7 de noviembre de 2025

El Examen (Elin).

 


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III.


Elin siguió caminando, buscando a la ventana, el ruido de una voz distorsionada seguía en el ambiente. Empezó a notar que todo a su alrededor era oscuridad, solo la voz electrónica le guiaba, al fondo un cúmulo de estrellas como si se tratase de un ramo de constelaciones vislumbraba ante al parecer, era la ventana.


Se acercó estirando las manos, cada paso que daba era como avanzar diez años en el tiempo, estaba aturdida por la presión del lugar, el ruido era insoportable y la oscuridad traía consigo desesperación. A su lado una luz blanca, tenue como una lámpara hermética aparecía ligeramente, iba poco a poco dando luz a una bóveda de oscura agonía.


Una mujer caminaba también, pasaba de lo que se podría entender era un pasillo a otro. Esa mujer, vestida con unos extraños pantalones de jean y zapatos deportivos de color blanco miraba para todas partes, se movía con desespero incluso, daba a entender que estaba más o peor de lo que se sentía Elin en ese mismo lugar y momento.


Alzó la voz y con un grito de protesta intentó contactar a la otra mujer, sin embargo, ella parecía estar perdida en su propio laberinto.


Aprovechando la luz blanca Elin comenzó a caminar con igual desespero que la otra mujer, todo a su alrededor era una bóveda de oscuridad con algunas estrellas flotantes en un espacio sin determinar, del otro lado había luz blanca y muchos pasillos, escaleras y más pasillos y en su interior, una mujer desesperada.


No quería quedarse perdida en la inmediatez de lo desconocido, comenzó a gritar llamando a su entonces compañero, Marcelo, su voz viajaba entre lo negro de la nada y rebotaba a la luz de los pasillos vecinos.


En un momento de total casualidad giró su mirada y observó a un hombre vestido de traje militar dar un discurso a un grupo de jóvenes en un extraño bus, muchos de esos jóvenes se posaban con mirada de desconsuelo, aquella imagen se fue apagando como si una cremallera cerrara toda visión en medio de la nada. Dio un paso para acercarse y en ese universo de nada, apareció un grupo musical de jóvenes cantando algo que no era entendible en su idioma natal, ni en el inglés provincial, pero pudo notar la tristeza de un cantante que estaba decepcionado del don de la vida.


A su espalda la luz blanca le hizo sentir un ligero calor, una brisa leve. Se giró y encontró nuevamente a esa mujer caminando entre pasillos hasta que allí un hombre con un extraño vestido de policía fue visto de pie. Notó que ella conversaba con él, sin entender nada solo interpretaba gestos y movimientos corporales, había total tristeza y terror en aquella mujer, el señor en cambio estaba firme, como una estatua, inerte.


El miedo fue haciendo parte de su cuerpo, una extensión de su mente, un pedazo de carne invisible que cargaba en la espalda y le mordía las orejas, un miedo que sin forma y sin nombre ella apodaba como una fuerza errante que le absorbía las ganas de vivir, un vampiro quizás en medio de los pesares de la mente.


Caminando desorientada en la oscuridad del todo y la nada tropezó con algo por supuesto invisible. Se sintió caer contra una loza fuerte, se apoyó y levantando la mirada encontró que había una ligera herida en la palma de cada mano, queriendo entender qué ocurría la voz distorsionada empezó a escucharse de nuevo, al fondo de cada palabra quedaba una vibración en el ambiente, una estática que para Elin era desconocida, por instinto comenzó a caminar en el sentido en que la extraña voz se escuchaba, caminaba tanto que llegó a estrellarse contra una pared, invisible por supuesto, donde todo era negro y eterno.


Acarició con su mano herida una especie de textura corrugada, quizás fueran ladrillos o alguna cerámica, una plataforma o superficie rocosa, con su mano acariciaba el invisible desespero del todo, las estrellas como constelaciones efímeras aparecían y desaparecían, como cocuyos al final del camino.


Una voz masculina se escuchó, era de un joven, en un idioma que Elin no entendía y a una distancia que no se podía medir.


Continuó con la mano buscando algo que le diera sentido a su estancia y allí otra vez una luz cegadora se hizo presente, Elin cubrió su rostro y un grito de frustración le acompañó. Estaba en la biblioteca otra vez, no había nadie allí, elevó su mirada y en uno de los ventanales se notaba que el cielo estaba aclarando.


A su derecha había unos escalones que le guiaban directo al hall principal, con el afán de los condenados comenzó a bajar las gradas encontrando la puerta principal cerrada, así que caminó al puesto de atención al usuario que sin nadie allí atendiendo, empezó a rebuscar las llaves de la puerta principal.


Un hombre apareció llamándole la atención, Elin sintió algo de miedo y tranquilidad a la vez, descubrió al caballero con el uniforme de la universidad, así que le expuso que estaba preocupada y necesitaba salir.


Él con la amabilidad del momento le indicó que el horario de apertura de la biblioteca es a las siete de la mañana, no entendía por dónde había logrado, así que invitándole a salir le estiró la mano en señal de que se dirigiera a la puerta.

Elin sin oponer resistencia dejó caer una sonrisa leve, bajó la cabeza en un ademán y comenzó a caminar hasta la puerta principal donde preciso el señor con una llave le abría.


Salió y sintió una temperatura más amable, un calor amistoso.


Se sobó los brazos con las manos, aún heridas por la caída, con otra sonrisa agradeció al señor que vigilaba la biblioteca y preguntó la hora en un tímido tono de voz. Este con la voz pausada, respondió:


- Son las seis con seis minutos de la mañana.


AV.


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