13 de noviembre de 2025

El Examen (Sueños)



Imagen Tomada de:

https://images.stockcake.com/public/e/0/c/e0c4d212-91b2-44a2-93a8-f627a780472e_large/cosmic-cat-spirit-stockcake.jpg 

V.

Elin tomó a Marcelo como esposo, un proceso cargado de muchas emociones entre la familia Bakker y la familia Marín, realizaron la boda en un centro de reuniones de Roterdam, allí mismo celebraron un almuerzo tradicional.

Después de dos años Marcelo finalizó sus estudios de doctorado, una intensa y muy exigente experiencia que sirvió, además, para que Elin iniciara por igual un curso profesionalizante en administración, todo funcionaba de maravilla en la ahora familia Bakker, Marcelo tomó el apellido de Elin y con este la nacionalidad, un acuerdo que había conversado con Daan años atrás.

Las noches fueron una experiencia especial para Marcelo, su acostumbrada rutina de leer algunas revistas y ver las noticias antes de dormir le inculcaron el amor por madrugar, una extraña mezcla de un ser nocturno y una matutina afiliación intelectual. Comenzó dando clases en la universidad, quizás como retribución a la beca recibida, pero su tiempo lo empezó a destinar a sus estudios personales del universo, de ese oscuro mundo lleno de estrellas y seres abandonados, aquella bóveda negra cerca y lejos de este mundo, un imaginado plano astral que su ahora esposa, Elin, reseñaba con histeria y mucho temor.

Algunas noches despertó asustada, las pesadillas por sorprendente que fuesen, llegaban con sonidos extraños, de eléctricas voces y distorsionadas melodías.

Marcelo comenzó a tomar nota de los relatos que surgían de esas pesadillas, de esas vivencias donde grandes sombras y seres sin forma se arrastran entre lo negro y lo profundo, entre lo ficticio de un mundo que tiene encerradas a personas desconocidas y la belleza de estrellas y constelaciones danzando entre espacios sin tiempo.

Para él todo era un cúmulo de historias y datos propios de una novela Lovecraftiana, y en ello encontró una vocación literaria, al inicio por registrar los sueños de su esposa y de allí analizarlos con algún colega de la escuela de psicología, más adelante como un reto fenomenológico de querer interpretar la prosaica de lo inexistente, hasta caer profundamente, quizás después del primer año, en el condenatorio arte de la escritura de ficción.

Al borde de los años ochenta, mientras el éxito musical “Radio” invadía los hogares de Roterdam, Elin sufría en silencio. Comenzó a consumir medicamentos para regular el sueño, luego esos medicamentos derivaron en prácticas insalubres como pasar días sin dormir y sin comer adecuadamente, su figura era más delgada de lo saludable, Marcelo en cambio engordaba sentado en su máquina de escribir escuchando a las Dolly Dots en la radio y escribiendo cuentos de seres de otro mundo.

Una mañana de agosto, Elin tan débil como una nube, abrazó a Marcelo mientras este masticaba un pan con dulce de queso, le susurró a su costado un ligero nombre, Angela.

Sin entender nada abrió los ojos con sorpresa y preguntó a qué iba aquella palabra, Elin no supo explicar, simplemente relató otro de sus sueños.

Insistía en que volvía a vivir la experiencia de aquella tarde de hace ya diez años atrás en la biblioteca, de cómo fue raptada por una sombra negra que la terminó por encerrar en un laberinto que jugaba con los paisajes del edificio de la biblioteca, de cómo el negro del universo le arrastraba en dirección a una voz distorsionada, y allí por un instante pudo verla a ella, a una joven con apariencia latina, con cara de susto, gritando en un idioma que por supuesto no era el suyo y allí en el ahogo de la nada, en su mente apareció Ángela.

Marcelo no tomó por burla el relato de esa nueva pesadilla, incluso la guardó en su memoria para poder darle otra narrativa en su ahora oficio de escritor. Estaba considerando seriamente participar en el concurso de cuento corto de la universidad.

Al terminar de desayunar se arregló con un elegante abrigo de paño, un sombrero y unas gafas oscuras de sol. Salió a caminar dirigiéndose a la facultad, era jueves y ese día siempre había muestra de pastelería en la entrada de la universidad, una actividad de los universitarios del momento.

Se detuvo a comer un pan dulce, mientras lo masticaba disfrutaba de los grises cielos de temporada, siempre con amenaza de lluvia. Se quedó distraído observando una nube deforme, como si midiera la distancia entre esta y la tierra, poco a poco sus pensamientos se fueron esparciendo en un sin número de recuerdos, desde las frías mañanas de Texas, hasta las calurosas clases de ingeniería en Bucaramanga, recordó por demás a su compañero Thomas con quien ya mas de cinco años que no se hablaba.

Perdido en sus ideas volvió en sí y sacudió la cabeza como si se quisiera quitar de encima alguna suciedad.

Siguió caminando hasta la sala de profesores donde el Decano de Ingeniería le esperaba, a su lado un joven becario estaba con la mirada baja, quizás algo de pena o incomodidad.

Marcelo saludo a los dos caballeros, en respuesta el Decano le presentó al estudiante recién llegado de Colombia. Le pidió encarecidamente que le apadrinara, apoyando además en su investigación Doctoral, pues sería de gran ayuda para todos que un colombiano apoyase a otro colombiano.

Sin negarse a la designación Marcelo retomó algunas palabras en español, un idioma que llevaba más de diez años sin pronunciar.

Aquella mañana de agosto de 1981 Marcelo daba la bienvenida a Humberto Valdivia Solano, un joven becario que veinte años más tarde, sería pues el director de proyecto de grado de Ángela.

AV.

No hay comentarios.: