6 de diciembre de 2025

Un encuentro casual (Pedro Conejo).


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By: DonDiLuca


Alguna vez Pedro Conejo se encontró con un viejo amigo de sus años de infancia, su nombre real es Pedro Alejandro Coello Miranda, pero sus mas fieles compañeros le apodaron conejo, por aquello de una traducción mal hecha. Se trataba de Miguel Espitia Laverde, un amigo que en las calles repletas de incautos se le atravesó aquel sábado de diciembre y en un saludo familiar, revivieron el recuerdo de tanto tiempo juntos.

Aquel encuentro por demás cordial, permitió a Pedro saber que Miguel ahora era padre de familia, ingeniero de profesión (de esos que arregla computadores y diseña páginas web) entre otros aspectos superficiales del ser humano.

Miguel se retiró con unos paquetes de plástico llenos de ropa para regalar, estaba preciso comprando los regalos de fin de año para sus empleados, era propietario de una pequeña firma(boutique) de software y vainas por el estilo. Al llegar a casa saludó a su esposa, una dama de buena apariencia con la que estudió en la universidad, le informó de su encuentro breve con Conejo, Pedro, le explicó.

Ella soltó una sonrisa amable y simuló escuchar toda la historia.

Al finalizar se retiró a seguir organizando los muñecos de felpa con los que pretendía decorar la navidad de su residencia, en ese instante un mensaje de chat le notificó que Alejandra le estaba enviando una nota de voz. La escuchó con la simpatía de un carpintero y allí descubrió que Jesús Manuel había vuelto con Margarita Peña, la muchacha que conoció aquel día en el club de tenis.

Respondió la nota con otro mensaje de voz argumentando sorpresa, pues la vez última Margarita había estado saliendo con Jota (Jose Manuel), el amigo de la universidad. Alejandra respondió que Jota hace mucho que no le contestaba llamadas a Margarita, que tal vez allí radicara la intención de acercarse a Jesús (el amigo).

Regresó a donde su esposo, Miguel, con un beso coqueto en la mejilla y un tono de voz de niña caprichosa, le contó de la novedad de Margarita y Jesús, él, concentrado organizando los paquetes de regalo para sus empleados respondió con la misma sonrisa amable que recibió al llegar a casa.

Margarita escribió un mensaje a su amiga Alejandra, pidiendo algo de prudencia le informó que las cosas con Jesús estaban algo inestables, desde un par de noches que venían saliendo siempre terminaban discutiendo por temas superfluos pero hirientes. Alejandra, que estaba sentada en la cama de su propia habitación, en pantalón corto y blusa de pijama, respondió con sorpresa, no esperaba que las cosas entre ellos fueran tan fugaces.

Tomó el teléfono y con otro mensaje de audio le notificó a su amiga, la esposa de Miguel, la novedad.

Margarita leyendo las palabras de consuelo de Alejandra, decidió responderle cambiando de tema. Allí le preguntó por Boris, el trigueño que conoció días atrás la reunión de trabajo.

Alejandra guardó silencio por un largo rato, se sentía avergonzada por lo ocurrido y prefería ignorar el tema.

Respondió con un cortante “bien” e intentó cambiar el tema, no esperaba de Margarita la insistencia.

Evadía cada pregunta al punto de responder con agresividad.

Pedro Conejo terminó de hacer memoria de aquel sábado en el que se encontró con su amigo Miguel, tomando nota de cada detalle, sonrió como un triunfo de la vida el poder ver a sus viejos amigos crecer y madurar.

Tomó su teléfono móvil y escribiendo un breve mensaje al grupo de amigos del colegio, comentó de su encuentro casual con Miguel, deseándole siempre salud y muchos éxitos en su empresa.

Nadie respondió el mensaje dejando en visto el intento de socializar, pero las consecuencias de ese encuentro no fueron esperadas para Pedro, pero sí para Miguel que en un matrimonio frío como una sala de quirófano, revolvió la vida de su esposa, de Alejandra, de Margarita y de dos caballeros más a los que no conoce.

Un encuentro casual que terminó por desenredar un nudo complejo.

AV.

4 de diciembre de 2025

La iglesia de los optimistas (Métodos).

 


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Nos acostumbramos a estar encerrados en pensamientos, a declarar en palabras los peros suficientes para no avanzar como se debería. Fuimos testigos de cosas que no sucedieron pero que avanzaron estrepitosamente en la mente.

Caminamos en círculo buscando soluciones a situaciones que no fueron reales, solo un sin número de universos danzando en la mente del joven poeta. Recreamos mil batallas cuando solamente esperaban de nosotros la respuesta a una pregunta personal. Fuimos enemigos del protocolo cuando la intimidad estaba en debate.

