8 de enero de 2015

¿Maná? ¡Si señor!




Guitar Cat by: kraftzarco


El año 1992 tuvo la particularidad de lanzarnos al mercado el disco “¿Dónde jugarán los niños?” de la agrupación mexicana Maná. Si, lo sé, comenzamos mal con este texto, de hecho, con el blog o hasta quizás, con el año, pero se deberá entender compañeros y lectores que en esta oportunidad la referencia se debe a un caso particular.

Prosigamos, Maná es de esas agrupaciones musicales del Pop Rock latinoamericano que para gusto o disgusto de muchos (incluyéndome) ha marcado una historia musical, hasta ha ganado el título de leyenda en algunos países o programas de televisión, su proceso ha sido interesante, porque al igual que en su momento Soda Stereo, Maná se perfilaba para grandes cosa, se retaba a sí misma, desafiaba a pocos con su estilo taciturno, pero a la final es el tiempo el gran ganador porque su existencia ahora es pues, una parodia de sí misma.

Lo particular volviendo el tiempo atrás, es que en aquel año noventa y dos Maná logró tocar el cielo con sus manos, dirigirse a la audiencia con un disco que logró debutar con gran agrado, romper marcas y premios. Si bien “¿Dónde jugarán los niños?” fue su tercer disco, logro con ese en particular marcar a una generación entera, servir de puente entre grandes y chicos, propiamente hoy a más de veinte años de su lanzamiento, son las canciones de ese disco en particular las que siguen gustando, las que nos llevan a recordar anécdotas, y por qué no decirlo, las que siguen sonando en cuanta fiesta uno se imagina (e indigna).

El álbum comienza con “De pies a Cabeza”, canción que se hizo de más al realizarse en Colombia un seriado de televisión con el mismo nombre y con el cabezote musicalizado con la mentada canción. Marcó años en los domingos, inclusive, se volvió referente más de personajes que la banda musical en cuestión. La siguiente canción titula “Oye mi Amor” y aquí comenzamos a encontrarnos en esos lugares comunes, canción que fue muy exitosa en la radio noventera pero que a hoy día ya suena en fiestas y despedidas, mejor pasar la página.

Me Vale, tercera canción (en su orden) del álbum no requiere presentación alguna y es que quizás a ello se deba su éxito, fue una canción a la que se explotó en exceso su cuestión comercial, ícono inflado de la rebeldía adolescente del momento, descuido de la memoria, pero infaltable lugar común de cualquier referente.

Aquí comienza lo interesante porque quizás es lo que realmente me lleva a escribir sobre estos personajes, y es que la cuarta canción lleva por nombre “Huele a Tristeza” y con ella se abre un telón que es mejor recordar a diferencia de sus predecesoras, porque es en las baladas donde Maná logra realmente mostrar el gran grupo musical que fue, o mejor decirlo de otro modo, el gran acierto musical que tuvo en su longeva carrera.  “Como te Deseo” es una de las canciones más famosas del disco, su ritmo pop hace que la nostalgia acuda a ella cada vez que se habla de la música de los noventa.  La sexta canción del álbum es “El desierto”, poco conocida para algunos, de interés para otros.

“Como Diablos” es una de mis canciones favoritas, saben bien amigos lectores que mi marca Registrada de Inviabilidad no escatima en gastos, y esa canción es parte de  esa esencia. “Vivir Sin Aire” “Te Lloré un Río” “Dónde Jugarán los niños” y “Cachito”, en ese orden, son las canciones que completan el listado y cada una se hace especial al ser precisamente baladas que llegaron con buena letra y ritmo, son de esas cosas que hacen especial algo que no tiene por qué serlo.

Cierro en este orden la descripción del disco como objeto musical, ahora hablemos del disco como objeto de lo emocional. Nos resulta vergonzante escuchar Maná en estos tiempos donde la música ha evolucionado y se ha diversificado de la misma manera, con la claridad además de que la calidad de tal agrupación musical ha venido en decadencia, inclusive ganándose mi odio y repulsión ¿la razón? La versión que hicieron de “Hasta que te Conocí”, una de las baladas más delirantes y espectaculares del divo Juan Gabriel.

No acostumbramos a identificarnos en la música sino, en lo que la música conlleva, sean recuerdos, personas, sentimientos, sueños. Es en este caso particular que se trata de mi infancia, porque aquel mágico año noventa y dos hubo dos discos que se quedaron tatuados en mi memoria: El que nos convoca en el presente escrito y, “Cuenta conmigo” de Jerry Rivera. Ambos fueron la banda sonora de muchas actividades de mis vacaciones y relaciones interpersonales en aquel año y durante los siguientes, era quizás, la marca registra de los noventas, mis noventas.

A todos nos ocurre pues que se nos atraviesa en la vida algún cantante o agrupación musical que de manera vergonzosa, conservamos en secreto el gusto por sus canciones, en mi caso ocurre lo contrario, de manera secreta conservo mi gusto musical digamos, “Fino”, de manera pública e irresponsable hago saber de mi inviable y adquirido mal gusto musical. Me considero de cierta manera un analista del consumo cultural, a nivel intelectual (y laboral) disfruto de la antropología como ciencia que me respalda cada estudio y análisis, entender a la sociedad a partir de su consumo es algo delirante en mi vida académica, pero al traer esos asuntos a lo personal, caigo en la cuenta de que soy un objeto cultural no identificado, como la memoria, que se nos escapa con los años.

Disculparán la incomodidad que nos trae estos temas cuando de gustos se trata, ahora muchos con la bandera del deber ser sugieren lo que se debe escuchar y no escuchar en la radio, Maná y Ricardo Arjona son quizás ese par de ejemplos que en redes sociales se acostumbra censurar, como si fuese del todo vergonzoso ser consumidor de sus productos establecidos.

Me es mejor cerrar el asunto con muchas otras canciones, discos, historias, pero la cotidianidad es una musa que vive de la nostalgia,  un callejón oscuro que se ilumina de los desaciertos de otros, de mi proceder personal ante la mirada de un mundo que cada día va más rápido, un mundo que se consume con más premura, de seguro a todos nos viene a la mente algún suceso en particular con cada una de las canciones mencionadas en esta entrada, desde la ya fastidiosa “Me Vale” hasta la nostálgica “De pies a Cabeza” y es que señoras y señores, en medio todo, estamos ante uno de los tesoros más valiosos de la historia de la música latinoamericana porque este álbum en particular se convirtió en un clásico.

Justo es pues aprender a referirnos a nosotros mismos por canciones y menciones, también darle lugar a cada historia musical que merezca referencia histórica, injusto es negarnos esos placeres culposos de aquellos años noventa, porque fuimos niños en su entrada y hombres a la salida.

Donde jugaron los niños del ayer.


AV

1 comentario:

Iván R. Sánchez dijo...

Ese disco en esencia lo conocí del todo en el año 1997 y fue un gran compañero en una aventura de corte marcial que no viene al caso. Pero desde entonces cada canción de esa álbum comporta toda una aventura de recuerdos y melancolías. Aquel cúmulo de nostalgia, de recuerdos y pasados, no es otra cosa que el sustrato de la contemporaneidad que nos vuelve viejos a ojos propios, que en la reflexión nos da una idea del porvenir escudado en la historia y en las enseñanzas y la sabiduría propia de quien al haber sido hoy todavía es. Estas viejo gato, eso es todo. Viejo e inviable.