2 de noviembre de 2025

Una entrevista incómoda. (El coordinador).




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III.

Uno a uno fueron pasando los aspirantes a entrevistarse con el supervisor de zona sur occidente, un hombre de avanzada edad con bigote pronunciado y cabello cano en su totalidad. Dejando de último a Víctor Jairo, este le hizo llamar, le recibió la mano como un saludo cordial y le invitó a sentarse.

Víctor Jairo, además de brindar sus datos y hablar de la poca experiencia en fábricas o negocios de manufactura, pudo hacerse notar por su capacidad de gestión en eventos políticos, sociales y culturales, además de la gestión de archivo y documentos, experiencia que llamó la atención del señor entrevistador.

Tiene usted una experiencia interesante, poco profesional, pero interesante. ¿Le gustaría encargarse de aquellos pormenores que los gerentes de punto no suelen cumplir?

La pregunta fue lo suficiente directa para Víctor Jairo, que con un movimiento de cabeza aceptó tal vacante, distinta por demás a la oferta que había ido a aplicar, aunque en realidad no supiera de qué se trataba.

El entrevistador llamó a su asistente, la mujer atlética de la entrada y le indicó que la señorita de apellido Amarillo era la elegida para ser contratada como auxiliar en la oficina regional sur occidente y, que el joven presente fuera designado como Coordinador de Proyectos Especiales de la oficina regional sur occidente y la oficina regional centro.

Al salir Víctor Jairo se despidió estrechando la mano del entrevistador quien en un acto de generosidad le dio una tarjeta de presentación.

- Siga con mi asistente para que lo lleve a donde su nuevo supervisor. Tome mi tarjeta y llámeme si en algún momento requiere apoyo o tiene dudas.

Dando las gracias se fue, guardó la tarjeta en el bolsillo de la camisa blanca que por el sudor ya se notaba casi transparente. La asistente guio a Víctor Jairo hasta un parqueadero en la parte de atrás del centro de convenciones, no había nada más que un gran bus, por supuesto más moderno, y muchos jóvenes con la misma mirada de esperanza.

La asistente explicó a otro señor la designación reciente y este, en respuesta hizo una señal con la mano para que se subiera al bus. Víctor Jairo hizo un ademan de aceptación con la cabeza.

Sentía miedo y mucha confusión.

Subió y se sentó en la fila del lado derecho, a diferencia de los buses tradicionales, este tenía las sillas en dos filas a los lados laterales, dando la espalda a las ventanas, un caballero más joven le saludó.

- Hola, mi nombre es Aldemar Naranjo.

- ¿Naranjo?

Sí, mucho gusto.

El joven estiró la mano y Víctor Jairo le respondió con el mismo saludo amable, le brindó su nombre y elevó su mirada por la ventana, sentía que algo no cuadraba en la normalidad de un día cualquiera.

Un elegante caballero de traje militar subió detrás del último de los jóvenes, comenzó a agradecer a cada uno su participación loable en la empresa, explicó que serían trasladados a otra sede de la empresa, más al centro y que la oficina de registro contactaría a sus familiares para informarles.

El autobús arrancó y todos en silencio se miraban sin entender para dónde los llevaban o porqué, los 22 caballeros que estaban allí sentados comenzaron a hablar entre sí, el hombre de traje militar interrumpió insistiendo en que guardaran silencio, les dio algunas ideas sobre el importante cargo que iban a ocupar. Acto seguido señaló la importancia de la edad y del gran reto que les esperaba.

Unos serían llevados a la dependencia de la oficina sur occidente para empezar a trabajar en la logística de las minas de oro cerca a Los Farallones, otros serán llevados a las dependencias de la zona Centro, donde deberán de ajustar las tareas de los centros forestales.

Víctor Jairo que había escuchado a su entrevistador dar órdenes claras de su futuro levantó las cejas en señal de preocupación.

- ¿y yo que tengo que coordinar las dos zonas para dónde voy?

Su pregunta fue recibida con amabilidad acompañada de un silencio eterno. Nadie dijo nada y a pesar de la insistencia, nadie respondía a Víctor Jairo sus preguntas.

Después de alrededor de dos horas de trayecto entre montañas y valles, el señor con traje militar se acercó a cada uno de los pasajeros con un jugo en caja y un pan de queso  un tentempié para la larga jornada”, murmuraba mientras los entregaba.

Víctor Jairo con la torpeza de los años dejó caer el envase de jugo, al agacharse a recoger encontró varias cajas ubicadas debajo de los asientos, con sellos del ejército nacional y unos códigos de barra fuera de lo común. Sin decir nada se levantó y su mirada se cruzó con la del conductor del bus que desde el espejo retrovisor vigilaba a cada uno de los presentes.

Cerca de las cinco de la tarde llegaron a una región distante, el militar que guiaba la misión los invitó a bajar para que fueran al baño y estiraran las piernas.

Víctor Jairo hizo la fila para bajar pero ahí le detuvieron, entre el conductor y el militar le miraron con firmeza.

- Tu viaje empieza aquí, joven.

Un viento frío llegaba desde la parte trasera del vehículo, un extraño portal inter dimensional se abrió allí como si fuese un óvalo negro, desde su interior un ligero zumbido se escuchaba emanando una extraña radiación. Esta fluía en el ambiente con una densidad tan fuerte que Víctor Jairo desde la puerta del bus se sentía atraído.

Una voz distorsionada le llamaba por su nombre, como una orden mientras el óvalo negro crecía, absorbiendo la luz de las bombillas fluorescentes del techo. Víctor Jairo se acercó un poco y con pasos dubitativos asomó su mirada queriendo encontrar explicaciones.

El zumbido se sentía como un fuerte enjambre de abejas gigantes, como las de la noticia que leyó en los diarios semanas atrás, una especie de notas electrónicas que desde el portal le hablaban.

Se detuvo casi al borde de ese óvalo negro, ahora gigante, notó un olor a hierro, como a quemado.

Desde lo profundo una mirada lo saludó con la misma voz distorsionada, junto a esta emergió algo que parecía una mano, pero el color de piel no era notable del todo, quizás por el efecto de la situación, pero para Víctor Jairo era morada, con tonos azules, con algunos vistos verdes, no se sabía en verdad.

Víctor Jairo intentó alzar la voz para llama al señor del traje militar, pero notó en ese momento que ya no estaba dentro del bus.

AV.