación, de cualquier modo son los sueños y la responsabilidad ciudadana los imaginarios que nos esperan en el cruce peatonal.

Huele a empanadas.

AV