30 de noviembre de 2025

El Examen (Final).


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IX.

Desistió de la idea de estudiar un Doctorado en Aeronáutica, de seguro era algo demasiado exigente para una pobre plebeya como ella, o así se sentía ante la noticia de la no aprobación. Con la frustración del caso dedicó su tiempo al trabajo, sugirió de hecho a su empleador la posibilidad de irse a vivir a Alemania y buscar algún cargo en ascenso, con la opción de estudiar allá algún programa de posgrado.

La empresa tampoco dio viabilidad a la petición y en ello Ángela comenzaba a sentirse emocionalmente derrotada, sus planes de vida se estaban desmoronando, como si el universo mismo fuera su enemigo.

Por recomendación de su madre espero hasta el año siguiente para intentar de nuevo, quizás estudiando con antelación podría mejorar en matemáticas y superar la prueba de admisión. Volvió a fallar, incluso con un resultado peor que el año anterior.

Sentada en el borde de la cama observaba el espejo que tenía en la pared, se miraba a sí misma como un bulto de carne y huesos que no servía para nada, quería renunciar a todo y devolverse a casa de su madre para que le diera un abrazo.

Estuvo encerrada, ensimismada y cumpliendo con lo mínimo en sus labores remotas con la empresa de Alemania.

Humberto siguió conversando con Marcelo de las pesadillas que año tras año le acosaban, al igual que Elin, las pesadillas le visitaban cada vez con más frecuencia, quizás como un ciclo que debiese heredar después de la tragedia de su esposa, quien falleció en medio de un sueño.

Esa mañana de septiembre se encontraron en el norte de la ciudad, en un centro comercial por los alrededores de Usaquén. Conversaron como siempre lo hacían, con un café o un Té y en ocasiones, acompañados de una porción de torta.

Marcelo comenzó a explicar que soñó con un extraño recorrido, caminaba desorientado en pasillos de un edificio viejo, parecido a los de la universidad de Texas donde estudió en aquellos años cincuenta. Las paredes del edificio se doblaban como una hoja de cuaderno y detrás de estas una luz de muchos colores se asomaba. Humberto, siempre escuchando a su amigo, preguntaba detalles, daba opiniones y en ocasiones, bromeaba.

Se levantó a comprar otro café y una almojábana, caminó unos metros en dirección al mostrador de la tienda, allí se encontró con Ángela Inés, su aprendiz de ingeniería. Además de saludarla, la abrazó con la ternura que siempre le tuvo desde el aula de clase. Hablaron ligeramente de temas varios, como el trabajo, el tiempo libre y la familia; Humberto notó en Ángela un halo de frustración que dominaba por completo su semblante, así que le preguntó entre tantas cosas, por el proyecto de la beca.

Con una voz triste y las manos cruzadas elevó su mirada al cielo mientras explicaba a su maestro del fracaso que tuvo con el segundo intento. Humberto en su sabiduría no permitió que Ángela se derrumbara en su dolor, así que le interrumpió con unas palabras de aliento invitándole a volver a presentarse a la Beca.

Ángela con incredulidad miró fijamente a su profesor, trató de entender cada sugerencia y con un vacilante “gracias” concluyó, le abrazó y se retiró no sin antes proponerle al profesor Humberto invitarle el café que iba a comprar. Él negándose a recibir la invitación soltó la idea de que Ángela fuera a la facultad y se preparara con el apoyo de su maestro, el profesor Marcelo, propuesta que fue aceptada con algo de duda.

Al volver a la mesa, Humberto dio una palmada en el hombro a Marcelo y le habló de Ángela, dando un resumen de su lamentable pérdida de los exámenes de admisión, pidió que le apoyara con una mentoría, podría ser en la oficina de él o en la biblioteca. Con el dedo índice señaló a lo lejos para que Marcelo la viera, allá a la distancia saliendo del centro comercial estaba Ángela caminando con su cabello suelto, Marcelo abrió los ojos con sorpresa, se giró y con tono de voz fuerte le explicó a Humberto que ella se parecía mucho a una de las mujeres que veía en sus sueños.

