9 de noviembre de 2025

El Examen (Los abandonados).

 


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IV.

Elin caminó desorientada con el sol saliendo entre las nubes, el ligero frío de un otoño europeo le daba la bienvenida a Roterdam, encontró un teléfono público más adelante pasando la plaza central, sin explicación ni motivación se acercó y encontró preciso una moneda en el suelo en medio de la plazoleta. Tomó la moneda y guiada por el instinto automático de la supervivencia llegó al teléfono para llamar a casa.

Una voz grave le recibió el otro lado de la línea, era su hermano mayor, Daan Bakker. Llorando le saludó y en un gemido de auxilio intentó explicarle que estaba en la biblioteca de la universidad, él sin entender bien lo que narraba Elin, intentó calmarle dando señal de que iba por ella.

Preciso pasaron cuarenta minutos cuando junto a su madre, Julia, llegó Daan a la plazoleta encontrándola sentada en un banco de lado derecho, estaba roja, sentía mucho frío y con lágrimas buscaba sentido a la vida.

La abrazaron y con algo de oraciones familiares le guiaron hasta casa donde después de un buen plato de sopa de guisantes y salchicha ahumada conversaron sobre lo ocurrido.

Para Elin la gran sorpresa no fue solamente ausentarse de casa con una extraña confusión al interior de la biblioteca sino, notar que había transcurrido una semana desde su inexplicable andar por un mundo sin nombre ni forma.

La policía llegó a la residencia Bakker para verificar todos los detalles, por demás inexplicables, de la ausencia de Elin esa semana. Entre las indagaciones buscaron lógica alguna del paradero de esta al interior de la biblioteca, dando a entender la posibilidad de haber sido secuestrada por algún funcionario o al menos, haber quedado encerrada sin su consentimiento en alguna especie de habitación o sótano.

Al caer la tarde, la policía se retiró de la casa dejando a la familia descansar, Daan intentaba entender lo ocurrido, Julia la madre, en silencio, lloraba a sus adentros y enfocada en hornear algo de carne pasaba el tiempo en reflexión. Elin durmió profundamente, mientras que la prensa empezaba a llegar para buscar datos y explicaciones de la aparición de la primera mujer secuestrada en Roterdam en el periodo de posguerra.

La noticia llegó por radio como una novedad y Marcelo la escuchó mientras estudiaba en su incómoda habitación. Desde una semana atrás cuando estudiaba en la biblioteca y reportó la desaparición de Elin, intentaba por todos los medios encontrarla además de encontrar calma para prepararse para los cursos del doctorado.

Tomó su mochila de tela y en una bicicleta que su amigo Thomas J. Van Arsdale le había prestado, llegó hasta la residencia de la familia Bakker. Se presentó y en un inglés que ellos poco entendían, exponía cada detalle de lo ocurrido esa semana atrás, explicaba que fue él quien interpuso la denuncia en la oficina de seguridad del campus y por insistencia de la policía, fue entrevistado en reiteradas veces como sospechoso.

Daan, el hermano mayor de Elin, tomó con desconfianza la llegada de Marcelo, pero la actitud y quizás, el intento de hablar un neerlandés básico el daba la fe de que todo lo que pretendía comunicar en cierto modo se podía tomar con veraz.

Le brindaron un plato de sopa también, un vaso de agua, escucharon cada una de sus preocupaciones. Elin despertó ligeramente y escuchó la voz de Marcelo en la mesa de comedor, se levantó de la cama y con algo de mareo alzó la voz para preguntar quién estaba en casa.

Daan le insistió en que descansara, pero ella quería verlo. Al salir de la habitación lo encontró delgado, más allá de lo que le recordaba. Soltó un gemido de agradecimiento y se le acercó para abrazarlo, incluso delante de la familia le besó, para sorpresa inclusive del propio Marcelo.

Tomó una de las sillas de la cocina y se sentó en medio de Daan y Julia, la madre. Mirando a Marcelo a los ojos y con una seña de calma comenzó a compartir uno a uno los recuerdos de su estancia en aquel lugar al que ella prefirió llamar “Un mundo oscuro lleno de estrellas y seres abandonados”.

Al finalizar el testimonio, ninguno de los presentes quería opinar o dar alguna interpretación, incluso se negaron a hacer preguntas sobre los detalles.

Elin tomó a Marcelo de las manos y le invitó a salir de casa, afuera en la puerta le besó nuevamente como si fuera el amor de su vida, un beso que a bien podría señalar años de nostalgia. Daan observó todo a la distancia y no aguantó las ganas de intervenir, se levantó y abrazando a su hermana por la espalda con la calidez de un hombre protector, se dirigió a Marcelo en un complejo neerlandés que pro supuesto Elin pudo traducir a un inglés legible:

“Si bien mi hermana te aprecia y al parecer te ama, aun cuando nadie en casa te conoce, serás bienvenido. Si no tienes donde vivir ven a casa con nosotros, comparte con ella y si el amor es tan real como ella insiste, podemos recibirte como parte de la familia. Es tu decisión, pero te exigimos aprender a hablar el idioma y claro, los valores de esta familia”

Marcelo abrió los ojos con sorpresa. Hizo una venia en muestra de respeto y aceptó la invitación, explicó ligeramente su interés de aprender el idioma no solo como compromiso con el doctorado y la beca sino, con la familia que le recibía, aceptando renunciar incluso a su nacionalidad y cultura.

Julia, la madre, alzó la voz desde el interior de casa pidiendo que entraran nuevamente, estaba oscureciendo y el pobre joven no tenía abrigo para andar así en las vías.

Todos entraron obedeciendo las órdenes de la jefe del hogar.

Se sentaron en un sofá frente a un moderno televisor Phillips, comenzaron a ver la emisión de noticias de las siete de la tarde, Elin entendía muy bien que su nombre sería noticia en todas partes, en especial en la universidad a dónde debía de ir a reportarse a la mañana siguiente.

Marcelo poco entendía de las noticias salvo algunas oraciones, momento que Elin aprovechó para decirle que en ese universo oscuro habían más personas igual de perdidas, que no sabría a ciencia cierta cómo pudo salir o qué la hizo salir, pero algo grande y con mucho poder estaba allí condenando a los pobres caminantes.

Le mencionó, además, de la otra mujer que vio allí extraviada, se le notaba por igual desesperada buscando una salida, simplemente que no entendía de dónde era pues su ropaje y expresiones no eran de esta ciudad ni de la misma universidad. Era una biblioteca diferente, con televisores en muchos escritorios con la pantalla delgada como un tablón de madera y las lámparas del lugar, blancas, como un hospital.

También le habló de que vio por un momento a un grupo de jóvenes en una especie de autobús, pero extraño, con sillas y botones que eran propios de las películas del espacio.

Marcelo en silencio tomaba cada detalle como una nota mental, de seguro en algún momento de su vida eso serviría para algo, quizás, para identificar al que haya secuestrado a Elin, o entender aquello que ella vio del otro lado de la ventana en dónde le vio por última vez.

Al finalizar la emisión de noticias la familia Bakker brindó un abrigo más acorde a la temporada y acompañó a Marcelo a llegar a su residencia, a una larga distancia de donde ellos vivían.

Elin le besó y pidió que se vieran nuevamente en la universidad al día siguiente, quizás era pertinente le acompañara en su reporte ante las autoridades, además de retomar las clases de idiomas.

Marcelo sonrió y con un beso se despidió, alzó la mano para despedirse de Daan y entró al edificio dónde le esperaba su compañero Thomas, quien con una mirada de solidaridad le esperaba.

Se sentó un rato en la habitación y en silencio dejó escapar uno a uno sus pensamientos, intentando entender lo inexplicable, entre esos, el misterio del amor y la fantasía.

Estaba enamorado de Elin.

AV.


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