Hablamos de amor cuando estamos diseñando pretextos, damos método a eso que exigimos, a la correspondencia de las ilusiones, porque creemos que todos nos ilusionamos con el color del atardecer o el aroma de un libro nuevo.

Conversamos en soledad, para que las ideas se sientan cómodas y puedan salir sin ser vistas o prejuzgadas.

Insistimos con abrazar la ternura de una canción, sin importar el género musical preciso, por la capacidad misma de escucharla en sus múltiples versiones globales.

Vamos al altar de los ideales y nos despojamos de toda fe, la prestamos a la esquina del contexto para que allí madure y se convierta en evidencia. En esos ideales sembramos conjeturas para que maduren en verdades obstinadas, lugares comunes de la edad, favoritismos del corazón juvenil.

Por momentos caemos bajo las letras de una canción atrevida, y el experto de esas redes fue a mi parecer, el incomprendido de Alejandro Lerner, que con su suave tacto nos revolcó la mente en el miedo a que nos dijeran que no.

Nos arriesgamos a compartir la desnudez de la vida a través de las letras de un blog, lo celebramos como si fuese el hito más importante desde aquel primer beso, o como si se tratase del acto de cierre de una edad de oro, a la final, todo se redondea en ese método al que llamamos optimismo.

Conservamos en la memoria las motivaciones de lo que queríamos lograr en la adultez, conservamos en los bolsillos del pantalón las frases de cajón que tenemos preparadas para nuestro niño interior al momento de llegar ese interrogatorio de la vida.

Dibujamos en notas de colores las frustraciones de cada etapa, desde el baile que no aprovechamos, al viaje que no culminamos, de la lluvia que nos dañó la esperanza y el sol que nos quemó la razón.

Sabemos a la larga que todo es un cuento progresivo que en métodos y plegarias, seguimos idealizando.

Somos optimistas por conveniencia.

AV.

3 de diciembre de 2025

Quemar las Velas (Diciembre).

 

Imagen Tomada de: https://laurenpretorius.com/

Black Cat & Candle By:  Lauren Pretorius

Retomamos la laguna labor de escribir por escribir, no de emitir ficciones en cuentos y relatos con mensajes de fábula sino, de darnos un respiro en el ejercicio de las letras como lugar común de encuentro.

Diciembre, mes de cierre de año laboral y de expectativas de promesas de antaño llega con la presión de un trimestre que ha sido para este, su amigo y vecino, una temporada de demasiada frustración y aprendizajes, de esos que dejan huella y cicatrices.

Podría iniciar por menoscabar en los vientos de agosto como un mes donde encontré la felicidad y en ella la esperanza de que el curso de cada decisión y pensamiento podrían darse en buenos términos, pero santa es la vida que su expreso sentido del humor es tan negro como las intenciones de quien desea el fracaso llegue a las puertas de esta residencia.

Aquella felicidad que con aires de crecimiento profesional abrazaron al escritor de este blog, se fue transformando en un sentimiento de esos que uno comparte con los allegados al llegar de un viaje, tuve la oportunidad de conocer personas maravillosas y re encontrarme con otras a las que les tengo alta estima, como a la gran Jefecita, o a la poeta, a la que tanto afecto (y deseo) le guardaba en los bolsillos del alma.

Septiembre se comportó como un péndulo que entre lo real y lo imposible dio lugar a cada descuido, desde el tropiezo académico con viejos conocidos hasta la afrenta económica con decisiones que se pudieron evitar, salgo un par de consejos inconclusos. Un mes que dejó huella con tanta presión que en la arena había más que gotas de sudor, muestras de cansancio y frustración, porque quien observa desde la comodidad de la distancia puede opinar sin tomar de frente la responsabilidad.

Octubre es un mes de esos que yo adoro por el místico semblante de la fiesta de Halloween pero de fondo es el mes de mi onomástico, una celebración que con el paso de los años se va diezmando a un café y un par de amigos de alta calidad y especialidad.

Un mes además de dar cierre a esos agujeros que como heridas se fueron prolongando entre pensamientos y acciones que en ocasiones, no daban fruto sino, mala hierba a quien esperaba mejores resultados, insisto, la ingratitud fue tomando forma y espacio hasta dejar en el cansancio la decepción de quienes yo pensaba eran nuestros aliados.

Diciembre es difícil y quizás mi interpretación de lo que ha sucedido desde los meses previos es que se ha quemado cada uno de los barcos en los que alguna vez estuve.

Una temporada de pérdidas, de despedidas, de desidias y claramente de soledad.

Aprender que amar es un principio tan básico como el sentido común, aunque no seamos básicos, ni sea el más común de todos los sentidos.

Y vamos en el tercer día del mes. 

AV.