- Te va a encantar, sin duda. Replicó Humberto.

Después de varias semanas conoció al profesor Marcelo Bakker, con quien recibió asesorías en matemáticas avanzadas, algunas en física y modelamiento cuántico. Le costaba trabajo aprender, su estado de ánimo quizás afectaba su concentración, motivo por el cual decidió estudiar en un cubículo que pidió prestado en la biblioteca de la universidad. Allí en ocasiones, el profesor Marcelo le daba las tutorías.

Finalizando noviembre, Marcelo entregó a Ángela varios libros para que estudiara a profundidad series matemáticas, ella con el juicio que la rabia le concentraba, se quedó en la biblioteca para estudiar. Marcelo se acercó para despedirse, quedándose perplejo por un momento. Ver a Ángela sentada estudiante le hizo recordar aquella ocasión que estudiaba en compañía de Elin, en la biblioteca de la Universidad de Delft.

Al salir sintió un ligero frío que le abrazaba, una sensación de abandono que le hacía extrañar su juventud en Texas, sus tiempos de enamoramiento en Roterdam.

Salió directo a su apartamento, sobre la avenida 19, quería sentarse en la ventana a observar los cerros tutelares con un vaso de whisky en la mano.

A la mañana siguiente recibió una llamada en su teléfono móvil, con extrañeza contestó.

- ¿Sabes algo de Ángela? Le preguntó Humberto con algo de miedo.

- Nada. Respondió.

- Encontraron su bolso tirado en la biblioteca, y nadie da información de que haya salido anoche. Está desaparecida. 

Explicó Humberto, cada vez más alterado.

Marcelo se sentó en el sillón de su sala de estar, posó sus manos sobre las piernas y como quien eleva una plegaria, pronunció unas leves palabras, que, emergiendo con la suavidad de una ola, golpearon su memoria:

Está en un lugar oscuro, lleno de estrellas.

Las pronunció mientras recordaba a su difunta esposa y quizás allí, en ese recuerdo, entendió el insistente miedo que cada pesadilla traía consigo.

Durante toda la semana hubo mensajes entre familiares y funcionarios de la universidad, Marcelo acompañando el proceso explicaba reiteradas veces que la estaba asesorando para aplicar a una beca en Estados Unidos, por eso tenían un cubículo reservado y por esa misma razón, ella tenía libros que eran de su propiedad. Presentó evidencias de todo lo que estaban realizando, pero no lograba convencer a la policía e investigadores de su inocencia, algunos sugerían que él la había engañado para llevarla a alguna parte y desaparecerla.

Por más descabellada que fuera la acusación, no era legible ver cómo un señor de avanzada edad fuese capaz de cargar con una mujer de mediana edad, en especial por la contextura física de ambos.

Estaba sentado esperando afuera de la oficina de Decanatura, aburrido y con mucho temor por todo o que se le acusaba. Humberto llegó para darle paz y el aliento que un buen amigo merece.

Cerró los ojos y posó su cabeza contra la pared a su espalda, allí sentado comenzó a sentir nuevamente un cosquilleo en los brazos y una ráfaga de aire frío, como si lo abrazara.

Abrió los ojos y notó que estaba en una bóveda oscura, todo era negro a su alrededor y muchas voces, como un bullicio entonaban su nombre.

Voces distorsionadas, algunos focos de luces de colores aparecían y desaparecían. Estaba desorientado.

Humberto volteó a mirar a su amigo y maestro, encontrándolo con los ojos cerrados y los brazos cruzados, recostado contra la pared. Lo llamó para entrar a la decanatura, pero este no le respondió, insistió en reiteradas ocasiones, hasta notar que su amigo, su maestro ya no estaba en este mundo.

Soltó una lágrima con un gemido inconsolable, le apretó las manos y con la abnegación de un santo, susurró palabras de despedida. Detrás suyo la secretaria de la decanatura se acercó, con un grito de sorpresa corrió a su escritorio para llamar una ambulancia.

Humberto observando todo, simplemente señaló que ya era demasiado tarde, su amigo ya no estaba presente.

Está en un lugar oscuro y lejano.

FIN.

AV.

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